Xuan Lan, experta en bienestar: “El bienestar no es una competición, aquí no hay medallas”
La popular profesora de yoga ha estrenado en Filmin ‘Reset’, una serie documental sobre su experiencia en algunos de los mejores retiros del mundo

Xuan Lan habla un castellano impecable con un suave acento francés (aunque de origen vietnamita, nació y creció en París). Charlando transmite la misma calma que en sus clases de yoga, disciplina que descubrió por casualidad hace unos veinticinco años, cuando era una ocupada ejecutiva en Nueva York. Al principio era solo un hobby, pero Xuan fue poco a poco metiéndose en ese mundo, hasta el punto de tomar la decisión de dedicarse profesionalmente a él. Ya instalada en Barcelona montó su plataforma de yoga y bienestar, con la que busca hacer llegar este estilo de vida a más gente. Desde entonces ha sido también una de las promotoras del movimiento FreeYoga en España, ha colaborado en Operación Triunfo y ha publicado tres libros: Mi diario de yoga, Yoga para mi bienestar y la autobiografía La buena hija vietnamita. Su último proyecto es Reset, una serie documental que acaba de estrenar en Filmin. En cada uno de sus tres episodios, Xuan Lan visita tres de los mejores retiros del mundo (en Sri Lanka, Mallorca y México) para descubrir como el yoga, la meditación, las terapias tradicionales y el contacto con la naturaleza puede ayudarnos a mejorar nuestra vida. “Mi marido y yo llevamos más de veinte años viajando juntos a retiros de yoga y hemos descubierto el mundo y a través de ellos”, explica. “Este proyecto nace de mi deseo de enseñar a la gente otra manera de viajar y cómo hacer unas vacaciones conscientes para cuidarse”.
Cuando llegas al primer retiro se ve que vas mucho más acelerada que los huéspedes que lleva un tiempo allí. Se nota incluso en la forma de moverte. ¿Qué es lo que más te cuesta al llegar a un retiro: bajar el ritmo, la desconexión digital, acostumbrarte a los ciclos de la naturaleza…?
Lo más difícil para mí, y creo que para todos, es desconectar del móvil. Es como una especie de adicción y en los primeros días cuesta deshacerse de ella. En el caso del retiro del primer capítulo, el sitio no tiene conexión a internet ni electricidad, lo que lo hizo más fácil. Tenemos que intentar deshacernos del FOMO, del miedo a perdernos cosas, y darnos cuenta de que desconectar es una elección y una renuncia que hacemos para sentirnos mejor. Pero para mí el móvil es una herramienta de trabajo y siempre me cuesta un poco dejarlo. También desacelerar y ralentizar el ritmo. En estos sitios no hay prisa para nada. Lo normal cuando llegas es querer ver el calendario de actividades, pero no son resorts llenos de ocupaciones. Tienes una clase de yoga a tal hora, una comida, otra clase de yoga y el resto es tiempo libre para descansar y no hacer. De lo que se trata es de aprender a estar en silencio con nosotros mismos para escucharnos y reconectar con nuestra esencia en lugar de con el exterior.
Pero no hacer nada puede ser algo dificilísimo.
Sí, porque no estamos acostumbrados a ello. Estirarte en una playa y mirar al mar sin leer ni usar el móvil, solo mirando las olas, parece difícil. Deberíamos dedicar el poco tiempo de vacaciones que tenemos a aprender a disfrutar el momento presente. En el segundo capítulo, Pablo D’Ors, que es experto en vida espiritual y meditación, lo explica muy bien.
No todo el mundo puede irse a un retiro para desconectar y hacer ese ‘detox’ mental y físico. ¿Es posible conseguirlo un efecto parecido en nuestra rutina diaria?
Lo puedes conseguir si meditas regularmente y haces ejercicio o yoga. Yo no llamaría a eso reset, sino mantenimiento de la buena salud mental y física, que en realidad es lo más importante. Alguien que tenga una vida mental, física, espiritual y emocional saludable, casi no necesita reset. Es necesario cuando nos hemos sobrecargado o si sentimos que necesitamos más tiempo para ralentizar o escucharnos a nosotros mismo. En esos casos retirarse a un lugar tranquilo en la naturaleza puede ayudarnos a conseguirlo. Tampoco tiene que ser en Sri Lanka o México, puede ser una cabaña o una casa rural en un lugar cercano donde podamos comer bien, hacer ejercicio, meditar. Olvidarnos del móvil y, sobre todo, no hacer. No se trata de viajar muy lejos.
¿Cómo han cambiado el yoga y la meditación tu vida?
En mi caso lo han cambiado todo, aunque ese cambio llevó un tiempo. Empecé a hacer yoga en el año 2000 en Nueva York. Poco a poco me fui dando cuenta de que me aportaba cierta paz, que me hacía sentir más en armonía conmigo misma, pero no fue hasta que me formé como profesora que entendí todos los beneficios de sus herramientas: las posturas, la respiración y la meditación. Detrás del yoga hay una espiritualidad y una filosofía que también me parecen muy interesantes. Después de este trabajo de profundizar en la práctica, decidí cambiar de vida profesional y dedicarme al yoga y la divulgación, con la misión de que más gente pudiera disfrutar de esta disciplina. Tardé diez años en tomar la decisión. Ahora es mi trabajo, pero también la base de mi vida personal. El yoga siempre está conmigo, no solo cuando estoy en la esterilla.
