Gemma Hortet, antropóloga y nutricionista: “Una sociedad que no apoya el ‘slow life’, el ‘mindfulness’ y el descanso está condenada a la enfermedad”
Hortet ha publicado ‘Alimenta tu vitalidad’, un libro para aprender a comer y sentirse con más energía

Cada vez hay más información relacionada con la alimentación. Programas de televisión especializados en el tema, cuentas de Instagram que ofrecen consejos para comer bien y publicaciones que recopilan técnicas de cocina y enseñan a escoger los alimentos adecuados. En este contexto, el libro Alimenta tu vitalidad, de Gemma Hortet, aporta un enfoque diferente. A lo largo de sus 250 páginas no se habla de modas, se prohíben alimentos o se recomienda el último superalimento ensalzado desde la industria. Como explica su autora, una antropóloga reconvertida en nutricionista, la idea del libro surgió después de tratar durante años a pacientes muy perdidos en temas de alimentación y salud. “No sabían reconocer cómo funcionaba su cuerpo y menos qué necesitan comer para equilibrarlo. La mayoría de las personas no prestamos atención a cómo somos o, mejor dicho, a cómo funciona nuestro cuerpo. Él nos va dando mensajes a diario, pero no hemos aprendido a escucharlo. Esto lo veía en la consulta a diario. También a personas que habían asociado cuidarse con pasarlo mal, dietas con restricción y salud con prohibiciones. Con Alimenta tu vitalidad quiero que la gente aprenda a leer su cuerpo, entienda qué tipo de constitución tiene, cómo eso determina sus funciones y cómo podemos optimizar cada cuerpo a través de las pautas de alimentación correctas”.
¿Qué influencia han tenido en tu carrera como dietista tus estudios de antropología?
Me han ayudado a comprender al ser humano en cada época, qué valor le da a su salud y qué estilo de vida prima según el paradigma cultural en el que nos movemos. Somos mucho más que un cuerpo, somos un ente social, somos comunidad. Lo que decide cada cultura que es bueno o no para comer está basado en su religión. Además, los aspectos socioeconómicos del país marcan la salud de los que viven allí y hasta su manera de pensar. Actualmente, en España estamos en una sociedad mayoritariamente laica, en la que prima el paradigma de la productividad, el ‘yes, we can’, un positivismo que nos está consumiendo completamente porque no nos deja descansar. El papel de la superwoman está sobrevalorado y el del multitasking también. No hacer nada está mal visto, estar en silencio parece de locos, dedicarse a masajear el rostro es de ociosos y disfrutar de tiempo libre, cosa de millonarios. Una sociedad que no apoya el slow life, el mindfulness y el descanso está condenada a la enfermedad. Así vamos, agotados e infelices intentando hacer o producir cada vez más sin ningún sentido.
¿Sabemos alimentarnos bien?
Tenemos una ligera idea por lo que vemos por televisión, lo que hemos escuchado en la radio o lo que hemos preguntado en consulta médica si padecemos alguna patología, pero nadie nos ha enseñado nunca a alimentarnos y menos a cocinar. Vivimos en plena ignorancia nutricional y nos hemos convertido en montadores de platos. Abrimos bolsas y elaboramos ensaladas o hervimos verduras o hacemos carne a la plancha. Los niños de hoy en día saben cómo se llama la última chuchería psicodélica del supermercado, pero no tienen ni idea de lo que es un cocido. Esto nos va a pasar factura. Lo que no se paga con tiempo o dinero lo vas a pagar con tu salud.
¿Comen mejor las mujeres que los hombres?
Comer bien o mal no depende del sexo, la clave es la familia. Si en tu casa tu madre se pasaba el día quejándose de lo aburrido que es cocinar y no cocinaba, tú probablemente tampoco lo harás. Los buenos hábitos de alimentación se aprenden por imitación, no tiene sentido dar de comer a tus hijos verduras y tortilla mientras tú comes pizza. Hay que educar en hábitos alimentarios y entender que se puede comer muy sano y delicioso, pero que esto pasa, la mayoría de las veces, por cocinar. También hay que reconocer que hay alimentos que pueden no sabernos tan deliciosos, pero son necesarios para nuestro cuerpo y que el ‘me gusta, no me gusta’ es infantilizar la comida. Con la comida, al igual que con la vida, hay que educar con madurez.
“Hay que educar en hábitos alimentarios y entender que se puede comer muy sano y delicioso, pero que esto pasa, la mayoría de las veces, por cocinar”.
¿Cómo influye la alimentación en aspectos como el sueño o el cansancio crónico?
