Elena Morettini (Globant): "Si no tienen en cuenta la sostenibilidad, las industrias quedarán obsoletas"

Según la experta en sostenibilidad, las empresas serán sostenibles o no serán

Elena Morettini.

En 2020, coincidiendo con el inicio de la llamada ‘década de la acción’ para atajar la emergencia climática, Globant lanzó Sustainable Business Studio, una unidad para ayudar a sus clientes a crear legitimidad en la nueva economía verde. Para liderarla fichó a la italiana Elena Morettini. Doctora en Geoquímica por la Universidad de Lausana y experta en sostenibilidad, Morettini cuenta con una larga trayectoria en la industria energética (ha pasado por empresas como Shell, Repsol YPF, Badley Ashton y Fugro GeoConsulting). Además, ha sido vicepresidenta de las redes de investigación Marie Sklodowska Curie, dentro del programa Horizonte 2020 de la Unión Europea, y en 2018 lideró el task force sobre Energía, Eficiencia de Recursos y Sostenibilidad del foro B20. En su opinión, el camino al desarrollo sostenible pasa necesariamente por la innovación tecnológica.

¿Qué hace una consultora tecnológica asesorando a empresas sobre sostenibilidad?

La sostenibilidad es una nueva visión que debe tener cualquier negocio. Aquí solemos decir que no hay business si no es un sustainable business. Si no tienen en cuenta la sosteniblidad, las industrias quedarán obsoletas. Normalmente se articula en la parte ambiental (la E), la parte social (S) y la parte de organización empresarial (G). Por otro lado, siendo una compañía nativa digital, la sostenibilidad ha sido, sobre todo en la parte corporate, muy importante desde el comienzo. De hecho, Globant es carbon neutral desde 2020. La decisión de traer a alguien técnico para para crear un área dedicada a esta materia tenía sentido. Desde noviembre de 2020, cuando yo entré, hasta el día de hoy, hemos crecido mucho, y ha sido un gran placer ver cómo una tecnológica tenía mucho que aportar en ese ámbito. Si hay una commodity que no tenemos en materia de sostenibilidad es tiempo. La tecnología es el mayor acelerador y lo que permitirá escalar cualquier solución que pueda contrarrestar el cambio climático. Junto al cambio cultural, la tecnología es el vector más importante.

¿De qué formas concretas ayudáis desde Sustainable Business Studio a las organizaciones que quieran sumarse a la economía verde?

Trabajamos con distintos tipos de industrias que quieren tener una estrategia de sostenibilidad, desde las que lo necesitan por ley, como las energéticas, a otras como bancos o aseguradoras. Hacemos, en primer lugar, sendas de descarbonización. Proveemos de todo tipo de tecnología, desde cálculo de emisiones a plataformas que puedan integrar todos esos datos.  Aplicamos IoT, como drones para poder recoger datos a lo largo de toda la cadena de valor y enviarlos en tiempo real a una plataforma que, a través de blockchain, los registra y los hace incorruptibles, porque esos datos tienen que tener un elemento de incorruptibilidad. Si las emisiones que se han medido se incluyen en un Excel que, a través del correo, va yendo de una persona a otra, el factor de aleatoriedad puede ser infinito. El blockchain puede corroborar la seguridad de los datos que estamos monitoreando. En el caso de las empresas financieras también hacemos mucho screening de portfolio, porque cualquier banco, sobre todos los europeos, tienen que tener hoy unos indicadores ESG en función de lo que esponsoriza y financia. A final de año, la mayoría de las grandes empresas publican un reporte de sostenibilidad. Sea de forma obligatoria o voluntaria, el 70% lo hace o está pensando en hacerlo. Antes, el sistema de carga de datos era muy manual. Por un lado tenías los datos de emisiones, los datos de RSC, los datos de impacto social… Hoy esto se ha convertido en un data lake que es necesario crear y, de nuevo, garantizar de alguna forma. Nosotros ayudamos a las empresas a estructurar un data governance que resulta muy útil para simplificar el trabajo. 