¿Echas algo de menos de tu vida anterior, de la época en la que trabajabas en el mundo financiero?
La verdad es que no, nunca he mirado atrás. Fueron unos años felices. Puedo decir que aprendí mucho, hice amigos y fue interesante, pero no me llenaba a nivel personal, espiritual ni emocional. La flexibilidad que tengo ahora y el que mi trabajo tenga un impacto positivo en otras personas es para mí muy importante. Ahora tengo un propósito.
En estos años habrás visto cómo crecía el interés en torno a la llamada ‘cultura del bienestar’. Pero ¿se está traduciendo eso en un cambio real de hábitos?
En una parte de la población sí y en otra no. Cada vez hay más gente que ha llegado a un burnout, una depresión o una crisis de ansiedad o que tiene cerca a alguien que ha pasado por ello. El hecho de que nos demos cuenta de que ese riesgo existe está haciendo que decidamos tomar las riendas de nuestra vida y nos responsabilicemos de nuestra salud. La gente que es consciente de que necesita cuidarse tiene ahora la suerte de contar con muchísima información a su disposición y de poder elegir. No todo el mundo quiere hacer yoga, hay quien prefiere salir a correr, ni todo el mundo medita, algunos prefieren recurrir al mindfulness o a otras formas de cuidar su mente.
"Tenemos que aprender a escuchar a nuestro cuerpo y a no compararnos con los demás, a mirar más hacia dentro y menos hacia fuera".
Es verdad que ahora hay muchísimo contenido sobre bienestar en redes, pero en algunos perfiles se muestran rutinas de alimentación, deporte y sueño imposibles para la mayoría. ¿En qué punto esa cultura del bienestar puede acabar resultando tóxica, creando expectativas poco realistas y convirtiéndose en otra fuente de presión?
Yo no veo el bienestar como una forma de presión, lo que no quiere decir que siempre sea fácil o un placer. Caminar tantos pasos al día puede convertirse en una obligación, pero es algo bueno para ti. Todos debemos responsabilizarnos de nuestra salud y hacer un esfuerzo. Pero también hay muchas formas de hacerlo. En lugar de caminar, puedes elegir subir las escaleras, bajarte del autobús una parada antes, ir al gimnasio, practicar el deporte que te guste o bailar. Si no quieres meditar sentado en un cojín, ponte un podcast cuando vas en el autobús. Tenemos muchas opciones, por eso para mí no hay excusas para no cuidarse. La presión se la pone uno mismo. Igual que con el yoga, cada uno tiene que saber hasta dónde puede llegar, porque todos los cuerpos son distintos. Yo con el tiempo he aprendido a relajarme, si un día no he podido seguir mi rutina, no pasa nada, mañana la haré. No voy a frustrarme ni a culparme por ello, pero sí me impongo la obligación de hacerlo al día siguiente para no acabar cayendo en la procrastinación. Tenemos que aprender a escuchar a nuestro cuerpo y a no compararnos con los demás, a mirar más hacia dentro y menos hacia fuera. Esto no es una competición, aquí no hay medallas. En el bienestar no hay ‘likes’. Ni las redes sociales ni tus amigos deberían ser una fuente de presión en ese sentido. Y si tus amigos lo son, es que no son buenos amigos.
¿Cómo es tu día a día?
No me levanto muy temprano, porque intento priorizar tanto la cantidad como la calidad de mi sueño. Es algo que luego noto en mi energía, mi piel y hasta mi humor. Me despierto sobre las 7.30 horas, me tomo un café y puede que después, nunca antes, encienda el móvil. Luego saco a mi perrita a un paseo largo de una hora y después hago yoga o desayuno. Durante el día tengo reuniones con mi equipo o doy clases. Ahora somos muchos profesores y no doy tantas clases, pero un par de días a la semana tengo rodaje. Por la tarde vuelvo a sacar a mi perrita, que es un cachorro y me ocupa bastante tiempo. Le dedico hora y media o dos horas cada día, y el tiempo que estoy con ella no llevo el móvil, es un momento de desconexión. También suelo ir al súper. Intento cocina ligero, fácil y natural, no soy de cocinar complicado entre semana. Y poca cosa más. Me voy a la cama sobre las 11 para leer media hora. Me gusta tener siempre tres libros que voy rotando en función de mi cansancio: una novela en francés, un libro relacionado con el trabajo, porque cada mes entrevisto a un experto en bienestar, psicología o medio ambiente, y tengo que leer sus libros, y otro de un tema que me guste para seguir aprendiendo. Esa es mi rutina, pero como también tengo muchos viajes, compromisos de conferencias o colaboraciones con marcas, a menudo la tengo que adaptar. Trabajo mucho, pero llevo una vida bastante tranquila, y me encanta lo que hago.