Sandra Miret, experta en cine: “Crecimos viendo películas de adolescentes que luchaban entre ellas para ser la más guapa y ganarse al chico”
En ‘Damas, villanas y lolitas’, Miret analiza cómo el cine y las series de las últimas décadas han construido nuestra visión del mundo

Cree que la ficción puede hacernos mejores, que los relatos que vemos y leemos cambian nuestra percepción del mundo. Por eso, Sandra Miret, divulgadora cultural y especialista en cine y género, defiende la importancia de que se hagan buenas películas, películas que representen bien a las mujeres, más allá de los arquetipos tradicionales: la dama en apuros, la novia, la madre, la rebelde, la lolita, la 'femme fatal', la guerrera, la mala, etcétera. Su primer ensayo, Damas, villanas y lolitas (Bruguera), es una mirada crítica a las películas y la series con las que crecimos y al papel que en ellas jugaron las mujeres, tanto delante como detrás de las cámaras.
El libro empieza con una pregunta: ¿la vida imita al cine o el cine imita a la vida? ¿A qué conclusión has llegado?
La conclusión va cambiando. He decidido que me puedo permitir ser incoherente y decir un día que la vida imita al cine y al siguiente que es el cine lo que imita la vida. En realidad da igual, sea cual sea la respuesta, la responsabilidad por parte del público y de los que crean las películas tiene que ser la misma. Es importante que se hagan buenas películas.
En el análisis que, desde una óptica feminista, haces de las películas que te han marcado, desde Disney hasta las comedias románticas, la mayoría no salen demasiado bien paradas. ¿No se salva nada, todo era tan malo?
No, va, lo que pasa es que yo he ido a machete señalando la misoginia. Hay que tener en cuenta que el revisionado histórico siempre se hace con intención. Si hiciera un revisionado de esas mismas películas con las que crecimos con otra lente, parecerían maravillosas. Las películas infantiles también nos enseñaron cosas importantes. Por ejemplo, cómo enfrentarnos al duelo. El cine con el que crecimos no era muy malo, es solo que tenía cosas muy malas.
¿Ha hecho Hollywood la mejor campaña de publicidad de los mitos del amor romántico de la historia?
Absolutamente. No solo el cine, toda la ficción ha hecho campaña por el amor romántico de forma brutal. También la literatura y, desde luego, la música. Afortunadamente, las cosas están cambiando un poquito. Empezamos a ver otras formas de amar en el cine. En realidad, esas historias ya existían, pero ahora llegan a más personas, quizá por las plataformas, quizá por un tema de conciencia o porque con las redes sociales se habla más.
Las películas no solo han moldeado nuestra forma de entender las relaciones de pareja, también nuestra relación con otras mujeres. ¿Qué papel ha jugado el cine a la hora de perpetuar el mito de que nosotras somos nuestras peores enemigas?
Mi generación se crio con un montón de ficciones que ocurrían en institutos de Estados Unidos, el país que por entonces era el ejemplo a seguir en todo, centradas en la rivalidad entre mujeres. Crecimos viendo películas y series de adolescentes que luchaban entre ellas para ser la más guapa y ganarse al chico. Era un rol que se repetía constantemente y es normal que lo quisiéramos imitar, para ser tan guay como esos personajes o vivir esas historias de amor. Si ves que algo se repite tanto, lo acabas normalizando.
¿Qué impacto han tenido el MeToo y la cuarta ola feminista en lo que se ve ahora en pantalla?
El feminismo siempre ha estado ahí, intentando cambiar las narrativas de la ficción, pero creo que hasta el MeToo ninguna ola había llegado realmente al cine. Eso ha tenido impacto prácticamente en todo: en la presencia de las mujeres detrás de cámaras, en la forma de plantear personajes femeninos, en cómo interactúan entre ellos, etcétera. Todo ha cambiado mucho, pero al mismo tiempo ha cambiado poco. Lo que vemos ahora parece muy distinto a lo que veíamos hace veinte o treinta años, pero si lo analizamos bien, vemos que a veces nos siguen colando lo mismo. Vamos por el buen camino, se han dado unos primeros pasos importantes, pero nos queda muchísimo por hacer.
El año pasado, por primera vez, hubo tantas mujeres como hombres entre los protagonistas de las películas más taquilleras del año. ¿Crees que es una casualidad o un cambio de tendencia?
