Sara García, astronauta: “Ser astronauta es lo que siempre había estado persiguiendo sin saberlo”
La investigadora del CNIO y astronauta de la Agencia Espacial Europea es una de las ganadoras de los X Premios MAS
Sara García Alonso fue una de 22.523 personas que, a mediados de 2021, enviaron su candidatura a la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) para formar parte de su nueva promoción de astronautas. Desde España fueron más de 1.300 las candidaturas presentadas. A lo largo de siguiente año y medio, los aspirantes tuvieron que superar un duro proceso de selección de seis fases con todo tipo de pruebas. Al final, diecisiete fueron los elegidos por la ESA, entre ellos, dos leoneses, Pablo Álvarez, ingeniero aeronáutico, y Sara García, investigadora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), donde lidera un proyecto para buscar nuevos medicamentos contra el cáncer.
Ambos trabajos, el de investigadora y el de astronauta, tienen mucho más que ver de lo que en principio podría parecer, y es que, como ella misma explica, “ser astronauta es, básicamente, hacer ciencia”. García ha sido premiada en la X edición de los Premios Mujeres a Seguir con el Premio MAS Talento a Bordo, que la revista concede en colaboración con Iberia y su iniciativa Talento a Bordo, una plataforma que tiene como objetivo apoyar y difundir el talento español.
Antes que astronauta eres investigadora. ¿En qué consiste el proyecto que lideras en el CNIO?
Formo parte del grupo del doctor Mariano Barbacid, dentro del que tengo mi propia línea de investigación. Lo que hacemos es buscar nuevos fármacos para combatir un tipo específico de cáncer de pulmón, que es el que tiene mutaciones en un en un oncogén llamado KRAS. El grupo del doctor Barbacid ha identificado lo que conocemos como una diana terapéutica, es decir, una molécula presente en las células del cáncer que, al ser eliminada, permite que el tumor se reduzca. Se comprobó en modelos de ratón y ahora estamos intentando trasladar esos resultados a pacientes humanos. Para eso tenemos que desarrollar un fármaco. El objetivo de mi proyecto es eliminar esta diana terapéutica y conseguir un medicamento aplicable a humanos.
¿Qué te llevó a enviar tu candidatura a la ESA para convertirte en astronauta?
De entrada, surgió la oportunidad, que es algo que ocurre con muy poca frecuencia. La Agencia Espacial Europea saca plazas de astronauta más o menos cada quince años. Pedro Duque, la única persona española que hasta la fecha había sido astronauta de la ESA, fue seleccionado en 1992. Cuando surge una oportunidad así, tienes que plantearte si realmente es algo que te interesa, porque, si no coges el tren en ese momento, puede que no vuelva a pasar. Cuando leí la noticia me puse a indagar para averiguar si era lo que quería y si yo reunía las características necesarias para el puesto. La verdad es que en ese momento no tenía muy claro en qué consistía la profesión, pero ser astronauta es, básicamente, hacer ciencia. En la Estación Espacial Internacional se realizan experimentos de medicina, física, nuevos materiales, mecánica de fluidos, etcétera. Pensé que podía seguir con la investigación que hago, pero en el laboratorio más extraordinario que existe. Las misiones espaciales ocupan, en realidad, una parte pequeña de la vida de un astronauta. Cuando estás en la Tierra, ser astronauta significa estar todo el tiempo aprendiendo, entrenando y haciendo divulgación científica. Me di cuenta de que era el trabajo de mis sueños, lo que siempre había estado persiguiendo sin saberlo, y decidí intentarlo. También me di cuenta de que mi experiencia como investigadora en los últimos doce años me había dotado de unas herramientas que se alineaban con el perfil que ellos buscaban. Cuando vi que cumplía mucho de esos requisitos y que existía un match perfecto, decidí intentarlo.
“Me parece interesante que la gente vea que una chica normal que viene de una ciudad pequeña, estudia en una universidad pública y trabaja muy duro puede llegar a ser algo tan extraordinario como astronauta”.
¿Qué características personales se buscan?
Lo que se buscan son personas muy flexibles, adaptables, que mantengan la calma bajo presión y sean capaces de buscar soluciones desde un enfoque optimista. Tienes que superar algunas pruebas de inteligencia, pero simplemente para demostrar que tienes el potencial de aprender todo lo que tienes que aprender, porque nadie sabe realmente cómo ser astronauta, es algo que te tienen que enseñar. Mi compañero Pablo es ingeniero aeronáutico y yo soy biotecnóloga, pero también hay pilotos, médicos, astrofísicos... Hay de todo, porque nadie puede reunir todo el conocimiento necesario para una misión espacial. La otra parte son los requisitos médicos que hay que superar. No hace falta ser un atleta de élite –aunque todos somos un poco frikis del deporte, la verdad–, pero hay que estar muy sana, que no exista ninguna patología que pueda suponer un problema.
