“Todos podemos y debemos ser agentes del cambio”
Ana Sáenz de Miera, vicepresidenta mundial de Ashoka, asegura que para construir un futuro diferente, hay que hacer las cosas de manera diferente

Tras seis años como directora de Ashoka en España, Ana Sáenz de Miera acaba de asumir una de las vicepresidencias de la organización a nivel internacional. Ashoka es una organización sin ánimo de lucro fundada en Estados Unidos en 1981 y presente en España desde 2005. Cuenta con una red mundial de emprendedores sociales, gente capaz no solo de proponer soluciones que resuelvan problemas y anticiparse a los retos del futuro en sus respectivos campos, sino también de generar, a través de sus proyectos, cambios sistémicos. Son personas que con su trabajo inspiran y empoderan a otras personas para transformar sus comunidades y la sociedad. Es lo que en la asociación se denominan changemakers. La red de Ashoka está formada por 3.400 personas con este perfil en 90 países, 36 de ellos en España, trabajando en sectores como salud, educación, derechos humanos, participación ciudadana, desarrollo económico o medio ambiente. Uno de las principales misiones de Sáenz de Miera desde su nueva responsabilidad será hacer trabajar a esa red de forma global, no local. “Estamos organizados por países, por continentes, pero no tenemos equipos mundiales y este es uno de nuestros grandes retos. Vamos a organizar Ashoka de una nueva forma para poder dar respuestas globales a los retos globales. Al final son retos compartidos. Puede que en África el envejecimiento no sea el mayor de los problemas ahora mismo, pero sí que es importante. Queremos que cada reto sea liderado por un país diferente y que se creen equipos multiculturales con diferentes puntos de vista. En organizaciones mundiales como esta muchas veces cometemos el error de centrarnos en la visión occidental”.
Estudiaste psicología y siempre has estado vinculada a la cooperación y la educación para el desarrollo. ¿Qué te hizo interesarte por la idea de emprendimiento social?
Mi primer trabajo fue en el Pozo del tío Raimundo con hijos de mujeres que habían sufrido violencia de género. Estábamos con ellos, con las familias y les dábamos apoyo escolar y atención psicológica. Era algo muy necesario, pero en mi interior sabía que teníamos que hacer algo más para cambiar el rumbo de la vida de esos niños. Me di cuenta de que, o se hacían cosas diferentes, o nunca iban a dar un verdadero salto cualitativo. Intenté montar una radio infantil. En España no había emisoras de radio para niños, pero en otros países, por ejemplo de América Latina, era algo muy desarrollado. Así que me fui a Colombia, me formé y luego intenté crear una radio aquí. Fue un fracaso absoluto porque no encontré el dinero. Me decían que las radios iban a dejar de ser analógicas y digitales, que no habría publicidad… Al final no lo conseguí, pero me hizo más consciente de la importancia de la innovación y de hacer las cosas de manera diferente para construir un futuro diferente.
En Ashoka trabajáis con emprendedores sociales. ¿Responde este tipo de gente a algún perfil?
Son personas que conocen muy bien un problema. En muchos casos porque los han sufrido ellos mismos y en otros, porque trabajan cerca de ellos. Algo que todos tienen en común es que conocen su raíz. No es simplemente que se les ocurra una idea en la ducha. Han hecho un profundo desarrollo conceptual de por qué existen los problemas y tienen el empuje y la tenacidad para solucionarlos pensando no solo en su beneficio, sino en el de muchos. Creo que esa es la gran diferencia. Si alguien tiene un hijo con un trastorno del espectro autista y quiere mejorar la situación de su hijo, puede montar una tienda o hacer algo concreto por él. Pero el emprendedor social que nosotros apoyamos está intentando cambiar la raíz del problema para que se resuelva también para gente de otras comunidades y otros países. Son personas con muchísima capacidad, mucha empatía y creatividad.
España no ha sido históricamente un país de emprendedores. ¿Es diferente si hablamos de emprendedores sociales?
Somos un país muy solidario, muy generoso, con mucha conciencia, pero lo que es el ecosistema, no está nada desarrollado. Primero, porque el emprendimiento social no existe legalmente. No existe esa figura, nunca se ha hablado en el Parlamento del tema. En segundo lugar, no existen herramientas para apoyarlo. Hay organizaciones que lo estamos haciendo de diferentes formas, pero no a nivel estatal. De repente hay ayuntamientos que sacan adelante pequeñas iniciativas, pero no hay, como en Inglaterra o Alemania, bonos de impacto, que son ayudas a emprendedores sociales para acabar con un problema. En la Unión Europea es un concepto desarrollado, pero en España todavía es incipiente.
