El 25% de la población mundial justifica la violencia machista
Un informe de la ONU señala que los sesgos de género no han mejorado en la última década

La cuarta ola del feminismo, el MeToo y las protestas contra el acoso y la violencia sexual, la reivindicación del liderazgo femenino y todo lo que hemos vivido en la última década no ha servido para modificar de manera significativa los estereotipos de género. Así lo indica el último Índice de Normas Sociales de Género (GSNI) de Naciones Unidas, según el cual, los prejuicios contra las mujeres han permanecido casi inalterables durante este periodo.
En la actualidad, nueve de cada diez hombres y mujeres en el mundo mantiene al menos un sesgo contra las mujeres. La mitad de la población global todavía cree que los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres y más del 40% opina que son mejores ejecutivos empresariales. Más grave aún: un alarmante 25% de la población cree que está justificado que un marido pegue a su esposa. Según el informe, estos sesgos siguen alimentando los obstáculos a los que se enfrentan las mujeres, que están perdiendo derechos en muchas partes del mundo por la reacción organizada contra la igualdad y la escalada de violaciones de los derechos humanos en algunos países.
Estos sesgos son tangibles también en la enorme falta de representación de las mujeres en posiciones de liderazgo. En promedio, el porcentaje de mujeres que ocupan la jefatura de Estado o de gobierno se ha mantenido sin mayores cambios, alrededor del 10% desde 1995. En el mercado de trabajo las mujeres ocupan menos de la tercera parte de los cargos directivos. El informe pone el foco también en la fractura que existe entre el progreso de las mujeres en la educación y su empoderamiento económico. Actualmente, las mujeres tienen más formación y habilidades que nunca. Sin embargo, en los 59 países en que cuentan con un mayor nivel educativo que los hombres, la brecha media en los ingresos sigue siendo de un sorprendente 39% en favor de los hombres.
“Las normas sociales que menoscaban los derechos de las mujeres perjudican también a la sociedad en su conjunto y frenan la expansión del desarrollo humano. De hecho, la falta de avances en las normas sociales de género tiene lugar en medio de una crisis de desarrollo humano: en el Índice sobre Desarrollo Humano (IDH) de 2020 descendieron los valores por primera vez en la historia del informe, y lo mismo ocurrió el año siguiente. Todo el mundo gana si garantizamos la libertad y la capacidad de actuar de las mujeres”, ha afirmado Pedro Conceição, director de la Oficina del Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD.
El informe subraya el papel fundamental de los gobiernos a la hora de cambiar las normas sociales de género. Por ejemplo, las políticas en materia de permisos de maternidad y paternidad han transformado la percepción respecto a las responsabilidades en los trabajos de cuidados. Del mismo modo, las reformas del mercado de trabajo también han generado cambios en la forma de percibir la contratación de mujeres.
“Un punto de partida importante es reconocer el valor económico del trabajo de cuidados no remunerado. Esto puede ser una forma muy eficaz de combatir las normas sociales de género respecto a este tipo de ocupación. En aquellos países donde las normas sociales revelan mayores sesgos de género, se calcula que las mujeres dedican al trabajo de cuidados no remunerado entre seis y siete veces más tiempo que los hombres”, explica Raquel Lagunas, directora del Equipo de Género del PNUD.
A pesar de la prevalencia continuada de sesgos contra las mujeres, los datos indican que el cambio sí es posible. Entre los 38 países con datos comparables en el tiempo, 27 experimentaron un aumento en la proporción de personas sin sesgo en ninguno de los indicadores. Los autores del informe remarcan que si queremos impulsar el cambio hacia una mayor igualdad de género, es necesario poner el foco en la expansión del desarrollo humano a través de la inversión, el aseguramiento y la innovación.
Esto supone, entre otras cosas, invertir en medidas legislativas y de política que promuevan la igualdad de las mujeres en la participación política, el desarrollo de mecanismos de aseguramiento, como el refuerzo de los sistemas sociales de protección y cuidado, y la estimulación de intervenciones innovadoras que puedan ser particularmente efectivas a la hora de hacer frente a las normas sociales dañinas, las actitudes patriarcales, y los estereotipos de género. Por ejemplo, la lucha contra los mensajes de odio y la desinformación respecto a los temas de género en internet puede contribuir a una mayor igualdad.
Asimismo, el informe recomienda abordar de manera directa las normas sociales mediante una educación que contribuya a transformar las actitudes de las personas, y de políticas y cambios legislativos que reconozcan los derechos de las mujeres en todos los ámbitos de la vida, así como a lograr una mayor representación de las mujeres en los procesos políticos y de toma de decisiones.