Isabel Espiñeira, la abuela gallega de 85 años convertida en 'influencer'
Lo que empezó como una 'mentirijilla' de su nieta ha devenido en una floreciente carrera como modelo

Nunca imaginó que, a estas alturas de la vida, estaría protagonizando sesiones de fotos, viajando a Madrid y Barcelona para hacer campañas publicitarias o que gente que la sigue por Instagram la reconocería por la calle, pero eso es lo que le está pasando a una señora gallega (de Ferrol para más señas), que a sus 85 años se ha convertido en modelo e influencer. Isabel Espiñeira es la protagonista de @not_yourgranny, un perfil que demuestra que la belleza y el estilo no entienden de edad.
Todo empezó, explica, con una “mentirijilla” que le contó su nieta. Esa nieta se llama Elena Herrero y ahora trabaja en moda en Londres. Cuando estudiaba diseño y estilismo, allá por 2018, les pidió ayuda a sus abuelos para un trabajo de clase. “Me preguntó si podía sacarme una foto, y yo, como siempre, le dije que sí. Estoy dispuesta para todo. El abuelo no, el abuelo siempre tenía el no en la boca, pero yo le insistí, y como él me hacía mucho caso y era muy complaciente, terminó accediendo. Le dijimos que era para nota, claro, no se podía negar”, recuerda Espiñeira.
La sesión fue improvisada en las escaleras del edificio donde vivían. “Sacamos una silla, ella le puso unas botas al abuelo, una camisola de cuadros, una visera de esas que usan los chicos jóvenes. Él, que falleció hace un par de años, era un hombre muy elegante, cualquier cosa le quedaba bien. Yo lo miraba y le decía: ‘pero qué guapo estás’. A los hombres eso les llega al alma”, relata. Cuando Isabel Espiñeira vio las fotos que su nieta les había hecho a ella y su marido le encantó el resultado. “Le dije: ‘Pero si tienes magia en el móvil’”.
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A la nieta también le gustaron tanto que decidió seguir explotando la excusa del trabajo de clase y continuar así con las sesiones. Nuevas fotos, nuevos estilismos, nuevas escenas. Hasta que llegó el momento de la verdad. “Tuvo que descubrirse. Le dijo al abuelo que no era para nota, que era porque quería aprender a hacer fotografías, diseñar, ser estilista... Él no dijo nada, ya empezaba a estar un poco halagado con todo aquello. Un día hasta dijo en una entrevista que lo hacía mejor que yo”, recuerda la inesperada modelo.
Y así, poco a poco, lo que empezó como un ejercicio para clase se convirtió en un proyecto artístico. Las sesiones se volvieron más elaboradas. Un día, rememora Espiñeira, Elena llegó con un vestido de cuadros y le propuso una sesión al aire libre, en un parque detrás de su casa con unas casas rosas al más puro estilo Barbie. Al abuelo lo vistió de Ken y a ella como la muñeca. “El vestido era talla 52 y yo gasto una 42. Me puse a hilvanarlo por la noche mientras veía la película de Barbie en la tele”, explica. Y a la mañana siguiente montaron todo el set. “Llevamos una mesita camilla, unos pocillos, como si estuviéramos en nuestro jardín, hasta la leche llevaba polvitos rosas para que todo combinara. Fue precioso. Todo el mundo guarda esa foto, salió hasta en el periódico. Es de lo más bonito que me pasó”.
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Desde entonces, Isabel Espiñeira ha aparecido en medios, ha colaborado con marcas —la última, la ginebra Seagram’s— y ha visitado un montón de ciudades. “Fuimos a Madrid, a Barcelona. ¿Quién me iba a decir a mí que iba a viajar a estas alturas? Estoy enamorada de Barcelona. Y Madrid fue como estar en el cielo”, asegura. “Ahora mi nieta me tiene en cuerpo y alma. Ni te imaginas lo que me gusta a mí todo esto. No tuve vergüenza nunca, soy muy echada para adelante. Siempre le digo a Elena: ‘el no ya lo tenemos’”.
Desde luego, todo ha sido muy inesperado, aunque Espiñeira reconoce ser de esas personas afortunadas en la vida. “Creo que alguien, cuando nací, me puso una estrella en la mano. Desde pequeña todo me sale bien, todo el mundo me quiere, y ahora estoy viviendo una madurez estupenda. No me gusta decir vejez, porque no me siento vieja, me siento una chica joven por dentro”. Y esta nueva etapa está, además, sacando a la luz talentos que no sabía que tenía. “A estas alturas de la vida, estoy descubriendo otra Isabel”.
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