“Que las mujeres podemos aspirar a todo es mentira”
Hablamos con Erika Irusta, autora de ‘Diario de un cuerpo’, sobre el cuerpo femenino, la menstruación y la maternidad
Erika Irusta se define como pedagoga menstrual. Es el mejor concepto que ha encontrado para explicar lo que hace, y es en realidad una definición bastante exacta, porque se dedica precisamente a eso: a explicar el ciclo menstrual. Lo hace a través de sus artículos y vídeos en elcaminorubi.com y la comunidad online Soy1Soy4. Hace poco ha publicado también el libro Diario de un cuerpo, un sincero viaje a través de su vida y sus ciclos menstruales. Esta redactora tiene que reconocer que si antes de leer el libro le hubieran preguntado por las cuatro fases del ciclo menstrual, la habrían pillado. Seguramente me lo explicaron alguna vez en el colegio, pero lo debí olvidar. Por lo que cuenta Irusta, no soy la única. De hecho, decidió dedicarse a hablar de estas cosas cuando se dio cuenta de las enormes lagunas que ella misma y la mayoría de las mujeres de su entorno tenían sobre su propio funcionamiento. “En general las mujeres no se empiezan a preocupar por lo que sucede en su cuerpo hasta que no se encuentran con una barriga gigante y un bebé dentro”, asegura. Las fases del ciclo menstrual son, por cierto, menstrual, folicular, ovulatoria y lútea. Y cada una de ellas nos afecta de forma distinta.
¿Por qué a estas alturas la menstruación sigue siendo un tabú?
Hay muchas posibles explicaciones, pero creo que todo se resume en que somos nosotras las que menstruamos. Si les pasase a ellos seguramente no sería un tabú. Como dijo Gloria Steinem en If men could menstruate [el famoso ensayo fue publicado en 1978 en la revista Ms], si los hombres menstruasen sería algo genial que los convertiría en seres superiores.
Y se sigue viendo como algo sucio
Nuestra sociedad judeo-cristiana ha transmitido esa idea de madres a hijas. Nuestras abuelas le decían a sus hijas cosas como que no había que lavarse la cabeza esos días. O nada; mi abuela no le explicó absolutamente nada a mi madre. Todavía estamos en un proceso que no es de normalización, eso podría llegar en el futuro, sino de abrir el armario, que entre el aire y enseñar cómo funcionan las cosas.
Cuando alguien habla del tema, como hizo la nadadora china en los últimos Juegos Olímpicos, se convierte en noticia.
Ella tocó dos puntos sensibles: habló de la menstruación y además dijo que por eso no pudo hacer su mejor tiempo. Se supone que cuando menstruamos también podemos montar a caballo, subirnos a los columpios y bailar con pantalones blancos con un tío que nos da vueltas. Eso dicen los anuncios. También muchas mujeres nos han transmitido que tiene que ser así, y nadie quiere ser menos. Ella dijo que cuando estaba menstruando no llegaba a su mejor marca. A muchas nos pasa, y tiene sentido. La menstruación tiene cosas buenas, pero quizá en su caso para nadar y competir a nivel olímpico no fuera lo mejor.
¿Reconocer que la menstruación afecta a nuestro rendimiento no es en realidad tirar piedras contra nuestro propio tejado?
El problema es que pensamos que los únicos cuerpos que tienen hormonas son los nuestros. En la Biblia, el cuerpo de la mujer se relaciona siempre con la materia, con la muerte, lo falible, lo volátil, lo incontrolable y lo perecedero. Mientras que el del hombre, el hijo de Adán -nosotras somos su costilla-, se relaciona con lo espiritual. Nuestra cultura parte de esa idea de que existe un cuerpo, el masculino, al que no le afecta nada del mundo terrenal, y otro, el de las mujeres, que, pobrecitas, vivimos condenadas a la madre naturaleza. Tenemos que romper con esa visión. Cuando me critican por decir que somos hormonas con patas no lo entiendo, porque lo somos. No hay un ser vivo que no esté sujeto a la ciclicidad ni a los cambios químicos, y esos cambios químicos se manifiestan de manera física, anímica y mental. Los ciclos de testosterona también existen. Si en el futuro se estudian bien, igual ser cíclico es de repente lo más. No es tirar piedras contra nuestro tejado, es señalar todos los tejados. Todos somos cochinos animales humanos.
En el libro recuerdas el caso de esa empresa británica que ofreció a sus empleadas la posibilidad de cogerse unos días libres durante su menstruación, pero parece que esa solución tampoco te convence.
