Ana Morales, psicóloga especializada en nutrición: “Las emociones son el invitado que siempre se sienta con nosotros a la mesa y al que nunca tenemos en cuenta”
Según la experta, olvidarnos de las dietas y entender que nuestra relación con la comida es más compleja de lo que parece son las claves para alimentarnos (y vivir) mejor
Asegura Ana Morales que la obesidad y los trastornos de alimentación tienen que ver con muchas cosas… excepto con la comida. No entender eso, explica, nos hace fracasar continuamente en nuestros intentos de mantener hábitos de vida más saludables. La cultura de las dietas, la presión social y los estándares de belleza poco realistas contribuyen a empeorar todavía más las cosas. Ella lo ha vivido en sus propias carnes. Cuando se trasladó a Noruega por trabajo –además de psicóloga es geóloga— cayó en una depresión que, entre otras cosas, le hizo engordar treinta kilos. “Venía de una situación muy complicada, sufrí mobbing en mi anterior empresa y llegué a un país frío, donde la gente es más seca que en España. Además, coincidió con la muerte de mis padres. Todo se me hizo muy cuesta arriba y engordé tanto que no me reconocía ni en el espejo”. Fue entonces cuando decidió dar un giro a su carrera y centrase en la psicología con foco en la nutrición. “Lo pasé tan sumamente mal que entendí que mi propósito en la vida era ayudar a otras mujeres que estuvieran pasando por ese mismo calvario. Cuando tienes una enfermedad todo el mundo se vuelca contigo, pero si eres una persona con un problema de peso no solo no se ponen de tu lado, sino que te culpan. Es muy injusto. Incluso cuando vas al médico por el motivo que sea, lo primero que hacen es sacarte del cajón la dieta de 1.200 calorías y ponerte a régimen. Dejas de ser una persona para pasar a ser una gorda. Y parece que todo el mundo tiene derecho a juzgarte y decirte lo que tienes o no tienes que hacer”. Su programa de tratamiento se basa en la aceptación corporal (aceptación, que no resignación, matiza) y la eliminación de la culpa. También ha plasmado ese conocimiento en un libro, ¡Que buena estoy!: Tira las dietas a la basura y vive con salud emocional, que saldrá a la venta a finales de febrero.
¿Por qué la mayoría de las dietas fallan?
Fallan porque no podemos estar a dieta toda la vida. El cerebro está diseñado para la supervivencia y lo que entiende cuando te pones a dieta es que estás en mitad de la sabana sin un búfalo a la vista y te vas a morir de hambre. El organismo trata entonces de adaptarse reduciendo su consumo de energía y se pone en alerta para buscar comida. El metabolismo empieza a sufrir alteraciones y se ralentiza. De ahí la famosa frase “pero si es que hasta el aire me engorda”. Es verdad, el cuerpo trata de sacar toda la energía posible con un consumo mínimo. Por otro lado, empiezas a obsesionarte con la comida. Tu cerebro te bombardea constantemente con la idea de que tienes que comer, y el cerebro es capaz de acabar con la fuerza de voluntad de cualquiera. En la consulta me encuentro todos los días gente que se ha sacado tres carreras y dos másters, pero se siente incapaz de controlar su peso. Claro que no puede, porque no es un problema de fuerza de voluntad. Las dietas no funcionan porque nuestro cuerpo no está preparado para hacer dieta.
¿Qué papel juegan las emociones en nuestra relación con la comida?
Las emociones son el invitado que siempre se sienta con nosotros a la mesa y al que nunca tenemos en cuenta. Demonizamos la alimentación emocional porque comer porque estas triste o enfadado está muy mal visto, pero es algo que nos viene de serie. El papel de la comida no es solo nutricional. Los bebés lloran y, o los ponemos al pecho para que se calmen, o les damos el chupete, que al final activa el mismo mecanismo de succionar. Además, nos enseñan a recurrir a la comida para manejar las emociones. Cuando eres pequeño y te caes en el parque te dan una galleta o una bolsa de gusanitos para que se te pase. Si te portas bien, te compran un helado. Si te comes la comida, te dan postre. Esto puede hacer que llegue un momento en el que no sepas gestionar las emociones de otra forma que no sea comiendo. Como sociedad lo tenemos tan interiorizado que nos parece normal que cuando Bridget Jones se cabrea con su novio se meta un kilo de helado. Deberíamos enseñar a Bridget Jones a expresar sus emociones y no taparlas con helado. Tenemos que aprender a utilizar otras alternativas. Si estás triste, es mejor que escribas una carta vaciando todo lo que tienes en tu interior, llames a una amiga, te pongas vídeos de gatitos o un capítulo de Friends.
“Demonizamos la alimentación emocional porque comer porque estas triste o enfadado está muy mal visto, pero es algo que nos viene de serie”
¿Y cómo podemos gestionar la frustración y la ansiedad cuando queremos bajar de peso y no lo conseguimos?