Que haya un 50% de personajes femeninos en las películas más taquilleras está muy bien, pero habría que ver qué tipo de personajes son, en qué tipo de películas, de qué edades, si están hipersexualizados… El dato puede dar la falsa idea de que hemos llegado a una igualdad, de que ya somos un 50-50. Me pasa como con el test de Bechdel. Sirve para ver cuántas mujeres hay en la película, si interactúan entre ellas y si hablan de algo más allá de los hombres. Pero que una película cumpla esos requisitos no significa que represente bien a las mujeres. No nos podemos quedar en algo tan superficial como un porcentaje.
“El feminismo siempre ha intentado cambiar las narrativas de la ficción, pero hasta el MeToo ninguna ola había llegado realmente al cine”
Ese informe también hacía hincapié en el que el problema del edadismo, por ejemplo, sigue muy presente.
En Hollywood hay pánico a las mujeres con arrugas. En el cine se ven pocas mujeres de más de 50 años que no hayan pasado por algún retoque. Cuando aparecen, suele ser en películas más independientes, pero en el mainstream todas aparentan muchos menos años y son preciosas. Que Nicole Kidman ahora esté por todas partes es maravilloso, porque hace unos años ya estaría muertísima en esta industria, y que esté haciendo películas en las que se vea que a las mujeres, llegada cierta edad, les sigue gustando el sexo es importante. Pero también me gustaría que se vieran más personajes como el de Kate Winslet en Mare of Easttown o Jodie Foster en la última temporada de True detective. Recuerdo que cuando salió esa serie, [Carlos] Boyero comentó lo mal que había envejecido Jodie Foster y yo pensé ‘colega, ¿no te has mirado al espejo?’ Lo normal con los años es que la piel se caiga y lleguen las arrugas. Estaría muy bien que el cine empezase a mostrar la naturalidad de envejecer y de morir.
También sigue siendo noticia ver en pantalla cuerpos no normativos.¿Cómo viste la polémica que se montó con el personaje de Penélope en ‘Bridgerton’?
Me gustó mucho como lo gestionó ella [la actriz Nicola Coughlan]. En los pases de prensa constantemente le preguntaban por el tema utilizando eufemismos para no decir que estaba gorda y ella se lo llevó a su terreno con esa respuesta de que estaba orgullosa de formar parte de la comunidad de las mujeres con pechos perfectos. Sin decirlo explícitamente, todas sabíamos a lo que se estaba refiriendo y lo que había entre líneas. Es fuerte que ver un cuerpo gordo desnudo sea noticia, pero al mismo tiempo me parece normal que lo sea, porque es verdad que no solemos verlos. Lo malo es la forma en la que se trató esa noticia. Hay medios que lo hicieron muy bien y otros que, incluso intentando no caer en la gordofobia, terminaron haciéndolo. Tenemos que hacer un esfuerzo por ver en el cine otros cuerpos, otras razas, otros géneros y otras realidades que no se parecen a la nuestra. No solo porque eso nos enriquece y nos hace aprender, sino por una cuestión de reparación histórica. El cine no es solo entretenimiento. Si únicamente ves las películas que tu algoritmo te recomienda o que están en tu comfort place, estarás dejando de lado muchísimas oportunidades. Cuando eliges lo que ves, mandas un mensaje directo a las productoras, las distribuidoras y las plataformas. Si la peña blanca sigue optando por cierto tipo de cine, seguirán quedándose en los márgenes muchísimas películas muy interesantes. Los que pagamos las plataformas y las entradas al cine somos los que tenemos el poder.
"Me gustaría que se vieran más personajes como el de Kate Winslet en Mare of Easttown o Jodie Foster en la última temporada de True detective"
En el libro hablas de la importancia de que las personas excluidas cuenten sus historias. ¿Significa eso que un director blanco no puede hablar de racismo o que un actor hetero no puede interpretar un personaje gay?
Nunca dirigía que ‘no pueden’, pero eso es lo que llevamos haciendo toda la vida. De hecho, se sigue haciendo. Sería increíble que dejáramos espacio para que otras personas que no han podido ocuparlo antes contaran sus historias. Que un actor trans interprete a un personaje trans es importante. En primer lugar, porque se escriben pocos papeles de este tipo y si se los damos a actores cis, los actores trans se quedan sin trabajo. En cuanto a las narrativas, por supuesto que todo el mundo puede escribir de todo. Un hombre puede escribir una película de dos lesbianas que se enamoran. Pero ¿no sería más interesante que lo hiciese una mujer? Y todavía más interesante si lo hiciera una mujer lesbiana. Eso no significa que en caso de que seas una mujer racializada y lesbiana tengas que hacer una película sobre mujeres racializadas y lesbianas. Si lo quieres es contar la historia de un empresario blanco con depresión es igual de válido. Tenemos que bajarnos del podio de nuestros privilegios y dejar espacio a esas personas para que nos cuenten las historias que quieran.
