Sonia Encinas, sexóloga: “Las relaciones más sanas no son necesariamente las que más sexo tienen”
En ‘El sexo de las madres’, Encinas habla sobre cómo cambia la sexualidad en esta etapa

La maternidad, como sabe quien ha pasado por la experiencia, lo cambia casi todo, incluida la vida sexual. En Elsexo de las madres, la experta en sexología y género Sonia Encinas, habla de cómo lo viven las mujeres que ve en consulta, pero también de cómo lo ha vivido ella. “Aunque ya venía observando cosas muy interesantes sobre mi sexualidad durante el embarazo, al atravesar el postparto me di cuenta de que había algo importante ahí. A pesar de todos los malestares, viví el embarazo muy en conexión con mi cuerpo, desde un lugar de mucho poderío y con mucho deseo hacia mí misma. En el posparto me pasó todo lo contrario. No sentía esa conexión con mi cuerpo, tanto por cansancio como por miedo”. A raíz de eso empezó a plantearse cuestiones sobre las que hasta entonces no había pensado mucho. “En mis formaciones de sexología no había recibido información sobre qué pasa con la sexualidad en el posparto. Fue leyendo a Casilda Rodrigáñez cuando empecé a ajustar algunas ideas que chocan directamente con lo que yo llamo en el libro el ‘guion sexual patriarcal’. Me di cuenta de que la sexología tiene una deuda pendiente con la etapa perinatal. La maternidad ha sido la mayor transformación que he vivido a nivel profesional como sexóloga. De alguna forma, encontré el empuje para plantar cara a un guion que claramente no funciona”.
“No es que las madres deseen menos, es que demasiadas veces están hasta el coño”, dices en el libro. ¿Crees que la frase resume la experiencia de la mayoría de mujeres?
Sí, aunque no fui plenamente consciente de ello hasta que viví mi maternidad y empecé a acompañar a otras mujeres en ese proceso. Me di cuenta de que muchas se sienten sobrepasadas, incluso en parejas en las que hay corresponsabilidad. Dos personas, para la inmensa tarea que es la crianza de un peque, siguen siendo pocas. Me encuentro a muchas mujeres muy sobrecargadas, con poco espacio para el disfrute, para el ocio y que, cuando se lo permiten, sienten culpa. Es algo que a los hombres no les pasaba. Incluso en la sobrecarga, ellos encuentran espacio y ganas para el deseo. Para la mayoría de nosotras, la sexualidad en pareja ha sido construida como una tarea más, algo aprendido. No tenemos interiorizado, ni siquiera de forma inconsciente, que pueda ser un espacio de disfrute, de entrega, de goce, de soltar. Si los hombres han aprendido que la sexualidad los recarga y los potencia, las mujeres hemos aprendido todo lo contrario. Es lógico entonces que, cuando haya una sobrecarga, a ellos les nutra y a nosotros nos agote todavía más. Las mujeres, en este sistema, están hasta el coño. Y cuando estás hasta el coño, es muy difícil conectar con el deseo, y menos con el deseo compartido.
¿Qué influye más, el cansancio, la culpa, la carga mental, la falta de tiempo…?
Todo. Fisiológicamente hay un cambio muy potente. Durante el embarazo se produce un chute hormonal, pero en el postparto hay una bajada brutal. Ese contraste genera una caída muy fuerte de estrógenos, que influye directamente en la conexión con nuestra libido. Esa bajada tiene una función, que es la de que te centres en tu criatura. Sin embargo, no creo que lo fisiológico sea lo que más peso tiene. Hay muchas más causas como, por ejemplo, el cansancio, que para mí es la más aplastante. El sexo compartido requiere mucha energía, y si no la tienes, es absolutamente normal que no te apetezca. También hay causas emocionales que influyen. Es importante preguntarse: ¿cómo me siento yo? Puede ocurrir que, en un momento del postparto te encuentres con tu deseo, pero que ese deseo no sea hacia tu pareja. Esto es muy común. Debemos entender que el deseo no es algo que desaparece y vuelve mágicamente seis meses después. Está ahí siempre, aunque no sea necesariamente sexual ni enfocado en la pareja. En el postparto inmediato puede estar muy dirigido hacia el bebé. Todo tu cuerpo responde a él, y eso también forma parte de tu sexualidad, aunque haya quien no lo entienda. Si hablamos de la pareja es importante que te preguntas cómo la ves en ese momento. ¿Sientes admiración, te sientes más unida, orgullosa de vuestro vínculo o pasa lo contrario? Hay muchas mujeres que en esta etapa se sienten profundamente decepcionadas con el rol que ejerce su pareja. Si estoy decepcionada contigo no puedo desearte, pero eso no significa que yo no sienta deseo.
“Las mujeres, en este sistema, están hasta el coño. Y cuando estás hasta el coño, es muy difícil conectar con el deseo”
Algunas mujeres expresan que, al asumir la mayoría de las responsabilidades del hogar y la crianza, sienten que su pareja se convierte en una tarea más.
