De la invisibilidad a protagonizar la historia: así está cambiando la representación de las mujeres de más de 50 en el cine

Las actrices maduras brillan más que nunca en la gran pantalla

Nicole Kidman protagoniza 'Babygirl' junto a Harris Dickinson.

"Si eres una actriz de más de 50 años, hablamos de ‘regreso’. Si eres un actor de más de 50 años, estás a punto de interpretar al próximo novio de Sydney Sweeney”. La broma de la presentadora de la gala, Nikki Glaser, en los recientes Globos de Oro resume bien cómo funciona el edadismo de Hollywood, donde históricamente las mujeres que se acercaban al climaterio quedaban relegadas a roles secundarios, estereotipados o de poca relevancia, mientras que sus compañeros de quinta se convertían en ‘galanes maduros’ y eran emparejados con jovencitas.

Al recoger su premio como mejor actriz de comedia o musical en esa misma gala por su papel protagonista en La sustancia (un filme que precisamente critica cómo la industria cinematográfica descarta a las mujeres maduras), Demi Moore recordaba que en los inicios de su carrera le dijeron que ella era lo que se conoce como una estrella ‘palomitera’, es decir, que estaba destinada a hacer blockbusters y no películas de prestigio. Lo que también implicaba que tenía una fecha de caducidad y que al dejar de ser joven dejaría de recibir ofertas de trabajo. Afortunadamente, quien hiciera tal pronóstico ha acabado equivocándose, aunque durante tiempo no lo pareció. “Llevo mucho tiempo en esto, más de 45 años, y es la primera vez que gano algo como actriz”, reconoció ella en su discurso de agradecimiento. 

Moore es una de las actrices, como Jamie Lee Curtis, Jennifer Coolidge, Nicole Kidman, Michelle Yeoh, Meryl Streep y Cate Blanchett que, superada la cincuentena, viven el mejor momento de sus carreras. ¿Podría tratarse del principio de un cambio en la forma en la que las mujeres maduras son representadas en la gran pantalla? Un vistazo a la lista de nominadas en la otra categoría de mejor actriz, la de drama, en los Globos de Oro parece indicar que podría ser: Fernanda Torres (finalmente la ganadora), Pamela Anderson, Angelina Jolie, Nicole Kidman, Tilda Swinton y Kate Winslet. Todas rondan o han superado ya el medio siglo de vida.

Nicole Kidman lleva toda la temporada acumulando nominaciones y premios por su papel en Babygirl, filme en el que interpreta a una importante ejecutiva, casada y con hijos, que inicia una aventura secreta con su joven becario.  La australiana ha confesado que rodar este thriller erótico ha supuesto, en este momento de su vida, toda “una odisea emocional y sexual”. Al  recoger un premio en el Festival internacional de cine de Palms Springs (también le ha valido la Copa Volpi a la mejor interpretación femenina en el Festival de Venecia), habló de lo afortunada que se sentía por haber sido elegida para un papel como este.  Porque lo normal hubiera sido lo contrario, que la película tratara de un cincuentón liado con su becaria. O que los productores hubieran elegido a una actriz mucho más joven como protagonista.

Seguramente así habría sido si detrás de Babygirl no estuviera una mujer, la neerlandesa Halina Heijn. Tampoco parece probable que Demi Moore hubiera tenido una oportunidad como La sustancia de no llevar la película la firma de una mujer, la de la francesa Coralie Fargeat. Por fortuna, parece que por fin Hollywood ha comenzado a abrazar la idea de que las mujeres de más de 50 años pueden y deben ser las protagonistas de su historia, y contarla desde su punto de vista. Un cambio que, además, está abarcando todo tipo de géneros, desde dramas hasta comedias románticas, pasando por thrillers y películas de acción.

El camino que queda por delante es, en cualquier caso, largo. Según datos del Geena Davis Institute, tan solo el 25% de los personajes mayores de 50 años en el cine y la televisión son femeninos. Incluso cuando de interpretar a mujeres de esa edad se trataba, los estudios siempre han preferido encomendar la tarea a actrices mucho más jóvenes. En la icónica El graduado, por ejemplo, Anne Bancroft interpretaba a una madre de familia madura, aficionada al alcohol y al tabaco, que es infiel a su marido con el pretendiente de su hija. En el momento de filmar la película, Bancroft tenía 35 años, solo seis más que Dustin Hoffman, el ‘jovencito’ al que seducía y ocho más que Katharine Ross, su hija en la ficción.

Todavía más miga tenía el caso de Con la muerte en los talones. El protagonista Cary Grant se llevaba casi veinte años con su interés romántico en la película, Eva Marie Saint, mientras que su madre ficticia, Jessie Royce Landis, era solo siete años mayor que él. Cuando, unos años después, Stanley Donen le propuso a Grant formar pareja con una Audrey Hepburn veinticinco años más joven en Charada, hasta al actor, ya sesentón, le pareció una broma. Tanto es así que pidió que se incluyeran referencias a la diferencia de edad en el guion.

Pero no hace falta echar la vista tan atrás para ver decisiones de casting bastante locas. Angelina Jolie tenía 29 años cuando hizo de madre de Alejandro Magno en la película homónima dirigida de Oliver Stone… la misma edad que Colin Farrell, que interpretaba al conquistador.  Rizando el rizo, Nicole Kidman y Alexander Skarsgård pasaron de ser mujer y marido en Big little lies a madre e hijo en El hombre del norte inmediatamente después. La diferencia de edad entre ambos en la vida real es de solo 9 años.  

Hace un par de años, Naomi Watts contó el consejo que le dieron recién aterrizada en la meca del cine: “Me dijeron: 'Más te vale trabajar mucho porque todo se acaba a los 40, cuando ya no eres ‘follable’”. Otras actrices como Sharon Stone o Jennifer Lawrence han reconocido que lo de resultar ‘follable’ o no era un criterio de contratación para algunos productores, que debían pensar que superar cierto límite de edad o peso acababa automáticamente con cualquier rastro de atractivo sexual en las mujeres.  Por eso, llegada la cuarentena, las actrices quedaban relegadas al papel de ‘madre de’.  Y por eso a sus compañeros se les emparejaba con mujeres mucho más jóvenes.

Estos días es noticia que Nicole Kidman mantenga en pantalla una relación con un hombre mas joven, pero a nadie le sorprendió en su momento que a Sean Connery (68 años) hiciera pareja con Catherine Zeta-Jones (29) en La trampa.  Cuando rodaron Mejor... imposible, Jack Nicholson contaba 60 castañas, frente a los 34 años de Helen Hunt. Anne Heche contaba con 29 cuando interpretó al interés amoroso de Harrison Ford, que por entonces tenía 55 años, en Seis días, siete noches. En Un crimen perfecto, había una diferencia de casi tres décadas entre Michael Douglas y Gwyneth Paltrow, casi la misma que separaba a Robert Redford (56 años) y la ahora reivindicada Demi Moore (30) al estrenarse Una proposición indecente. En Magia a la luz de la luna, Emma Stone tenía 25 añitos y Colin Firth, 53. Y la lista podría continuar así hasta el infinito.

Solo el tiempo dirá si lo que estamos viviendo ahora es un verdadero un cambio de ciclo en la industria audiovisual. Que la industria empezara por fin a valorar la voz de las mujeres y a dejar de lado la idea de que cumplir años significa su declive sería una magnífica noticia. Entre otras cosas, porque no es verdad.

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