La conciliación era otra cosa
El confinamiento y el teletrabajo están castigando a las familias y, sobre todo, a las mujeres

Han pasado ya dos meses desde que nos encerramos en casa, tiempo más que suficiente para comprobar que, lejos de ser la panacea, el teletrabajo, al menos en estas circunstancias, ha dificultado aún más el ya de por sí complicado reto de conciliar. “Las familias no somos prioridad en esta sociedad. Nunca lo fuimos. Y ni siquiera una pandemia global como la del coronavirus ha hecho que esto cambie”, denuncia Laura Baena, presidenta del Club de Malasmadres. Hace unos días, el Club lanzó una petición a través de Change.org solicitando al Gobierno medidas urgentes de apoyo para esas 4 millones de familias con hijos en las los progenitores se las ven y se las desean para cumplir con el trabajo al tiempo que repasan deberes, preparan comidas y entretienen a los niños. “En esta crisis se han olvidado de las madres y las familias: se nos carga con la responsabilidad sin ofrecernos ninguna solución. Y en un país donde la mala gestión de la conciliación hace que esté cubierta por los abuelos y abuelas –ahora grupos de riesgo– y por los colegios y escuelas infantiles –cerrados hasta septiembre y con una vuelta incierta– hemos llegado a una situación insostenible. Al final acabaremos renunciando, y ya sabemos que las que renunciamos siempre somos las mismas: las mujeres”, concluye la petición, que ya han firmado casi 150.000 personas.
Su miedo es que la pandemia, con el cierre de colegios y escuelas infantiles, implique una renuncia masiva de mujeres al mercado laboral. A la vista de lo que ya está pasando, no parece un temor infundado. Desde el Club indican que a diario reciben comentarios de mujeres que se han visto obligadas a reincorporarse a sus trabajos dejando a sus hijos menores solos en casa, de madres que han recurrido a la reducción de jornada o a la excedencia (con la consecuente pérdida de ingresos), que han tenido que dejar a sus hijos al cuidado de los abuelos durante el confinamiento para continuar trabajando o que se están viendo obligadas a teletrabajar al tiempo que cuidan y ejercen de profesoras.
La corresponsabilidad tampoco parece estar aumentando precisamente en estos momentos. A finales de marzo el Club de Malasmadres lanzó una encuesta a la que respondieron 12.604 personas. Su conclusión es que la corresponsabilidad no solo no ha mejorado sino que ha empeorado durante el estado de alarma en el 13% de los hogares españoles mientras que en el 66% se ha mantenido igual. Los resultados preliminares de un estudio que tiene en marcha la Universidad de Valencia para conocer cómo está afectando el confinamiento a la conciliación familiar también apunta a que son ellas las que están asumiendo mayoritariamente el seguimiento escolar de los hijos, lo que se ha convertido en un factor añadido de ansiedad y estrés. “Es habitual por parte de las madres teletrabajar durante la madrugada, bien sea retrasando el momento de ir a la cama o levantándose antes que el resto de miembros de la familia”, asegura Cristina Benlloch, profesora del departamento de Sociología y Antropología Social de la institución.
España no es un país acostumbrado a teletrabajar. Antes de la crisis, únicamente lo hacía de forma ocasional el 7% de los trabajadores y de manera regular solo el 3%, porcentajes a años luz de lo que sucede en el norte de Europa. En los Países Bajos, Suecia o Finlandia la tasa de teletrabajo ya superaba antes el 30%. Empresas y trabajadores hemos tenido, por tanto, que adaptarnos en tiempo exprés a un sistema al que no estamos acostumbrados, y el resultado está siendo solo regular. “Pasar de un teletrabajo prácticamente inexistente como era el caso de España a un teletrabajo a tiempo completo es algo que, en circunstancias normales, se habría planificado cuidadosamente, tanto desde el punto de vista tecnológico como adaptando los modos de organizar y dirigir el trabajo”, explica Eva Rimbau, profesora de Estudios de Economía y Empresa de la UOC. Como esa preparación no ha existido hemos tenido que compensarla alargando nuestras jornadas en al menos dos horas más. No es por tanto de extrañar que, como indica el último informe sobre el coronavirus de la fundación Funcas, solo 3 de cada 10 personas quieran seguir teletrabajando cuando todo esto acabe. El riesgo que eso nos llevarnos a despreciar un modelo de trabajo que en circunstancias normales podría tener efectos muy positivos. Por eso Eva Rimbau insiste en que debemos entender que “este ‘teletrabajo de pandemia’ que hemos adoptado no es una forma correcta de teletrabajo”.