Una pareja debería ser un equipo. Habrá momentos en los que uno sostenga más que otro, pero debe existir equilibrio. Si estás con una persona que se convierte en alguien de quien te tienes que ocupar como si fuera otro hijo, y a veces incluso más, ¿cómo puede esperar esa persona que yo sienta deseo? La idea construida en torno a la sexualidad en pareja no es la de un espacio de disfrute y ocio, sino la de una obligación, algo que debe ocurrir sí o sí para validar la relación. Todo esto cobra especial fuerza en el postparto. De repente, por primera vez, tu cuerpo empieza a poner límites muy claros. Tu cuerpo te dice ‘ni de broma, ni una caricia, no quiero contacto’.
¿Qué pueden hacer las mujeres para reconectar con su sexualidad tras convertirse en madres?
Hay varios caminos, pero para mí lo fundamental aprender a escuchar a tu propio cuerpo. El posparto es un momento en el que el cuerpo nos exige respetar sus ritmos, necesidades y propios deseos. Como acompañante, cuando trabajo el malestar sexual en el posparto observo que la mayoría de las mujeres no escuchan su cuerpo. O, si lo escuchan, pasan por encima de lo que sienten. ¿Por qué? Porque creen que no merecen hacerlo, como si no merecieran poner un límite, como si no pudieran decirle a su pareja: no tengo ganas de sexo. Si lo dicen, sienten que son una malísima pareja. El segundo paso es respetar la información que nos ofrece el cuerpo y el tercero, no pasar nunca por encima de nuestro deseo. Después viene algo igual de importante: empezar a observar qué es lo que a ti te produce a ti deseo y placer. En esta etapa hay muchas cosas que pueden despertar el cuerpo si nos deshacemos de esa mirada que dice que tu deseo tiene que estar, sí o sí, puesto en el coito con tu pareja. Esto no es así, tu deseo puede abarcar mucho más. Puede ser conectar con tu criatura o, al contrario, dejar a tu criatura un rato y salir a caminar. O darte una ducha sola, con un aceite que huela bien. Si empezamos a darle espacio a esos deseos podremos acercarnos de forma más amable a lo sexual, si así lo deseamos. También deberíamos empezar a entender el sexo no solo como algo que se da en la pareja. En lugar de preguntarnos cuándo recuperaremos las prácticas en pareja, deberíamos preguntarnos cuándo recuperaremos las ganas de masturbarnos. Eso es más coherente, menos exigente. Para compartirme con mi pareja necesito más: más disponibilidad, más energía, más entrega, más confianza. Es importante recuperar primero un espacio erótico propio, porque es más seguro. Tú mandas, decides tus ritmos, tus apetencias. Pero la mayoría de las mujeres se saltan esta parte. Cuando pasan la cuarentena, empiezan a sentir el tic-tac del sexo compartido, sin preguntarse antes si tienen ganas de conectar consigo mismas, sin preguntarse si desean masturbarse sin culpa ni miedo. Eso también es muy revelador.
En el libro hablas de cómo las mujeres viven desde la culpa esa bajada de la libido durante el postparto. ¿Cómo podemos abordar este sentimiento?
Lo primero es reconocer que sientes culpa y plantearte por qué la sientes. No sé si podemos deshacernos de ella, aunque tampoco se trata de vivir la culpa como una enemiga. Es una emoción más, como cualquier otra. Lo importante es escucharla y entenderla. La culpa nos da información, y en la mayoría de los casos, esa información tiene que ver con creencias construidas que no son nuestras, que hemos aprendido e interiorizado. Puedes sentir culpa, identificarla, entender de dónde viene, reconocer que es una creencia limitante y no una verdad, pero si tu pareja no hace el mismo proceso, si no revisa sus creencias, el conflicto sigue ahí. Si tu pareja sigue creyendo que el sexo es un derecho y tiene derecho a enfadarse si no se ve satisfecho, te deja en un lugar imposible. Lo que hacen muchas mujeres es pasar por encima de su deseo, desconectarse de su cuerpo y de sus ganas por evitar las consecuencias del otro lado. Como sexóloga me he dado cuenta de que el trabajo principal muchas veces lo tienen ellos. O hacen su parte o estamos condenados a la frustración eterna.
“Muchas veces el sexo no nace del deseo, sino de la exigencia, del ‘tiene que pasar’. Es lo que en pareja se llama sexo de mantenimiento”
También dices que la cantidad de sexo no refleja la salud de tu relación. ¿Cómo derribamos el mito de cuánto más sexo mejor van las cosas?
Una cosa es tener sexo con frecuencia y otra es disfrutarlo de verdad. Muchas veces el sexo no nace del deseo, sino de la exigencia, del ‘tiene que pasar’. Es lo que en pareja se llama sexo de mantenimiento. En relaciones de amor maduro muchas veces la sexualidad se convierte en eso, en algo que ‘hay que hacer’ para que la relación funcione, para que no se enfríe. Si vivimos el sexo desde la exigencia y el deber, entonces ya no es un espacio de placer. Las relaciones más sanas, que comparten responsabilidades, que se sostienen, no son necesariamente las que más sexo tienen. No hay una norma que diga que a más sexo, mejor relación. De hecho, muchas veces veo lo contrario. En relaciones en las que el vínculo está dañado el sexo suele tener un peso mayor, porque se convierte en una herramienta para sostener lo que se está cayendo. Para algunas personas, el sexo suma mucho, para otras, no tanto, y eso está bien. Lo que no podemos seguir haciendo es poner en el sexo la responsabilidad de validar una relación, eso no es justo ni para la sexualidad ni para el vínculo.