El proceso de selección duró dieciocho meses. ¿Qué pruebas te resultaron más difíciles?
Para mí lo más duro fue la primera fase, las pruebas cognitivas. Fueron once horas de exámenes sin apenas descansos. Pero quizá lo más difícil haya sido aguantar todo el proceso. Hablamos de dieciocho meses, seis fases con todo tipo de exámenes, y mucho de ellos, de carácter psicológico, para los que no te puedes preparar. No sabes cuándo te van a examinar, cómo, ni cuáles son las respuestas correctas. No hay un temario como cuando te preparas una oposición. Es todo bastante intuitivo y no tienes ninguna garantía de que lo estés haciendo bien. Lo más complicado es lidiar con el estrés y esa incertidumbre, soportarlo manteniendo la calma y gestionando tus expectativas, porque, en realidad, las posibilidades de conseguirlo son muy, muy escasas.
¿Cómo fue el momento en el que te comunicaron que habías sido elegida?
La noticia se hizo pública el día 23 de noviembre en un evento que se celebró en París, pero a mí me lo dijeron unos días antes, el 11. Me llamó por teléfono el director general de la Agencia Espacial Europea cuando iba camino al trabajo y me pidió mantener el secreto, porque no se podía filtrar a la prensa. Fue un momento muy íntimo, porque estaba sola. Lo compartí con mi compañero Pablo, al que también acababan de llamar, porque habíamos llegado al pacto de que nos lo diríamos si llegábamos hasta el final, pero nada más. Me fui a trabajar y seguí con mi rutina para mantener el tipo durante quince días.
“En una misión de seis meses en la Estación Espacial Internacional, cada astronauta realiza entre doscientos y trescientos experimentos”
¿Cómo ha cambiado tu vida en el año que ha pasado desde entonces?
Estoy viviendo muchísimas experiencias nuevas con las que jamás había soñado y me está encantando, pero, al mismo tiempo, es muy demandante, porque el día no ha duplicado el número de horas. Ahora es como si tuviera dos trabajos. Mantengo mi actividad investigadora y esto, además, ha tenido más repercusión de la que cabría esperar en un principio. Pensé que, al quedarme en la reserva, sería noticia solo las primeras semanas, pero convertirme en la primera mujer española que ha conseguido ser seleccionada por la ESA está teniendo bastante impacto, especialmente entre la gente joven, lo que está siendo muy bonito. Siento que se me ha brindado un altavoz para hacer divulgación, para hablar de por qué es importante la investigación y la exploración espacial. Al estar en la reserva, soy embajadora de la ESA, pero no me estoy formando. Cuando tenga una misión asignada, sí que recibiré entrenamiento específico.
Como decías, una de las funciones de los astronautas es servir de inspiración. ¿Te sientes cómoda en ese papel de ‘role model’?
Es bastante abrumador, que hablen de ti como un referente es una carga de responsabilidad añadida. Lo llevo con muchísimo orgullo, con toda la humildad que puedo y con mucha cautela. Intento dar lo mejor de mí misma y estar a la altura, pero también soy muy honesta. Soy de carne y hueso, lo que implica que también cometo errores y tengo mis defectos. Pero me parece interesante que la gente vea que es así y que una chica normal que viene de una ciudad pequeña, estudia en una universidad pública y trabaja muy duro puede llegar a ser algo tan extraordinario como astronauta.
¿Quién te ha inspirado a ti?
Te podría decir que Marie Curie, a la que obviamente admiro, pero, sinceramente, para mí no es un espejo. La miro y no me veo reflejada en ella, nuestras vidas han sido muy distintas. La gente que de verdad me ha inspirado es de carne y hueso. Son, para empezar, las personas que conocí durante la carrera. En esa época comencé a rodearme de gente tremendamente talentosa, inquieta y con interés por formarse y hacer cosas importantes. Teníamos 19 años y estaban organizando congresos y moviéndose intentar que la biotecnología fuese una entidad colegiada. Yo me sentía como una niña recién salida del cascarón que estaba aprobando los exámenes y poco más. Que gente de mi edad hiciera esas cosas me motivó mucho. También me inspiraron las investigadoras que guiaron mis primeros pasos en el laboratorio. Eran mujeres que se habían ido al extranjero, habían tenido éxito en sus carreras y ahora eran profesoras universitarias. Ellas fueron las que me animaron a dedicarme a la investigación.