¿Se puede tener conciencia de género y disfrutar de, por ejemplo, las comedias románticas?
Sí, claro que sí. Yo al menos disfruto muchísimo de todas las películas. Me sigo riendo, aunque a veces vea cosas que me hagan decir ‘madre mía’. Creo que se puede y que la gente que dice que no es porque le da muchísima pereza darse cuenta de que hay cosas que están mal.
¿Eres capaz de quitarte las gafas moradas al ir al cine?
En mi caso no son gafas, son lentillas que tengo pegadas a los ojos. No te las puedes quitar nunca. Todo lo ves con esa mirada, siendo consciente, por un lado, de tus privilegios y, por el otro, de cómo has estado oprimida. Cuando te pones las gafas por primera vez y te das cuenta de ciertas cosas es normal pasar por la etapa de querer quemar el mundo. Creo que nos han pasado a todas, te sientes engañada por este sistema heteropatriarcal en el que tú creías ser libre y feliz, y resulta que no. Pero luego aprendes a convivir con el sistema, aunque sea misógino, racista y muy injusto. En ese momento puedes encontrar un equilibrio entre detectar las cosas que no están bien y seguir disfrutando. Mi madre es un ejemplo maravilloso. Ella es de otra generación y me costó mucho hacerle ver según qué cosas. A ella le encanta las comedias románticas, cosa que me parece muy bien, y nos lo pasamos bien viéndolas juntas. Al principio era yo la que hacía los comentarios tipo ‘vaya lo que acaba de decir’ o ‘qué gordófobo es esto’, pero ahora a veces es ella la que lo hace. Eso no quita para que sigamos disfrutando esas películas.
El de los límites entre autor y obra es otro debate candente. ¿Puedes ver una película de Woody Allen o de Polanski sin pensar en las polémicas que rodean a sus creadores?
Desde mi punto de vista, el debate entre separar obra y artista se está llevando un poco regular. Se han eliminado todos los grises. Entre apoyar ciegamente a alguien y dejar de ver sus películas hay muchas opciones. Yo puedo ver películas de hombres que son auténticos monstruos, a veces tengo que hacerlo por mi trabajo, y cuánto más sé de ellos, más cositas veo en sus películas. Sabiendo que Woody Allen tiene su lado misógino, por ejemplo, veo a sus personajes femeninos jóvenes con otra mirada. El conocimiento te permite observar las cosas desde otro lugar. Luego está lo que yo opine de Woody Allen o lo que diga cuando recomiendo una película suya. Ahí entra la responsabilidad de cada uno. También reconozco que hay películas que hay películas que no puedo ver, como El último tango en París, porque ahí hubo una violación y es algo que me sobrepasa.
En el libro cuentas que de pequeña quería ser Cenicienta y de mayor Pretty Woman. ¿Qué personaje te gustaría ser ahora?
Qué difícil. Creo que Fiona [de Shrek] fue una muy buena princesa. Es verdad que tenía lo del amor romántico y los príncipes muy interiorizado, pero su evolución me parece increíble. Es curioso, porque si miro hacia atrás, encuentro muchos personajes femeninos que me gustaría ser. Los presentaban de una forma tan idílica, eran tan guapas, tan simpáticas y tan majas que cómo no querer ser ellas. En el cine actual hay más mujeres protagonistas, pero no me cambiaría por ninguna. Tienen cosas que me gustan y otras que no, y eso está muy bien, porque significa que son personajes más complejos y más realistas.
"Si la peña blanca sigue optando por cierto tipo de cine, seguirán quedándose en los márgenes muchísimas películas muy interesantes. Los que pagamos las plataformas y las entradas al cine somos los que tenemos el poder"
¿Qué pelis recomendarías ver con niños y adolescentes por cómo tratan la igualdad?
Barbie me parece una buena película para detectar cosas que están pasando ahora mismo. Te puede gustar más o menos, eso da igual –aunque a mí me guste mucho—, pero es una buena película para sentarte con adolescentes, ir parándola y comentando. Para niños más pequeños, Hechizados me parece estupenda. No aborda tanto temas de género, pero la protagonista es muy guay y trata muy bien el tema del divorcio, del que no se ha hablado mucho en la animación. Yo soy hija de padres separados y ojalá hubiera visto esta película cuando era pequeña, porque hubiese entendido muchas cosas.