¿Por qué tenemos sexo sin ganas?
Son varias las causas por las que las mujeres se obligan a sí mismas a tener relaciones (también los hombres, aunque por distintos motivos)

Se supone que el sexo es algo íntimamente relacionado con el placer y el deseo. O al menos debería serlo, porque nada menos que la mitad de las mujeres de nuestro país, según el ‘Diagnóstico de la mujer joven en la España de hoy’ del Instituto de la Mujer, reconocen haber mantenido relaciones sin ganas. Es un porcentaje destacable, pero la sexóloga y coach de mujeres Sonia Encinas asegura que en realidad son muchas más. Y es que, dice, todavía seguimos sin ser del todo sinceros a la hora de hablar sobre nuestra experiencia sexual. “La realidad que me encuentro en mi trabajo no tiene nada que ver. Diría que son casi el 90%, por no decir todas, las mujeres que en algún momento lo han hecho sin ganas”.
En su opinión, tiene que ver con el hecho de que “vivimos en una sociedad machista y nuestra sexualidad está hecha a la medida del hombre”. Prueba de ello, explica, es que “la práctica por excelencia sea el coito cuando para muchas mujeres no es la más placentera”. Miriam Conde, psicóloga y experta en sexología y terapia de pareja, apunta que muchas veces ni siquiera se planteen la posibilidad de decir que no. “A veces no piensas si te apetece o no te apetece, es algo que debes hacer. Las mujeres lo entendemos muchas veces como un debería, como un tengo que”.
“Terminamos haciéndolo porque pensamos que es lo que toca”, coincide Encinas. “Muchas veces cuando las parejas pasan semanas sin mantener relaciones sexuales se genera frustración. Y cuantas más semanas pasan, más frustración. Al final se trata de poner el contador a cero, y las mujeres acaban haciéndolo porque así se lo quitan de encima”. Conde habla también de cierta presión social: “No hacerlo tiene unas consecuencias como que te tachen de estrecha, de no liberada”. Y luego existe otra que no tiene nada que ver con el entorno, es la que nos generamos nosotras mismas. “Muchas veces ya tenemos esa idea instalada en nuestra cabeza y somos nosotras las que, sin ni siquiera hablarlo con la pareja directamente, nos montamos la película”, asegura Sonia Encinas.
Pero las mujeres no son las únicas que sienten esa obligación. A ellos también les afecta, aunque de otra manera muy relacionada con los estereotipos sobre la masculinidad. “Que a un hombre siempre le tiene que apetecer, que tiene que estar dispuesto sexualmente en cualquier ocasión va implícito. Ellos mismos ejercen mucho esa presión. Por ejemplo, en su grupo de amigos. Si uno dice que ha quedado con una chica, ha tenido la posibilidad de tener relaciones sexuales y no lo ha hecho, van a criticarle. No está bien visto”, cuenta Conde.
Tampoco la edad cambia mucho las cosas. Para el citado estudio del Instituto de la Mujer se entrevistó a 1.500 mujeres de entre 18 y 64 años con objeto de detectar las diferencias intergeneracionales. La conclusión es que las jóvenes viven su sexualidad con más libertad y también son más conscientes de los riesgos de las ETS, pero en esta cuestión en concreto las diferencias no son significan: admiten mantener relaciones sexuales sin ganas el 46,8% de las jóvenes entre 18 y 34 años y el 51% de las que tienen entre 35 y 65 años. “Si realmente no has tenido una educación sexual buena, con una perspectiva de género feminista que te permita entender que la sexualidad no está hecha a la medida de la mujer y debes trabajar para ser tú ser el centro, entonces da igual que tengas 18 o 50, siempre vas a estar en el mismo punto”, indica Encinas. Y no es precisamente un lugar recomendable. El mantener relaciones sin deseo puede fácilmente llevar a la insatisfacción y a tener una imagen distorsionada sobre el sexo.
En este sentido podría ser útil que se extendiera la educación sexual en los colegios e institutos, pero no es un objetivo sencillo. “Personalmente he intentado impartirla de manera gratuita y los centros no te abren las puertas. Todo lo contrario. Ahí tenemos un problema como sociedad”, concluye Conde. También lo cree Sonia Encinas: “Vivimos en una sociedad precaria en la que las mujeres tienen doble o triple jornada laboral. Trabajan en casa, cuidan a los pequeños y a los mayores, tienen mucho estrés, problemas laborales, problemas económicos y un largo etcétera. No es de extrañar que nuestra satisfacción sexual no sea una de nuestras prioridades. Pero si ni siquiera lo tenemos en la lista es muy difícil que podamos empezar a cambiar las cosas. La solución pasa por entender que la sexualidad también forma parte de nuestro bienestar”.