Una gabardina, una camisa oversize, un pantalón sastre o el jersey gris de cachemir perfecto… Cuando, recién estrenada la veintena, las Olsen fundaron The Row, tuvieron el suficiente instinto para entender que el verdadero lujo era ignorar las tendencias del momento y hacer prendas atemporales perfectamente ejecutadas. Después de una vida bajo los focos, también se dieron cuenta de que el anonimato, o al menos la dosis de anonimato que dos rostros tan conocidos como los suyos pueden conseguir, era también un lujo. En los últimos años, las hermanas han hecho todo lo posible por mantener un perfil bajo (apenas conceden entrevistas, no tienen redes sociales, no hablan de su vida privada) y cultivar un aura de misterio que también contribuye a la imagen de The Row. A diferencia de la mayoría de las celebrities que lanzan sus marcas, las Olsen nunca han utilizado su nombre o su rostro para dar a conocer su firma. De hecho, en los inicios de The Row, muchos no sabían quién estaba detrás.

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Pero ¿cómo dos antiguas estrellas infantiles de la televisión acabaron dirigiendo una de las marcas de lujo más deseadas del momento? Tras su paso por la comedia Padres forzosos (con solo nueve meses debutaron en el papel compartido de Michelle Tanner), Mary-Kate y Ashley construyeron un imperio mediático basado en sus películas para adolescentes lanzadas directamente al mercado del vídeo doméstico. En su momento llegaron a alcanzar el undécimo puesto en la lista de Forbes de las mujeres más ricas del mundo del espectáculo.Pero en 2004 tomaron la radical decisión de retirarse de la actuación y mudarse de California a Manhattan para asistir a la Universidad de Nueva York. En ese momento asumieron también la presidencia de Dualstar, el holding que sus padres habían creado para gestionar sus variados intereses comerciales: las películas y series de televisión, pero también líneas maquillaje, juguetes y, por supuesto, ropa (lanzaron su primera colección en colaboración con Walmart a los 12 años). Que dieran un paso atrás no quiere decir que los medios se olvidaran de ellas. Un ejército de paparazzis las seguía a diario para fotografiarlas camino a clase vestidas con looks aparentemente poco estudiados y pseudo grunge. Así, las Olsen se acabaron convirtiendo en el emblema del estilo boho chic que hizo furor a mediados de la década pasada.

Por esa época, se embarcaron en su primer proyecto de diseño de moda: crear la camiseta perfecta. Después llegaron un vestido, un blazer, unos leggins de cuero, y antes de que se dieran cuenta, iban camino de crear su primera colección de básicos premium. Tenían entonces apenas 20 años. La marca debutó oficialmente en la Semana de la Moda de Nueva York con una colección de diecinueve diseños, y a partir de ahí fue creciendo poco a poco, con la misma discreción que rezuman sus prendas.

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“Nuestro negocio principal son esas piezas que quieres tener a mano pero de las que realmente no quieres preocuparte, como una gran camisa blanca de botones”, explicaba Mary-Kate en una de las escasas entrevistas que han concedido durante estos años. “Lo que más echábamos de menos en el mercado del lujo eran piezas básicas que pudieran romper un outfit para que no te sintieras como si fueras totalmente vestida de un diseñador. De esa forma podrías agregar algo de facilidad y comodidad, atenuarlo”, incidía, en la misma conversación, su hermana Ashley.

En estos años The Row ha lanzado también bolsos y calzado y ropa de hombre. Según fuentes de la industria citadas por el Financial Times, sus ingresos actuales podrían oscilar entre los 250 y los 300 millones de dólares al año. Ellas siguen controlando la mayor parte de la compañía, aunque en los últimos tiempos han corrido rumores sobre la posibilidad de que entraran más inversores que faciliten el desembarco de The Row en el mercado asiático. En cualquier caso, no parece que tengan demasiado prisa o que vayan a renunciar a su planteamiento. “Por mucho que tengamos la capacidad de crecer año tras año, ya sea desde una perspectiva de recursos, una perspectiva financiera o una perspectiva de capacidad, solo hemos tomado decisiones basadas en lo que podemos manejar como empresa, como personas", explicaba Ashley a FT. "Lo que estamos haciendo es lo más sostenible posible para nosotras. La mayoría de las veces decimos que no a las cosas para poder tener más control. Creo que si creces demasiado rápido y sientes la presión de seguir adelante, corres el riesgo de cometer más errores. Es una empresa familiar y tenemos que hacer lo que creemos que es correcto para nosotras. Eso es lo que protegemos”.

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