¿Recuerdas a la niña que hizo callar al mundo durante 5 minutos?
En 1992, una joven de 12 años sacó los colores a los líderes mundiales con un discurso tan actual hoy como entonces

Mucho antes que a Greta Thunberg, el mundo escuchó a Severn Cullis-Suzuki, la joven canadiense que dejó sin palabras a los asistentes a la Cumbre del Clima celebrada en Rio de Janeiro en junio de 1992 con un discurso que veintisiete años después no ha perdido un ápice de actualidad. La niña tenía entonces 12 años. Hija del destacado ambientalista y académico David Suzuki, Severn Cullis-Suzuki había fundado a los 9 años una organización para fomentar la conciencia medioambiental entre los jóvenes. Eso es lo que la llevó a la reunión de Naciones Unidas en Brasil.
Internet recupera de vez en cuando el discurso que dio allí, que se ha hecho viral con el título ‘La niña que hizo callar al mundo durante 5 minutos’. Si su intervención resurge periódicamente es porque lo que dice sigue siendo tan válido hoy como en 1992. De hecho, sus mensajes son los mismo que los de los jóvenes que ahora forman parte del movimiento Fridays for Future.
Un año después, Severn Cullis-Suzuki recibió un premio del Programa Ambiental de Naciones Unidas y publicó Tell the world, un librito con consejos para las familias sobre cómo proteger el medio ambiente con gestos cotidianos. Desde entonces ha estudiado Ecología y Biología en la Universidad de Yale, ha presentado varios programas de televisión, protagonizó el documental Severn, la voz de nuestros niños, estrenado en 2010, y en la actualidad forma parte de la comisión de la organización Earth Charter.
Esta es la transcripción del discurso que ofreció en la Cumbre del Clima de Rio de Janeiro en 1992:
“Hola, soy Severn Suzuki, hablando en representación de ECO, la Organización Ambiental Infantil. Somos un grupo de jóvenes de 12 y 13 años de Canadá que intentan marcar la diferencia: Vanessa Suttie, Morgan Geisler, Michelle Quigg y yo.
“Hemos conseguido nosotras mismas el dinero para recorrer 10.000 kilómetros y deciros a los adultos lo que debéis cambiar en vuestra forma de actuar. Al venir hoy aquí no tengo ninguna agenda oculta. Estoy luchando por mi futuro. Perder mi futuro no es como perder unas elecciones o algunos puntos en la Bolsa.
“Estoy aquí para hablar por todas las generaciones venideras. Estoy aquí para hablar en nombre de los niños hambrientos cuyos gritos no se escuchan. Estoy aquí para hablar por los innumerables animales que mueren porque no tienen a dónde ir. No podemos permitirnos no ser escuchados.
“Me da miedo exponerme al sol por los agujeros en la capa de ozono. Me da miedo respirar el aire porque no sé qué sustancias químicas hay en él. Solía ??ir de pesca a Vancouver con mi padre hasta que hace unos años descubrimos que los peces tenían cáncer. Y ahora todos los días oímos hablar de animales y plantas que se extinguen, desapareciendo para siempre.
“A lo largo de vida he soñado con ver las grandes manadas de animales salvajes, las selvas y los bosques tropicales llenos de pájaros y mariposas. Ahora me pregunto si seguirán existiendo para que mis hijos los vean.
“¿Os teníais que preocupar por estas cosas cuando teníais mi edad?
“Todo esto está pasando ante nuestros ojos y, sin embargo, actuamos como si tuviéramos todo el tiempo del mundo y las soluciones.
“Todavía soy sola una niña y no tengo todas las soluciones, pero quiero que os deis cuenta de que vosotros tampoco.
“No sabéis cómo arreglar los agujeros de nuestra capa de ozono.
“No sabéis cómo devolver los salmones a un arroyo muerto.
“No sabéis cómo recuperar un animal ahora extinguido.
“Y no podéis recuperar los bosques que una vez crecían donde ahora hay un desierto.
“Si no sabéis cómo arreglarlo, ¡dejad de estropearlo!
“Los aquí presentes podéis ser delegados de vuestros gobiernos, empresarios, organizadores, periodistas o políticos, pero en realidad sois madres y padres, hermanos y hermanas, tíos y tías, y todos sois hijos de alguien.
“Todavía soy sola una niña, pero sé que todos formamos parte de una familia de 5.000 millones, de 30 millones de especies, de hecho, y todos compartimos el mismo aire, el mismo agua y el mismo suelo. Las fronteras y los gobiernos nunca cambiarán eso. Todavía soy sola una niña, pero sé que todos estamos juntos en esto y que debemos actuar unidos con un solo objetivo. Mi enfado no me ciega y mi miedo no me impide decirle al mundo cómo me siento.
“En mi país desperdiciamos tanto: compramos y tiramos, compramos y tiramos. Y los países del norte no comparten con los necesitados. Incluso cuando tenemos más que suficiente, nos da miedo perder parte de nuestra riqueza, tenemos miedo a compartir. En Canadá llevamos una vida privilegiada, con abundante comida, agua y refugio. Tenemos relojes, bicicletas, computadoras y televisores. Hace dos días pasamos algo de tiempo con niños que viven en las calles aquí en Brasil. Un niño nos dijo: "Ojalá fuese rico. Si lo fuera, les daría a los niños de la calle comida, ropa, medicinas, refugio, amor y afecto". Si un niño en la calle que no tiene nada está dispuesto a compartir, ¿por qué los que lo tenemos todo somos tan codiciosos?
“No puedo dejar de pensar en que estos niños tienen mi edad, en el que el lugar en el que naces marca una gran diferencia, en que podría ser uno de esos niños que viven en las favelas de Río. Yo podría ser un niño muerto de hambre en Somalia, una víctima de la guerra en Oriente Medio o un mendigo de la India.
“Todavía soy sola una niña, pero sé que si todo el dinero que se destina a la guerra se destinara a acabar con la pobreza y encontrar respuestas ambientales, este planeta sería un lugar maravilloso.
“En la escuela, incluso en la guardería, nos enseñáis a comportarnos. Nos enseñáis a no pelear con otros, a resolver las cosas, a respetar a los demás, a limpiar nuestro desorden, a no lastimar a otras criaturas, a compartir, a no ser codiciosos. Entonces, ¿por qué luego salís y hacéis todo lo que nos decís que no hagamos?
“No olvidéis por qué asistís a estas conferencias, por quién lo hacéis: somos vuestros propios hijos. Estáis decidiendo en qué tipo de mundo vamos a crecer. Los padres deberían poder consolar a sus hijos diciéndoles que todo saldrá bien, que estamos haciendo las cosas lo mejor que podemos y que esto no es el fin del mundo.
“Pero no creo que podáis decirnos eso nunca más. ¿Formamos acaso parte de vuestra lista de prioridades? Mi padre siempre dice: "Eres lo que haces, no lo que dices". Bien, lo que vosotros hacéis me hace llorar por las noches.
“Vosotros los adultos decís que nos amáis. Os desafío a hacer que vuestros actos sean reflejo de vuestras palabras. Gracias por escucharme”.
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