Así aprenden los niños a trabajar como en una empresa tecnológica
Los alumnos de un instituto de la Comunidad de Madrid lo experimentaron en primera persona gracias a uno de los talleres para niños organizados por Globant y MAS

Aunque todavía exista el mito del genio ermitaño que, desde la soledad de su garaje, desarrolla un producto revolucionario, lo cierto es que, en la mayoría de las ocasiones, la colaboración es lo que impulsa la innovación. La industria tecnológica es, en realidad, un juego de equipo que involucra, para cualquier proyecto, a profesionales de distintos perfiles: programadores, analistas de datos, diseñadores gráficos, expertos en SEO, redactores, especialistas en marketing, etcétera.
Para organizar el trabajo y obtener los mejores resultados, las empresas del sector utilizan distintas herramientas. Una de ellas es el Scrum, una metodología para la gestión de proyectos que permite obtener resultados rápidos en entornos cambiantes.
En uno de los talleres para niños organizados por Globant y Mujeres a Seguir, los alumnos del IES Marqués de Santillana, en Colmenar Viejo (Madrid), experimentaron en primera persona cómo se organizan para trabajar en equipo las empresas del sector tecnológico y aprendieron también cómo aplicar luego esto a su día a día.
Tras explicarles a los niños los principios del Scrum, Izaskun López-Samaniego, data strategist lead, y Cristian ‘Pusher’ Bietti, tech lead de Globant, organizaron a los niños en grupos y pidieron voluntarios para asumir los distintos roles (product owner, scrum master, equipo de desarrollo). Después les propusieron un reto: construir una ciudad con piezas de Lego, cumpliendo, eso sí, algunos requisitos. Debían incluir diferentes tipos de edificios (casas residenciales, edificios de oficinas, escuela o universidad, hospital o centro médico, comisaría) con determinadas características, zonas verdes, infraestructuras de transportes y servicios públicos (estación de bomberos, gasolinera, farolas). Para ellos tenían, además, un presupuesto (en este caso, un número de piezas) y un tiempo limitados. El reto se complicó cuando, a mitad de ese tiempo, a cada grupo se le planteó un requerimiento adicional, algo que, a última hora, tenían que incluir en su ciudad: un monumento, un centro comercial, un restaurante, un polideportivo, una biblioteca o una estación de tren. Porque en cualquier proyecto surgen imprevistos y no queda otra que afrontarlos.
El resultado, siete ciudades que (más o menos) cumplían los requisitos y una importante lección, porque los valores del scrum (comunicación, compromiso, capacidad de concentración y de adaptación) pueden resultar, sin duda, muy útiles en cualquier momento de la vida.
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