“La sexualidad sigue siendo un tabú”
Sonia Encinas, sexóloga, experta en género y ‘coach’
Aunque periodista de formación, Sonia Encinas prefiere definirse como comunicadora. También es sexóloga, experta en género y coach. Siempre tuvo claro que quería trabajar con mujeres porque, dice, “las redes de mujeres cambian el mundo”. A través de sus talleres y programas de mentoring pretende empoderarlas, ayudándolas a conectar con su mundo interior, su naturaleza cíclica y su sexualidad.
¿Qué te llevó a querer ayudar a otras mujeres?
Durante un montón de tiempo tuve una relación tóxica y me di cuenta de que no me estaba valorando a mí misma, que no sabía cómo era, que me estaba perdiendo. Las mujeres vivimos tantas veces mal las relaciones porque no nos han enseñado a relacionarnos de forma sana. Nadie nos ha dicho que no tenemos por qué consentir determinadas cosas o que debemos mirar por nosotras. En el amor no vale todo, eso es mentira. Crecemos con esa idea romántica de peli de Disney de que podemos cambiar a nuestra pareja y convertirla en su mejor versión. Nos cargamos con la responsabilidad de cambiar a las personas y no debería ser así. El contacto con grupos feministas también me ayudó a ver que las redes de mujeres podían ayudarme a empoderarme. Hay algo mágico en estos grupos que no pasa tanto en los mixtos.
¿Y cómo empezaste?
Desde hacía tiempo quería trabajar con mujeres. Hice un master en Sexología y Género, porque después de siete años escribiendo sobre ello, tenía claro que la sexualidad era muy importante para nosotras. A partir de ahí se me abrió un campo precioso. Pero no es un sector fácil, en nuestra sociedad la sexualidad sigue siendo un tabú. Para empezar, porque está planteada para el consumo y el disfrute de los hombres. Comencé con un taller que ha ido cambiando en los tres últimos años. Mientras, seguía trabajando en comunicación, y no veía que esas dos facetas profesionales pudieran desembocar en una sola, hasta que fui a una coach que me hizo ver que era yo misma la que me saboteaba, y que si me vibraban ambas cosas, debía construir mi sueño en torno a ellas. También me di cuenta de que realmente el hilo conductor eran las mujeres, no la sexualidad.
¿De qué forma abordas la sexualidad en tus talleres?
Siempre comienzo haciendo dos distinciones, y es que sexualidad no es lo mismo que sexo y sexo no es lo mismo que coito. Vivimos en una sociedad coitocentrista y parece que solo existe esa práctica sexual, que, por supuesto, debe ser compartida y heterosexual. El problema no es que las mujeres tengamos poca libido, el problema es que la sexualidad nunca se ha construido a nuestra medida. Una relación sexual sin penetración también es una relación sexual. Yo trabajo con tres arquetipos: mujer salvaje (todo lo que podemos percibir de piel hacia fuera, el estar presente), mujer esencial (después de ver el entorno, nos centramos en nuestras emociones, lo que hay dentro de cada una) y mujer sexual (con esto ya podemos abrir la mente y llegar a la forma de relación más íntima contigo misma, y de ahí a la práctica que, lo fundamental, debe empezar por ti. Si no, las relaciones compartidas nunca van a ser completas).
¿Cómo son las mujeres que se acercan a tus talleres?
No se suelen considerar a sí mismas feministas. No es por eso por lo que vienen, sino porque ven en mí algo que quieren para ellas; saben que es algo que tienen dentro, porque si no, no les interesaría, pero que hay algo que no les deja sacarlo. Tiene que ver con el darte permiso, con la aceptación de ti misma, con el trabajo con tu cuerpo, todo lo que nos pesa porque es lo que nos han vendido y lo que marca nuestro estilo de vida. Vivimos desconectadas de nosotras mismas. Una vez que te detienes en ti, empiezas a hacer cosas que te hacen sentir mejor.
¿Qué es lo que diferencia tus talleres?
Lo primero es que parten de mi propia experiencia y también han ido creciendo. Ahora son cinco horas e incorporan temas nuevos como el trabajo de relación con tu propia menstruación o cómo nos afectan los ciclos a las mujeres, que es algo que tampoco se nos explican. Hay una parte que tiene que ver con tejer esas redes de mujeres y otra más dirigida a lo individual, a cómo te relacionas tú con tu cuerpo y tu placer.
¿Crees que a los hombres también les vendrían bien este tipo de iniciativas?
Es curioso, porque nosotras dedicamos mucho más tiempo a este tipo de cosas, pero al final seguimos siendo las más penalizadas. Claro que a los hombres también les vendría bien, porque ellos también pagan el pato del machismo. También tienen que cumplir con un rol establecido y si no son unas nenazas. La sensibilidad no les está permitida, incluso está mal vista. Me parece importante que haya grupos como el mío que trabajen con hombres. Un hombre que realizara ese trabajo de reflexión seguramente no infravaloraría a la mujer, porque si tú te conoces y te valoras, no tienes necesidad de situarte por encima de nadie.
Desde tu experiencia, ¿crees que estamos, como dicen, ante un resurgir del feminismo?
En los últimos dos años el activismo feminista ha crecido mucho, antes éramos cuatro gatos los que nos manifestábamos en las calles. Pero en la práctica ahora se hace más patente lo mucho que nos falta por conseguir. Seguimos unas cifras enormes de violencia machista, seguimos cobrando menos, sigue habiendo una hipersexualización de la mujer en los medios, pero, ojo, no vayas a ser tú la que lleves una vida sexual libre porque entonces eres calificada de ‘guarra’. Y si no, eres una ‘frígida’. ¿Qué podemos hacer? No seguir callando.
¿Cómo ves la situación de la mujer en un futuro próximo?
Objetivamente, no creo que yo vea la igualdad. Hay avances y retrocesos. Hace diez o quince años, por ejemplo, había muchos centros de planificación familiar y ahora ya no. No nos podemos relajar. Pero cada vez hay más mujeres emprendedoras, sea por necesidad o por decisión personal, que se alejan de las formas de negocio tradicionales porque no les encajan. También hay más gente que hace yoga, pilates, retiros de meditación, talleres de crecimiento personal, etcétera. Lo que quiere decir que sentimos una necesidad de parar, reflexionar y conocernos.
Te declaras una voraz lectora de autoras. ¿Qué libros que hayas leído este año nos recomiendas?
Uno básico es ‘Diario de un cuerpo’ de Erika Irusta. Es pedagoga menstrual y habla de cómo nos afecta la menstruación, así que su trabajo es fundamental para empezar a conectar con nuestros cuerpos. Este año también he releído ‘Luna Roja’, de Miranda Gray. Es complejo, pero está muy bien para entender las energías creativas de las mujeres. Y, por último, mi Biblia es ‘Mujeres que corren con lobos’ de Clarissa Pinkola, una psiquiatra que ha viajado por todo el mundo viviendo con tribus de mujeres y en este libro trabaja mucho con el arquetipo de mujer salvaje del que hablábamos antes, que viene de ella. Habla de energías, sabiduría ancestral, de recuperar nuestra esencia de mujer… Yo creo que tendríamos que sacar todo esto, así como dejar de lado la competitividad y tratarnos como hermanas, porque las redes de mujeres cambian el mundo.