¿Los astronautas tenéis contacto entre vosotros?
Lo intentamos, aunque nuestras agendas son tan complicadas que es difícil sacar tiempo. Ahora, a finales de noviembre, me voy al Centro Europeo de Astronautas, en Alemania, para pasar otra vez las pruebas médicas. También tenemos reuniones en las que nos juntamos los reservistas, los de carrera, los de la promoción de 2009, etcétera.
¿Te ha dado algún consejo Samantha Cristoforetti, hasta hace poco la única astronauta europea en activo?
La conocí en el evento de París, justo antes del anuncio. Allí nos juntamos los diecisiete de nuestra promoción con todos los de la promoción de 2009. En enero de este año fui de nuevo a Alemania a hacer un curso de medicina aeroespacial y, como ella estaba allí trabajando, aprovechamos para tomar un café y charlar un rato. También Pedro Duque me ha dado muchos consejos. Los que han pasado por esta experiencia intentan ayudarnos, sobre todo, a lidiar con lo que supone convertirse en una figura pública. Todos somos personas extrovertidas, sociables, pero muy centradas en el trabajo. Yo, por ejemplo, ni siquiera tenía redes sociales. Que de repente la gente te conozca es un gran cambio y tienes que gestionarlo bien.
“La Estación Espacial Internacional es la mayor obra de ingeniería que ha construido el ser humano, y ha sido posible únicamente por la colaboración de distintos países, trabajando unidos en beneficio de toda la humanidad”.
Está previsto que dentro de no mucho, con la misión Artemis, una mujer pise por primera vez la Luna. ¿Imaginas ese momento?
Va a ser un hito muy importante. En la NASA se han ido integrando cada vez más mujeres y en Europa hasta ahora solo teníamos a Samantha Cristoforetti, pero, por suerte, en la promoción de 2022 somos ocho mujeres y nueve hombres. El hecho de que la próxima persona que pise la Luna, tantos años después de las misiones Apolo, sea una mujer, es una declaración de intenciones de que las cosas están cambiando. Tengo muchas ganas de verlo.
La carrera espacial está viviendo otro momento de impulso, aunque todavía haya gente que sigue pensando que es un despilfarro. ¿Por qué es importante la exploración espacial?
No somos conscientes de hasta qué punto forma parte de nuestro día a día. Cada ser humano utiliza una media de veinte satélites al día que dependen de la industria aeroespacial. Usamos los satélites para absolutamente todo: comunicarnos, usar el GPS, conectarnos al teléfono, ver la televisión, consultar el tiempo, etcétera. Si nos centramos en la exploración espacial humana, es decir, los vuelos tripulados, permiten un desarrollo tecnológico que repercute luego en distintos sectores. Todo esto genera beneficios, nuevas empresas, tejido industrial, puestos de trabajo cualificados y muchas más vocaciones por las carreras STEM. De cada euro que se invierte en investigación espacial se consiguen 4 euros de beneficio por ciudadano. En segundo lugar, y para mí esto es lo más importante, se avanza en el conocimiento, que es algo intrínsecamente bueno. Pero, además, ese conocimiento luego tiene aplicaciones. En una misión de seis meses en la Estación Espacial Internacional, que es la media en estos momentos, cada astronauta realiza entre doscientos y trescientos experimentos científicos relacionados con investigación biomédica. En microgravedad los astronautas experimentan un envejecimiento acelerado. Lo que se aprende de esos experimentos se aplica, por ejemplo, para combatir la osteoporosis, desarrollar vacunas, posibles tratamientos contra el cáncer o nuevas formulaciones de fármacos. También para desarrollar nuevos materiales aprovechando las ventajas de hacerlo en condiciones de microgravedad. Todo esto repercute en nuevos tratamientos, nuevos materiales, nuevos recursos, nueva tecnología. Luego está el factor de inspiración, porque anima a las nuevas generaciones a seguir carreras científicas y tecnológicas. Y, además, la exploración espacial favorece la cooperación internacional. La Estación Espacial Internacional es la mayor obra de ingeniería que ha construido el ser humano, y ha sido posible únicamente por la colaboración de distintos países, trabajando unidos en beneficio de toda la humanidad.