La comida te provoca un chute de dopamina que hace que te sientas un poco mejor, aunque sea durante un periodo corto de tiempo. Cuando se nos pasa el subidón de dopamina llegan los sentimientos de culpa y vergüenza, y como no sabemos gestionar estos sentimientos, volvemos otra vez a comer. Es un círculo vicioso que se repite y que en algún momento hay que romper. ¿Cómo lo podemos hacer? En primer lugar, siendo más compasivas con nosotras mismas, porque somos nuestro peor enemigo. El primer paso es querernos un poco más. El segundo es aceptar la realidad. Yo puedo querer tener el cuerpo de Kate Moss, pero tengo que ser realista. Si a mis 51 años nunca lo tenido y mi constitución ósea es el doble de la suya, es imposible que me parezca a ella. Hay que hacer ese trabajo de aceptación, que no de resignación. Si hay algo de ti que no te gusta puedes trabajarlo, pero siendo consciente de la realidad.
Mucha gente piensa que la solución al sobrepeso es simple: comer menos y hacer más deporte. Eso de “menos plato y más zapato”. ¿Es así de sencillo?
Nuestro cuerpo no son matemáticas, influyen muchas más cosas. Hacer cargar a la persona que tiene sobrepeso con esa responsabilidad es tremendo. La obesidad y cualquier otro trastorno de alimentación va de todo menos de alimentación. Cuando empezamos a rascar vemos que la comida está tapando muchas cosas: gestión emocional inadecuada, soledad, no sentirnos suficientes, una mala relación... Detrás de los kilos de más puede haber muchos traumas y mucho dolor. Pueden ser una forma de llamar la atención o de protección. Si estoy gorda no me van a desear, nadie me va a tocar y no me va a hacer daño. Es otro de los motivos por los que las dietas no funcionan. Lo enfocamos mal, nos quedamos en la punta del iceberg y no se tratan esos traumas o esa gestión emocional inadecuada. Con las dietas pasa como con la fiebre. Lo primero que hacemos es tomarnos el paracetamol para bajarla, cuando la fiebre no es más que un síntoma de que algo en nuestro cuerpo está funcionando mal. Si no atajamos la infección, cuando se pase el efecto del paracetamol volverá a aparecer la fiebre. Con las dietas pasa lo mismo, cuando las dejamos los kilos vuelven. Mientras no trabajemos el problema de base ya puedes matarte sin comer o en el gimnasio que los kilos regresarán.
“La obesidad y cualquier otro trastorno de alimentación va de todo menos de alimentación”
¿Por qué nos cuesta tanto adquirir y mantener hábitos alimenticios saludables?
Porque el objetivo con el que lo hacemos es errado. Si nos planteamos ir al gimnasio con el único objetivo de perder peso, nuestro cerebro nos lo va a poner muy difícil. Pero si lo hacemos con el fin de sentirnos mejor y estar más sanos será distinto. Una vez marcados los objetivos hay que ser realistas y no querer pasar directamente de cero a cien. Hay que ir poco a poco. No puedes pretender de repente ir al gimnasio dos horas al día, igual que si no has comido verduras en tu vida no es factible empezar a hacerlo cinco veces al día. Otro error es empeñarnos en hacer cosas que no nos gustan. Si no te gusta correr, no lo vas a hacer, por muy bueno que sea. A veces somos muy inflexibles y tratamos de meternos de lleno en el hábito, cuando lo que hay que hacer es adaptarlo a nuestras costumbres.
¿Qué es la alimentación consciente y cómo podemos aplicarla?
Es, simplemente, comer con consciencia. Los bebés piden comida cuando tiene hambre y paran cuando dejan de tenerla, están tremendamente conectados con sus sensaciones de hambre y de saciedad. Según van creciendo les establecemos horarios, nos angustiamos porque no se acaban la comida y les insistimos para que se lo coman todo. Con tiempo nos vamos desconectando de esas sensaciones y dejamos de identificar cuando tenemos hambre de verdad y cuando solo es gusa. Tendríamos que pararnos a pensar si realmente necesitamos un plato tan grande o comernos un segundo. También volver a reconocer las señales de saciedad. Muchas veces nos ponemos a comer y no nos damos cuenta de que estamos llenos hasta que la comida no nos sale literalmente por la boca. Esto también tiene que ver con otra cosa importante, que es el comer rápido. Desde que la comida entra al estómago hasta que la sensación de saciedad llega a nuestro cerebro pasan aproximadamente 20 minutos. Hay que comer lento y disfrutar de la comida, mirarla, olerla, saborearla. De eso se trata el mindful eating, de disfrutar cada bocado. Cuanto más consciente eres de lo que comes, menos cantidad necesitarás comer.