No creo que haya una única solución. No puede ser que las mujeres tengan que trabajar con los dolores que algunas pueden llegar a sentir, ni tampoco que recursos humanos se meta en nuestras bragas y nos digan a las mujeres que descansemos esos días porque les han dado un cursillo de coaching menstrual y han descubierto que si descansamos, luego en preovulatoria tenemos un montón de energía. De nuevo es cosificar el cuerpo de la mujer, usándolo para producir más. Por eso defiendo el autoconocimiento y que sea la mujer la que gestione su propio cuerpo. La solución pasa por un diálogo social, y para eso las mujeres tenemos que saber cómo funcionamos realmente. Si me obligas a elegir, claro que prefiero lo de la empresa británica, pero tampoco creo que sea la solución. Tenemos que empezar a pensar fuera de la pecera.
¿Nos estamos olvidando de nuestros cuerpos?
Las mujeres tenemos un cuerpo, pero nunca hemos vivido en él. Ni siquiera sabemos cómo funciona. Por ejemplo, la eyaculación femenina. Nosotras también podemos eyacular, pero cuando te ocultan algo es como si no existiera. Siempre he visto el cuerpo femenino como uno de esos enormes edificios de la época modernista que están tapiados para que nadie entre pero que debieron ser increíbles. Creo que nuestro cuerpo es así: algo grande, con un montón de posibilidades, pero tapiado, porque vivimos de cuello para arriba. Además, lo tiene alquilado otra gente. Antes lo tenía en alquiler tu padre, que era el que te lo gestionaba hasta que se lo pasaba a tu marido, que tenía las llaves y lo compartía con el médico. Actualmente lo comparte también tu jefe. Cómo no, también los niños, y ni se te ocurra no querer niños. De hecho, el femenino es el único cuerpo sobre el que se permite legislar. Si a alguien se le ocurriera legislar sobre los cuerpos negros todo el mundo se echaría las manos a la cabeza, pero en los países que llamamos civilizados se legisla sobre el cuerpo de la mujer y no pasa nada.
¿A qué te refieres exactamente cuando dices que las mujeres somos seres vulnerables?
Con ser vulnerable me refiero a la posibilidad de ser vulneradas. Por nacer con vagina te ponen una etiqueta, y solo por eso vas a hacer cosas o a habitar en el mundo de una forma diferente. Nosotras somos susceptibles de ser vulneradas, y lo somos constantemente. ¿A qué mujer no la han intentado meter mano en el metro, la han mirado de una determinada manera, ha recibido comentarios de un jefe o vuelve tranquila a su casa a las cuatro de la mañana? Todo el que no sea un hombre blanco, con una determinada capacidad económica y de una parte concreta del mundo, es vulnerable. Pero para mí es importante también destacar el potencial que tiene la vulnerabilidad y el habitarte sabiendo el lugar que ocupas en el mundo. Una de las cosas que más daño me han hecho es que desde pequeña me dijeran que podía hacerlo todo y aspirar a todo, y eso es mentira. Decirle a una criatura que puede conseguir lo que desee me parece una crueldad. Cuando sabes que vives en un sistema en el que hay cosas que no puedes hacer y sabes cuál es tu sitio, entonces sí puedes transcender ese lugar. Puedes invertir tu energía en buscar una manera de llegar a donde quieras, porque siempre habrá brechas que te permitan colarte y hacerlo.
También dices que las mujeres pueden cuidarse a sí mismas o a sus hijos, pero no las dos cosas a la vez. Es una visión de la maternidad que puede resultar muy polémica.
Sí, lo sé, porque además yo he estado ahí. Estuve tres años queriendo ser madre, me quedé embarazada y lo perdí. Si alguien piensa que digo eso porque no puedo tener hijos no es verdad, mi pareja y yo somos jodidamente fértiles. Pero esa experiencia me sirvió para reflexionar en torno a la maternidad, que es algo que generalmente no se hace. Deberíamos pensar más sobre la posibilidad de tener hijos que sobre la de irnos de viaje o comprarnos un ordenador. Si quieres tener uno, date un tiempo y reflexiona sobre con quién lo vas a hacer y lo que va a suponer. Porque no podemos tenerlo todo, esa es la realidad. Me gustaría que no lo fuera, y de hecho trabajo para que no sea así, pero no vale perseguir un cambio con los ojos tapados y creyendo en los ositos de gominola. Si quieres triunfar en tu carrera, tener una criatura y pasar mucho tiempo con ella, mírate la cartera, porque es una cuestión económica.