La delgada línea moral en el arte
Entre el puritanismo y el todo vale hay una amplia gama de grises
El Museo Thyssen inauguraba hace unos días una retrospectiva sobre Balthus que ha vuelto a poner sobre la mesa cuestiones candentes en los últimos tiempos como la relación entre moral y arte o los límites de la libertad de expresión.
En el caso concreto de Balthus la polémica se centra en sus cuadros con adolescentes semidesnudas en actitud sugerente, especialmente el famoso Teresa soñando. Hace un par de años ya se puso en marcha una campaña de firmas con el objetivo de que el MET retirara la obra o al menos incluyera un mensaje advirtiendo de que podía resultar ofensiva para algunas personas. El motivo es que la modelo, Teresa Blanchard, tenía 12 años cuando posó. El museo se negó a hacerlo. El cuadro se expone ahora, y hasta el próximo 26 de mayo, en el Thyssen junto a otras 46 obras del pintor francés.
“Reducir la pintura de Balthus solamente al aspecto de la polémica sexual es hacerlo muy superficial”, asegura Juan Ángel López-Manzanares, comisario de la exposición. “Comprendo el debate que se ha suscitado a raíz del MeToo, pero no se puede juzgar a Balthus en base a ello”. Para López-Manzanares, “hay que contextualizar e intentar comprender su obra dentro del entorno cultural y artístico de la época”. Y tener en cuenta su forma de entender la adolescencia. “Para Balthus la infancia era una época muy importante del desarrollo del ser humano y de la mujer. Veía la adolescencia como el momento de paso entre la inocencia de la infancia y la conciencia social y sexual de la madurez”.
A la hora de diseñar la exposición, el Thyssen ha planteado un recorrido cronológico, pasando por todas las etapas del artista. Además, durante el recorrido han incluido vídeos y textos explicativos junto a testimonios de algunas de las modelos que posaron para él. “Siempre dijeron que las trató con exquisitez, nunca hubo ningún comportamiento inapropiado por su parte”, puntualiza el comisario.
Muchos pintores, antes y después de Balthus, han retratado a adolescentes desnudas o protagonizando escenas eróticas. Incluso de violencia o violación. López-Manzanares argumenta que si estos cuadros en concreto levantan ampollas tiene también que ver con el estilo. “En las pinturas de Picasso y otros artistas de vanguardia podemos pensar que los desnudos son una alegoría, todo es más abstracto. En la obra de Balthus hay una sensación como de estar presente, hay un mayor realismo. Eso hace que nos sintamos un poco incómodos ante estas figuras, que aparentan ser verdad”, explica. Gina Driéguez, historiadora del arte y experta en filosofía, arte y literatura con perspectiva de género, indica que algo parecido pasa con Lolita, de Nabokov. “Es un libro tan bien escrito que sitúa al lector en el lugar del abusador, y eso ha ayudado a crear en el imaginario colectivo la imagen de la lolita que provoca y, hasta cierto punto, también ha ayudado a justificar el comportamiento del abusador, porque era ella la provocadora. No creo que cuando Nabokov escribiera este libro o que cuando muchos artistas pintaran sus obras quisieran decir que lo que retrataban estaba bien. El peligro está más en la conciencia colectiva que se ha creado a partir de ellas”.
Sea como fuere, Juan Ángel López-Manzanares opina que “criticar o censurar una pintura o a un pintor por lo que pinta parece casi propio de regímenes totalitarios”. Y a la hora de juzgar el arte, son los criterios artísticos los que deberían primar. “Ha habido artistas como Caravaggio acusados de asesinato, pero eso no quita para que su obra sea magnífica”, sostiene.
Driéguez opina, sin embargo, que este tipo de debates son positivos, tanto a nivel social como artístico, y no solo no restan sino que suman. “Que se cuestionen ciertas cosas o a ciertos artistas que siempre han formado parte del canon y han sido engrandecidos por el sistema del arte me parece interesante desde el punto de vista del feminismo y de la cultura, que al final sale enriquecida. Muchas veces cuando se explica la historia del arte se eluden ciertos temas. Entender que muchos artistas eran misóginos, machistas o maltratadores también nos da una perspectiva más completa de su obra. Nos ayuda a verla desde otro punto de vista”.
También ella coincide en que la censura no es la solución, aunque no tiene tan claro que trazar una línea que separe la obra del artista sea positivo, o incluso posible. “Obviamente te pueden gustar cosas que han hecho verdaderos monstruos. No creo que se tenga que dejar de valorar a un artista o a su obra por lo que ha hecho en su vida privada Si nos pusiésemos a retirar las obras de maltratadores seguramente nos quedaríamos sin buena parte del arte contemporáneo”, ironiza. “Pero tampoco podemos dejar de lado nuestros criterios morales a la hora de juzgar su trabajo. Creo que no se trata de retirar esas obras, sino de que cuando, por ejemplo, se explique la obra de Picasso se ofrezcan diferentes versiones y se ponga en cuestión la relación que tenía con las mujeres, que también se ve reflejada en sus obras. No se trata de minusvalorar, sino de releer y dar nuevos significados. Eso no saca a las obras de contexto. Al contrario. Ver que en esas ninfas de Balthus o en algunos retratos de Picasso hay una clara misoginia no resta valor al artista a nivel artístico o histórico, solo aporta una nueva visión”.
La cuestión se complica si hablamos de artistas vivos a los que se acusa de conductas cuestionables, incluso de delitos. Porque en ese caso apoyar su obra puede de algún modo ofrecerle un paraguas moral y también financiero para continuar con ese comportamiento. Según Drieguez, al final todo depende de un criterio personal. “Nuestra forma de pensar ha evolucionado mucho en muy poco tiempo. Ha sido una revolución que se producido en, como mucho, diez años. Yo ahora veo películas que en su momento me gustaron mucho, como por ejemplo Annie Hall, y pienso en cómo podía gustarme. Ya no puedo sentarme a ver un monólogo de Louis C.K. sin pensar en las cosas que ha hecho. No digo que se deba dejar de consumir su producción artística, pero también entiendo que la sociedad responda con un boicot pasivo a sus obras es normal, porque separar la obra no ya del artista, sino de la persona, es muy difícil”.
Y frente a los que critican al feminismo por un supuesto afán censor recuerda que la auténtica censura, la real “no está viniendo del movimiento feminista o del movimiento LGTBI, de los ‘ofendiditos’ como nos llaman. A quien se ha querido encarcelar es a un rapero que se ha tenido que exiliar por cantar canciones sobre el rey. Las obras que el año pasado retiraron de Arco son las que presentaban como presos políticos a los políticos catalanes. Los censores”, asegura, “siguen siendo los de arriba”.