¿Dónde deberían estar poniendo el foco las compañías que se planteen en serio pasar de las buenas intenciones a la acción?

Todos sabemos que los proyectos se clasifican y se eligen en función de un budget financiero, pero deberíamos entender que, además del financiero, cualquier actividad lleva asociado un presupuesto de emisiones que también es necesario tener en cuenta. El primer paso es hacer, para todos los proyectos, un budget de emisiones de tipo 1 y 2. Las emisiones de tipo 1 son las que están directamente asociadas a nuestro proceso de producción y las de tipo 2 son las vinculadas al consumo energético. Quien no considere estos dos parámetros, tiene que empezar a hacerlo. Incluso esta entrevista lleva asociado un budget de CO2. Es un concepto muy real, muy concreto y en el que casi nadie piensa. Luego hay otro tipo de cálculo mucho más complejo de hacer, que es el de las emisiones de la cadena de valor, donde entran los proveedores y los clientes. Esas son las emisiones de tipo 3. No las puedes calcular solo, tienes que trabajar con el data input de todas las iniciativas y organizaciones que forman parte de esa cadena de valor.

Imagino que de momento son pocas las empresas que tienen toda esa información y la gestionan.

La información de las emisiones de tipo 3, las que pertenecen a la cadena de valor, la tienen solamente las más avanzadas. La de las emisiones tipo 1 y 2, las vinculadas a la producción propia y el consumo de energía, cada vez más, sobre todo, las empresas europeas.

Sin duda la tecnología será fundamental para impulsar la transición ecológica, pero, por otra parte, el sector tecnológico también es un importante consumidor de energía. ¿Hay conciencia en esta industria sobre su impacto medioambiental?

El sector empieza a ser consciente. Nosotros hemos sido pioneros en lo que se llama green IT o sobriedad digital, que surge a partir del cálculo de la huella de carbono vinculada a la producción de nueva tecnología. La huella actual es muy grande y también lo es la de innovaciones como la inteligencia artificial. Hay un dato sorprendente, y es que de aquí a 2025, la industria tecnológica va a ser responsable de una cantidad de emisiones equivalentes a las de la industria de la aviación. El motivo es la democratización de la tecnología. Por suerte o por desgracia, de los 8.000 millones de habitantes del planeta, solamente viaja en avión el 20%, pero la mayoría hacemos uso de la tecnología. Nosotros ya estamos midiendo la huella de todas nuestras actividades y creo que, con la nueva tendencia de green IT, esto será común en la industria, aunque probablemente para ello todavía falten entre tres y cinco años.

Obviamente la sostenibilidad forma ahora parte del discurso de las empresas, pero ¿está igual de integrada en su cultura corporativa?

No es fácil responder a esta pregunta, porque el escenario es muy dinámico. Yo mismo me sigo sorprendiendo positivamente con alguna empresa pequeña y mediana y negativamente con alguna grande que ya tendría que estar trabajándolo, aunque fuera por una cuestión de compliance. Dicho esto, es algo difícil de cuantificar. Es cierto que ahora misma es una moda. Si tuviera que elegir las tendencias del momento, una sería la inteligencia artificial y la otra, la sostenibilidad. De hecho, la UE ha aconsejado a las empresas llevar a cabo las dos transformaciones, digital y sostenibilidad, a la vez. Es lo que llaman una twin transition. Hay mucho camino ya hecho y se está produciendo un cambio cultural muy importante hacia una economía más verde o circular. Ahora, si me preguntas si es auténtico, si todas las industrias están invirtiendo masivamente en esto como tendrían que estar haciendo, la respuesta es que todavía no. 

"La normativa tiene que ponerse al nivel de la innovación tecnológica para que podamos llegar a entender cómo contrarrestar las emisiones que estamos produciendo"

¿Qué empresas destacarías por su trabajo en este ámbito?

