María Pérez Espín, experta en vida sana: “Hemos normalizado tanto comer mal que comer bien ahora se considera hacer dieta”

En su nuevo libro, la ‘influencer’ da consejos sobre alimentación, actividad física, descanso o salud mental

María Pérez Espín.

Comía sano, hacía deporte, llevaba un reloj de esos que te controlan casi hasta lo que piensas y, pese a todo, María Pérez Espín no se encontraba bien. A menudo se sentía cansada, hinchada y de mal humor. Así que comenzó a investigar y a comprender que el auténtico bienestar no es sino la suma de muchos pequeños hábitos que pueden transformar tu salud, tu cuerpo y tu estado de ánimo. María Pérez Espín comparte lo aprendido en sus redes sociales, en su podcast ‘Con jengibre y limón’ (que hace junto a Sandra Moniño) y en sus libros. En el último, Empieza hoy y cambia tu vida para siempre (Editorial Montena) da consejos para cocinar y hacer una compra inteligente, motivarse para ser constante en el deporte, descansar mejor o gestionar el estrés.

¿Qué es más difícil, adoptar o mantener los buenos hábitos?

Es más difícil mantenerlos, pero en el libro insisto en la importancia de empezar hoy porque tendemos a posponer el empezar a cuidarnos. Hay que empezar hoy, no esperar al lunes ni a después de las vacaciones. Cuidarse debería ser un estilo de vida, no una etapa de tu vida. No me gusta nada ni la palabra dieta ni los planes organizados, porque no se pueden mantener a largo plazo. Controlar todo lo que comemos, contar gramos y calorías es insostenible en el tiempo, igual que las prohibiciones. Al final acabamos tirando la toalla y luego llega el efecto rebote. De lo que se trata es de mantener los buenos hábitos. Por eso hablo de la regla del 80-20%. Se trata de priorizar los hábitos saludables un 80% del tiempo y relajarse un poco más el 20% restante, que pueden ser los fines de semana, las vacaciones, los días de Navidad, los cumpleaños con amigos... Una vez que aprendes a hacer buenas elecciones y a notar los infinitos beneficios que una alimentación saludable tiene, muchas veces del 80-20% pasamos sin darnos cuenta al 90-10%. Cuando salgas a comer, pedirás los calamares a la plancha y no a la romana porque habrás visto que te sientan mejor. Eso es un estilo de vida saludable.

En el libro cuentas que empezaste este proceso porque te encontrabas mal y no sabías bien por qué. ¿Qué hábitos nuevos te han ayudado más a mejorar tu salud?

Antes tenía muchísimos problemas intestinales. Me sentía siempre pesada, cansada, hinchada... Me hice todo tipo de pruebas y todas dieron negativo. Fue entonces cuando me di cuenta de que gran parte de mi problema tenía que ver con la conexión intestino-cerebro. Yo ya cuidaba la alimentación, porque en mi casa he tenido muy buen ejemplo, mis padres siempre han comido sano y es algo que había normalizado, pero también tenía una gran carga de estrés y uns muy mala gestión emocional. Empezar a cuidar mi salud mental fue el mayor cambio que hice.

¿Cómo funciona esa conexión intestino-cerebro?

Muchos estudios desde el ámbito de la nutrición y la psicología demuestran que cómo estamos a nivel anímico influye en las digestiones y los problemas intestinales. Para que una cosa funcione, hay que cuidar la otra. Si lo piensas, es normal que cuando recibimos una noticia o hay algo que nos pone nerviosos, se nos quite el hambre o nos entre diarrea. Yo notaba que cuando más carga emocional tenía es cuando peor me encontraba, aunque cuidara más la alimentación. 

¿Cuál es la clave para alimentarnos mejor?

La clave de una alimentación saludable es la comida real. Se trata de elegir alimentos que nos aporten vitaminas y nutrientes en lugar de tanta comida ultraprocesada. Al final es lo que comían nuestros abuelos: fruta, verdura, huevos, carne, pescado, grasas buenas como el aguacate o los frutos secos... Quizá una napolitana con chocolate y una tostada con aguacate, rúcula, tomate y huevo tengan las mismas calorías, pero la tostada te va a saciar y a aportar nutrientes, y la napolitana no te aporta nada, solo te va provocar inflamación y a la media hora vas a tener más hambre. No hace falta comer pechuga a la plancha y lechuga todos los días, que es lo que la gente entiende por alimentación saludable. Hemos normalizado tanto comer mal que comer bien ahora se considera hacer dieta. Si vas a comer con amigos y de postre eliges piña en lugar de tarta, simplemente porque te apetece, es probable que te pregunten si estás a dieta. Lo mismo si te llevas una ensalada para comer a la oficina. Cuando eliges comer bien, la gente tiende a pensar que lo que quieres es perder peso, no que es una cuestión de salud y que lo que quieres es encontrarte bien.

También desde la industria alimentaria se contribuye a la confusión con tantas etiquetas de bio, sin gluten, orgánico, bajo en grasas…

Por eso en el libro dedico un capítulo a aprender a leer etiquetas y a planificar una lista de la compra. Es verdad que a menudo nos dejamos guiar por el marketing. Si miras la etiqueta de muchos productos que prometen ayudarnos a bajar el colesterol o reforzar nuestras defensas, el primer ingrediente es el azúcar. Lo que nos va a ayudar a mejorar nuestro colesterol y nuestras defensas no es un botecito de un bebible con sabor a azúcar, sino los frutos secos, la fruta y la verdura real. Incluso si vas a comprar un bote de espárragos, en algunas marcas el segundo ingrediente es el azúcar, mientras que otros son únicamente espárragos y agua. Lo mismo pasa con el jamón de york o los quesos, la diferencia entre unos y otros puede ser abismal. Un queso no debería llevar más que leche, cuajo y sal. Mirar las etiquetas no cuesta tanto, una vez que has identificado las marcas que no usan azúcar, colorantes o aditivos, puedes ir directamente a ellas. Saber comprar es importante.