Muchísimo, sobre todo, en dos aspectos: el momento en el que comemos y la calidad del alimento que consumimos. Tenemos los supermercados cargados de comestibles, pero hay pocos alimentos. Solemos comer muchos procesados, precocinados, embutidos, poca verdura de calidad, ningún caldo y poquísimo pescado azul. Los caldos y los cocidos son los platos por excelencia para tener vitalidad y energía. En estas preparaciones, los alimentos se descomponen y se vuelven altamente asimilables para nuestro organismo. Un caldo está cargado de proteínas, de colágeno, de calcio, de hierro, de vitaminas liposolubles… Es nutrición de la buena. Otro de los grandes problemas de hoy en día son los horarios. Comemos a cualquier hora, mucho y demasiadas veces. El cuerpo sigue los ritmos circadianos de la naturaleza. El sistema digestivo está activo gracias a los genes reloj que se activan con la luz a unas determinadas horas para poder digerir y absorber bien los alimentos. Hemos de comer de día para poder asimilar bien, pero hacemos justo lo contrario: desayunamos muy poco, comemos cualquier cosa rápida al mediodía y al llegar a casa por la noche nos damos el gran festín. En ese momento solemos compensar todo el estrés y carga emocional del día con alimentos llenos de dopamina y demasiada comida. Esto tiene una gran repercusión sobre el sueño y la energía, ya que de noche el sistema digestivo funciona a un ritmo muy lento. Necesitaremos al menos tres horas de digestión antes de ir a dormir. Si cenamos mucho y tarde nos iremos a la cama sin haber hecho la digestión y pasaremos una mala noche. Comer alimentos carentes de buenos nutrientes y comer de noche forman la pareja perfecta para padecer cansancio crónico e insomnio.
¿Cómo podemos potenciar nuestra vitalidad a través de la nutrición energética?
Tenemos que aplicar el sentido común: comer más caliente y cocinado durante los meses fríos y más ligero y fresco en los meses calurosos. Comer despacio, con pocas mezclas y dejando 4-5 horas entre las principales comidas también es importantísimo para que nuestro sistema digestivo haga bien sus funciones. A veces damos por sentado que el cuerpo puede con todo, y no es así. La nutrición energética, además, te ayuda a aprender a conocer cómo eres, cuáles son tus fortalezas y tus debilidades constitucionales para que a través de la alimentación puedas fortalecer lo que tienes débil y potenciar lo que te ayuda llevar mejor tu día a día.
¿Cómo la alimentación puede cambiar nuestra vida?
Se nos olvida que somos lo que comemos. Nuestro plasma sanguíneo cambia cada quince días, nuestra sangre a los cuatro meses y nuestras células producen una renovación celular total cada siete años. Si nos hacemos de lo que comemos, ahí está la respuesta. Empieza a cambiar tus hábitos de vida y alimentación hoy mismo y en cuatro meses ya notarás mejorías abismales. Al cabo de siete años, puedes haberte convertido en otra persona. El poder de la alimentación es enorme, sobre todo, si se adapta a lo que eres y necesitas. Cuando estamos atentos, podemos ver, por cómo reacciona nuestro cuerpo, si lo que hacemos nos va bien o no. Si nos despertamos alegres y con energía y podemos sobrellevar el día con sus vaivenes, lo que estamos haciendo nos va bien. Si empezamos a tener gases, frío, cansancio, dolor abdominal, hinchazón, estreñimiento, mala memoria, irritabilidad, entonces hemos de revisar qué estamos comiendo. Puede que no estemos ingiriendo lo que necesitamos, de la manera que necesitamos o en el momento en que lo necesitamos.
“Empieza a cambiar tus hábitos de vida y alimentación hoy mismo y en cuatro meses ya notarás mejorías abismales”.
Últimamente se haba mucho sobre la menopausia. ¿De qué hay que comer más y de qué menos a partir de los 50 años?
La menopausia es un momento vital de la mujer muy complejo. Se nos olvida que, hasta hace menos de cincuenta años, las mujeres pasaban muy poco tiempo de su vida sin menstruación, ya que la esperanza de vida era muy corta. Actualmente pasaremos más años de nuestra vida en menopausia que menstruando, y es muy importante que conozcamos a fondo lo que supone la caída de estrógenos y progesterona para nuestro cuerpo. La alimentación es clave en esta época, pero insuficiente para abordar toda la complejidad de este proceso vital en el que se desregula la temperatura corporal, se desestabiliza el estado de ánimo, aumenta el contorno de la cintura, disminuye nuestra protección cardiovascular, sentimos menos energía, tendemos a coger peso, aumenta la degeneración ósea y disminuye la hidratación de piel, cabello y mucosas, etcétera. ¿Hay que echarse a llorar? No, hay que prepararse lo antes posible, porque sabemos que llegar a ella lo mejor posible es clave para que todos esos síntomas nos afecten lo menos posible. A nivel de alimentación hay que aumentar, sobre todo, el consumo de pescados azules que son antiinflamatorios, protectores cardiovasculares y mejoran la calidad de las mucosas. También hay que aumentar el consumo de verduras, legumbres y frutas por sus grandes antioxidantes y reducir, sobre todo, embutidos, carnes rojas y alcohol.