En comunicación y tecnología, las empresas del norte de Europa son las que más atención están prestando a los criterios ESG. Es importante hablar de las tres áreas y no solamente de medio ambiente, especialmente, de la parte de gobierno corporativo, porque es lo que define los recursos que se dedican a la parte de medio ambiente y social. Dos compañías que no tienen que ver con nuestro rubro, pero a las que siempre he admirado, son Engie e Ikea. Engie fue la que empezó la revolución de la transición energética en su sector, que es responsable del 60% de las emisiones. En el caso de Ikea, su modelo de negocio ha apuntado siempre hacia la minimización de su impacto ambiental. El impuesto al carbono en Suecia es de entre 100 y 130 dólares por tonelada de CO2. Es el precio más alto del mundo y, además, ayuda a financiar el modelo de bienestar social que tiene Suecia. Claramente, es un modelo claramente virtuoso. Por ende, es normal que sus empresas, que tradicionalmente han liderado este cambio cultural, sean las que estén marcando el camino.

¿Imaginabas, cuando estudiabas Geología y Geoquímica, que algún día trabajarías asesorando a empresas sobre sostenibilidad?

Yo empecé haciendo un doctorado en Geoquímica en Suiza y ahí trabajé mucho sobre la señal isotópica de los ríos. También me dediqué a hacer modelos paleoclimáticos. Desde que terminé de estudiar, todo apuntaba a que me dedicaría a algo relacionado con la salud del planeta. Y creo que, en mi oposición actual, el conocimiento técnico que tengo es importante. Los técnicos son los que tienen que decidir las medidas necesarias para contrarrestar el cambio climático. Esta es una materia sumamente técnica y son los perfiles científicos los que deben manejarla.

Durante tu carrera has trabajado en compañías y proyectos muy distintos. ¿Dónde sientes que has tenido un mayor impacto, más capacidad de cambiar las cosas?

Como europea, haber contribuido a dar forma al área científica europea ha sido un gran orgullo. Desde el punto de visto del impacto del resultado, el trabajo de diversidad e inclusión que ha hecho la industria energética latinoamericana la ha llevado a otro nivel. Hoy, todas las empresas del sector prestan una gran atención a la inclusión y la diversidad, siendo uno de los rubros con uno de los porcentajes de mujeres más bajo, normalmente, entre el 20% y el 22% Creo que haber fundado, por primera vez en Latinoamérica, un comité de este tipo ha dejado una gran huella, porque hemos conseguido cambiar la vida de muchas familias. Antes, por ejemplo, había padres que antes tenían licencias de paternidad de uno o dos días. De ahí, los permisos pasaron a una semana, a quince días y a tres semanas, siguiendo el modelo del norte de Europa. Otro logro que siento muy mío es haber demostrado al mundo del gas que podíamos producir energía haciéndonos cargo de nuestras emisiones. Y en el mundo de la tecnología, la práctica de green IT que estamos liderando desde Globant es algo que he empujado con fuerza.

¿En qué tecnología sostenible tienes puestas más esperanzas de cara a futuro?

Creo que las simulaciones y los modelos nos podrían hacer avanzar a pasos agigantados respecto a lo que es la simple medición. Medir es lo que pide la normativa hoy, pero el próximo paso, y es algo en lo que la tecnología nos va a ayudar mucho, es hacer modelos. El mundo no está acostumbrado a los modelos. Necesitamos el ejemplo concreto, el modelo nos suena a algo que no es tan real. Pero si estuviésemos modelando las emisiones de todas las industrias, cosas que la inteligencia artificial, si la guiamos, podría hacer perfectamente, nos estaríamos haciendo un gran favor. La normativa tiene que ponerse al nivel de la innovación tecnológica para que podamos llegar a entender cómo contrarrestar las emisiones que estamos produciendo a día de hoy. Son números que necesitamos sobre la mesa mucho antes del 2030. Hasta que no tengamos las cifras concretas, el problema será muy difícil cuantificar.

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