"Lo que nos va a ayudar a mejorar nuestro colesterol y nuestras defensas no es un botecito de un bebible con sabor a azúcar, sino los frutos secos, la fruta y la verdura real".

La actividad física también es importante, pero ¿qué pasa si no te gusta o no tienes tiempo para el deporte?

Una seguidora me escribió una vez por Instagram para decirme “pues mi abuelo no hacía deporte y vivió hasta los cien años”. Y puede ser, pero seguramente su abuelo trabajaba en el campo, subía las escaleras andando, usaba la bicicleta e iba andando a ver a los vecinos. Ahora trabajamos delante de un ordenador ocho horas, aparcamos en la puerta, utilizamos el ascensor y al llegar a casa nos sentamos en el sofá y nos hacemos un maratón de series. Nos obligamos a buscar una hora para hacer deporte de forma obligatoria porque entre el trabajo y el ajetreo diario es casi imposible. Esa hora de deporte, bien en un gimnasio, bien haciendo yoga, pilates, zumba o lo que nos guste, es maravillosa, pero también puede serlo activar el movimiento durante el día: aparcar más lejos del trabajo, cambiar el ascensor por las escaleras, ir andando a hacer la compra y cargar peso o poner música al limpiar, porque eso te va a ayudar a hacerlo de forma activa. Yo también trabajo sentada delante del ordenador, pero cada media horita intento levantarme, aunque sea a beber agua o a estirarme. Y me da la misma pereza que al resto madrugar para hacer deporte, pero noto los beneficios, lo bien que me encuentro después de hacerlo, así que lo priorizo.  

Muchas veces nos centramos en la alimentación y el deporte y no damos al sueño la importancia que tiene. ¿Qué es el ‘clean sleep’ del que hablas?

Muchas veces confundimos dormir con descansar. Puedes dormir nueve horas y levantarte cansado. Yo le doy mucha importancia al control de los ciclos circadianos. Estamos tan expuestos a las tecnologías y las pantallas que al final nos acostamos con el móvil en la cara y la pantalla del móvil es una luz azul que nuestro cerebro detecta como luz del sol. Tenemos que acostumbrarnos a, en la medida de lo posible, acostarnos a la misma hora, cenar pronto, crear un entorno agradable en el dormitorio con una temperatura adecuada y evitar las pantallas al menos una hora antes de dormir. También es importante exponernos al sol durante el día, porque nos metemos en una oficina con luz blanca y el cuerpo no sabe si son las 6 de la mañana o las 5 de la tarde. Debemos intentar dar un paseo por la mañana o al menos subir la persiana y mirar al amanecer para ayudar al cerebro a detectar los ciclos circadianos y que sepa cuando es la hora de levantarse y de acostarse.

"Ir al psicólogo es igual de importante que ir al dentista o a cualquier otro médico, deberíamos hacerlo al menos una vez al mes"

¿Qué técnicas o herramientas te han ayudado a mejorar la gestión emocional?

Por ejemplo, cada vez que me sentaba a comer me obligaba a masticar lentamente y a dejar el móvil. Antes, muchas veces comía una ensalada mientras trabajaba con el portátil o viendo el televisor. La atención plena al comer es importante. Otra cosa que me funcionó es, dentro de esos 30 o 40 minutos que dedicaba al deporte cada mañana, hacer cinco o diez minutos de respiraciones y estiramientos relajantes. También intento dedicar unos minutos a respirar profundamente cuando voy en el coche, lo que, además, me ha ayudado a estar más presente en el momento, porque antes iba conduciendo a los sitios y luego no recordaba cómo había llegado. También he ralentizado mi ritmo, porque antes iba a todos los sitios corriendo. Ahora me obligo a andar y hacer las cosas más despacio. Y, por supuesto, ir al psicólogo. Creo que ir al psicólogo es igual de importante que ir al dentista o a cualquier otro médico, deberíamos hacerlo al menos una vez al mes. Yo antes llevaba uno de esos relojes inteligentes que contaban las calorías, los pasos que daba, las horas que dormía…. Para una persona tan controladora y autoexigente como yo, se convirtió en una obsesión. A petición de mi psicóloga me lo quité y eso me cambió la vida. Tenemos que intentar identificar lo que nos estresa. Cuando lo que nos estresa es el trabajo, es más complicado, porque todos necesitamos trabajar para vivir, pero podemos intentar llevarlo lo mejor posible y darnos cuenta de que no pasa nada si necesitas diez minutos en lugar de cinco para hacer algo o que lo no hagas hoy lo puedes hacer mañana.

¿Qué papel juegan las relaciones sociales en ese bienestar?

En una época de mi vida me obligaba a quedar con gente a la gente que no quería ver y hacía planes que no me apetecían. En general, tenemos mucho miedo a decir que no a los otros, porque la mayoría somos cumplidores por naturaleza y nos da miedo lo que piensen de nosotros. Empezar a elegir con quién me juntaba fue otra cosa que me ayudó a mejorar la gestión de mis emociones. La familia no se elige, pero los amigos sí, y yo ahora elijo a gente que me hacen sentir cómoda, feliz, que me suma y a la que le gusta los mismos planes que a mí.

¿Cómo te encuentras ahora?

Pues bien, la verdad. La vida perfecta no existe y como todos, tengo días fatales, pero he notado mucho todos estos cambios y he comprobado que los buenos hábitos se traducen en bienestar físico y bienestar. Ahora estoy embarazada y pienso mucho en cómo aplicar todos esos buenos hábitos a la crianza del bebé que viene de camino.

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