Sea como fuere, lo que tenemos ahora son trabajadores desbordados por las demandas de sus empresas y la presión de la situación económica en una situación en la que la vida laboral se inmiscuye irremediablemente en la vida familiar y viceversa. La profesora de la Universitat Oberta de Catalunya reconoce trabajar bien en estas circunstancias es muy complicado, “sin embargo, las empresas pueden al menos no aumentar el estrés de la situación con algunas acciones relativamente simples”. Por ejemplo, mostrando empatía con las situaciones personales, permitiendo que cada persona establezca sus propios horarios o facilitando la creación de comunidades, canales o grupos de chat en los que la gente puede compartir sus ideas, sugerencias y experiencias para hacerse la vida más fácil.
Más allá de lo que cada familia o empresa pueda hacer, el Club de Malasmadres también propone tres medidas concretas al Gobierno: teletrabajo por imperativo legal más allá del fin del estado de alarma como solución temporal hasta que se tenga certeza de la forma en que se volverá a las aulas en septiembre; facilitar la adaptación y reducción de la jornada sin pérdida salarial, siendo el Estado el que asuma el coste, y una ayuda retributiva para las familias que tengan que contratar a una persona cuidadora para los menores o personas dependientes cuando todos los progenitores ser vean obligados a trabajar fuera de casa.
Dicho todo esto podría parecer que el confinamiento está resultando una absoluta pesadilla para la mayoría de las familias, cuando lo cierto es que también está teniendo algunos efectos muy positivos. Para empezar, está permitiendo que los niños disfruten de más tiempo que nunca con sus padres, justo lo que todos los niños quieren. Desde hace unos días circula en redes un vídeo de animación en el que se ve lo que estos días pasa en muchas casas: familias haciendo cosas en familia. Ha sido creado por Estudio Mambo, una productora fundada por María Palacio y Nico Sánchez, una pareja que hace un tiempo dejó sus empleos en publicidad, un sector en el que básicamente no hay horarios, para organizarse por su cuenta y poder atender así sus dos hijas, de 4 y 2 años. Tienen, por tanto, experiencia trabajando desde casa, aunque María Palacio admite que las circunstancias actuales no son las ideales. “Teletrabajar con niños en casa no es conciliar. No es una solución, no es real, haces lo que puedes, pero no das todo de ti ni con los niños ni con el trabajo”. Sin embargo, lo que han querido destacar en el vídeo es precisamente la parte positiva de la situación. “Cuando empezó el confinamiento se empezó a hablar del trauma que el no salir a la calle podía suponer para los niños, pero yo veía a mis hijas felices, sobre todo durante las primeras semanas, porque estábamos todo el día buscando juegos, manualidades y actividades que hacer. Echan de menos el cole y a sus amigos, pero creo que puede ser más duro para los niños cuando volvamos a la normalidad y los padres les digamos hasta luego. Hay muchísimas familias en las que los padres llegan para dar la cena y acostar a sus hijos. Lo que se ve en vídeo es nuestra experiencia real y el mensaje, lo que queremos decir, es que ojalá cuando todo esto pase podamos seguir compartiendo esos momentos con nuestros hijos sin tener que pedir una reducción de jornada o una excedencia para poder disfrutar de ellos, porque nos gusta trabajar, pero a los niños hay que educarlos, y tener que renunciar a alguna de las dos cosas nos parece muy triste”.
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