Emprender en África es cosa de mujeres
Los grupos de ahorro son una herramienta muy eficaz para ayudarlas a salir de la pobreza extrema
¿Qué pueden tener en común una emprendedora zambiana y una española? En realidad, bastante más de lo que en principio podría parecer, pese a las obvias diferencias de contexto y situación personal. Un grupo de empresarias europeas que recientemente participaron en un viaje virtual a Zambia organizado por la oenegé World Vision, pudieron comprobarlo de primera mano. Durante dos días tuvieron la oportunidad de acercarse, aunque fuera desde la distancia, a la realidad de las mujeres locales y el trabajo que hace allí la organización. “Fue un shock cultural brutal”, reconoce Ana Lamas, fundadora de la agencia Fiverooms, presidenta de WomanCEO y una de las participantes en el viaje.
La de Medrine es una de las historias que conocieron. Su vida se complicó mucho tras mudarse con sus hijos a la granja de su madre: catorce personas se amontonaban en una casa de dos habitaciones, la familia comía solo una vez al día y cuatro de sus hijos tuvieron que dejar la escuela. Medrine estaba embarazada y había empezado a mendigar para comer cuando oyó hablar por primera vez de los grupos de ahorro de World Vision. Cuatro de cada cinco personas que viven por debajo del umbral de pobreza en el mundo están en zonas rurales, y las mujeres como Medrine y los niños son mayoría en las filas de los más pobres entre los pobres. Lo habitual es que tampoco tengan acceso a los servicios financieros que les darían una oportunidad de salir de ese pozo. Para brindarles esa posibilidad, organizaciones como World Vision están introduciendo a esas mujeres en grupos de ahorro, una herramienta que ha demostrado ser muy eficaz en estas circunstancias.
Son pequeños grupos de personas que se asocian para ayudarse mutuamente. Los miembros aportan modestas cantidades de dinero con las que se crea un fondo comunitario. De este fondo se ofrecen pequeños préstamos a los miembros para cubrir necesidades básicas o para afrontar algún tipo de inversion. Los grupos de ahorro de la World Vision, que ofrecen a través de Vision Fund, su filial de microcréditos, están formados por entre 15 y 25 mujeres. “Los miembros utilizan estos préstamos para llevar a cabo negocios como comprar unos pocos polluelos y luego venderlos cuando crecen, ganando ingresos y dignidad”, explica Karen Chama, responsable en África del programa de financiación de Vision Fund. A cierre de junio de este año, la organización tenía 3.000 grupos de ahorro, con 74.000 personas involucradas, el 73% de ellas, mujeres. En Zambia mantiene 180 grupos, y en ellos participan más de 3.000 mujeres.
Medrine es una de ellas. Al principio no tenía nada que aportar, así que dos amigas tuvieron que dejarle el dinero para entrar. Usó los 20 kuachas del primer préstamo que obtuvo del fondo (una cantidad en realidad pírrrica, pues 1 euro equivale a 27,45 kuachas zambianos) para comprar detergente en polvo, que luego empaquetó en cantidades más pequeñas y vendió. Con los beneficios invirtió en más detergente y en huevos para revender. “La vida empezó a cambiar”, afirma, y poco después sus niños pudieron volver a la escuela. “Ahora estoy vendiendo ropa de segunda mano, además de huevos y detergente, e incluso estoy intentando construir mi propia casa, aunque todavía no está acabada”. Tambien ha empezado a cultivar maíz y sueña con comprar un coche.
Una de las cosas que más llamó la atención de Ana Lamas de las historias de estas emprendedoras, “grandes luchadoras” en su opinión, es su ambición: “Empiezan con un negocio pequeño y no se quedan ahí. Si ven que va para adelante, lo amplían o hacen otra cosa, con el objetivo de crecer y dar trabajo a más gente. Cuántos empresarios hay aquí que montan un negocio y se limitan a mantenerlo, pero estas mujeres intentan ir siempre hacia arriba”. También le sorprendió lo conscientes que son de la importancia de la educación. “Todas luchan para, en primer lugar, dar de comer a sus hijos, pero también para que puedan ir al colegio. Ponen el colegio por delante incluso de tener un techo propio”.
Monica, otra participante de los grupos de ahorro que vive con su marido y sus seis hijos, empezó a utilizar sus fondos para cultivar, pero como con eso no cubría las necesidades de su familia, contactó con VisionFund para poder optar a préstamos mayores. “Lo que tenía en mente era aumentar el margen de beneficios para utilizarlos en diferentes inversiones”, explica. Así consiguió abrir una tienda de productos agrícolas y empezó a criar aves de corral. “Muchas cosas han cambiado para mí”, asegura. Para empezar, la familia ha podido mudarse a una casa mayor. “También me he dado cuenta de que cuando superas tus dificultades tienes que ayudar a otros para que lleguen a donde tú estás”. Así, ella misma ha empezado a prestar dinero y a ofrecer maíz a personas de su entorno que lo necesitaban, confirmando, como dice Karen Chama, que “cuando proporcionas apoyo a una niña o a una mujer, cambia no solo su vida, sino también la de su familia y, a menudo, la de toda su comunidad. Puede crear un efecto dominó positivo”.
El cierre de las fronteras provocado por la COVID ha afectado a los negocios de Monica, porque muchos de los productos agrícolas que vende son importados y, además, el precio del pienso de los pollos ha aumentado. Las consecuencias de la COVID-19 han complicado mucho la vida en todo el continente, donde, además, se está produciendo otro aumento de casos con las nuevas variantes. “Las pérdidas han afectado tanto a las empresas más grandes como a las más pequeñas”, indica Chama. “Los presupuestos gubernamentales ya eran limitados, pero ahora están desbordados, ya que la atención se centra en el sector de la salud”. La situación varía ligeramente en función del país, pero las cosas son difíciles en todas partes. “La mayoría de los gobiernos han instituido bloqueos que están inhibiendo el comercio y el movimiento de comerciantes y mercancías. Las economías sin litoral [es el caso de Zambia], que dependen de los puertos de los países vecinos y de las exportaciones e importaciones, están experimentando efectos económicos aún mayores. Las pautas de distanciamiento social también han detenido ciertas actividades económicas. En algunas comunidades y países, los trabajadores agrícolas no estaban disponibles para cosechar o llevar los productos al mercado”.
No es de extrañar, por tanto, que en 2020 la pobreza extrema en el mundo aumentara por primera vez en veinte años. El Banco Mundial estima que la COVID ha empujado a 163 millones de personas más a la pobreza extrema. Para dar respuesta a esta situación de emergencia, VisionFund ha centrado sus intervenciones financieras en una iniciativa llamada Préstamos de recuperación para la resiliencia. Su objetivo es repartir más de 2 millones de préstamos recuperables a más de 700.000 personas. “Tenemos un historial de préstamos con éxito a las comunidades que se recuperan de un desastre. Hemos proporcionado préstamos después del tifón Haiyan en Filipinas (2013) y en respuesta a las sequías e inundaciones de El Niño en África oriental (2016). Ayudaron a las personas a recuperar sus negocios y construir casas”, asegura Karen Chama. “El proyecto está dirigido a agricultores rurales y pequeñas empresas, microempresas urbanas y grupos de ahorro, recapitalizando a los miembros del grupo que han agotado sus ahorros para ayudarles a recuperar sus medios de vida”.