¿Dónde hay ahora más oportunidades para emprender y marcar la diferencia?
Como decía, el cómo de fácil es emprender en un determinado país es una variable. Alemania, Inglaterra, Francia u Holanda son países en los que esa estructura está más desarrollada. Pero luego hay países que por necesidad y por creatividad tienen más emprendedores sociales de forma natural. Es lo que pasa en Brasil, México o India. Surgen por necesidad, con gente que se pone a solucionar un problema. Un país en el que no hemos podido entrar todavía y estamos deseando hacerlo es China. Hay una enorme necesidad y estamos seguros de que también hay un montón de emprendedores y oportunidades.
¿Todos podemos ser emprendedores sociales?
Todos podemos y debemos ser agentes del cambio, pero no todos podemos ni debemos ser emprendedores sociales. El emprendedor social tiene un papel de liderazgo, da la oportunidad a otros de sean también agentes del cambio. Son lo que nosotros llamamos changemakers. Por ejemplo, los emprendedores que trabajan en el área de la migración están ofreciendo a los migrantes la posibilidad de jugar papel activo. Lo mismo en la educación, el empleo, la información, etcétera. Abren la posibilidad de que todos podamos jugar un papel e influyen en las políticas públicas para cambiarlas. Por ejemplo, Pedro Medrano está consiguiendo en Soria que terrenos que no eran ni públicos ni privados pasen a manos de gente que pueda emprender con ellos. Él ha conseguido que se cambie la ley para que eso pueda pasar.
¿Cómo decidís a qué emprendedores apoyar?
Tenemos algo así como un ejército de personas que nos van dando ideas de quiénes podrían ser y luego también contamos con expertos en varios temas. Buscamos personas dedicadas a la solución un problema que estén haciendo algo diferente para cambiar las normas de ese campo. Es el caso de la persona que está intentado que en España no se ate a los ancianos en las residencias. Son gente que busca un cambio a gran escala. Personas que tengan en la cabeza proponer cambios legislativos, porque normalmente suele ser necesario. Además, deberían tener una ética indiscutible y que su primer objetivo no fuera ganar dinero sino solucionar el problema. Y que ya hayan probado su idea durante por lo menos cuatro años. Es que llamamos proof of concept –algo así como la prueba del concepto—. Cuando creemos que esa idea ya está probada y puede dar un salto cualitativo, desde Ashoka actuamos para ayudar a que se expanda. Para ser uno de nuestros emprendedores hay que pasar unas veinte entrevistas. Es un proceso internacional. A los seleccionados les damos una ayuda económica de tres años. Es como una beca para que se puedan dedicar a su programa. En España salen cada año cuatro o cinco emprendedores, en el mundo unos 150.
La lucha de Greta Thunberg y los jóvenes ha conseguido poner al fin el problema del cambio climático en las agendas de los políticos. ¿Qué futuro le ves a su movimiento?
Están cogiendo una fuerza que no ha tenido nadie. Pero hay que tener cuidado, especialmente desde los medios, de no poner a Greta en un pedestal. Creo que es esencial demostrar que no es la lucha de una persona, sino de muchas. Hay que visibilizar a todas esas Gretas. Me encantaría seleccionar en España a las treinta Gretas en diferentes ámbitos, porque las hay en todos: salud, envejecimiento, igualdad, etcétera. El fenómeno Greta es maravilloso pero hay que fomentar los equipos. Me da pena verla tan sola. Cuando la veo en los periódicos y en las noticias sola con ese cartel, pienso en lo importante que es formar equipo. Tengo cuatro hijas y quiero que sean como ella, pero acompañadas, trabajando en equipo, disfrutando.
Además del medioambiente, ¿qué otros retos globales necesitan soluciones innovadoras de manera urgente?
La justicia, la igualdad de género, la migración, el envejecimiento, el bienestar, la corrupción, la desinformación y el papel de los medios, el consumo responsable y las nuevas habilidades del liderazgo. Para dar respuesta a esos retos globales estamos trabajando en la creación de equipos mundiales que involucren a medios de comunicación, universidades, filántropos, emprendedores, etcétera, y que logren así cambios a gran escala.
Para eso sería también necesario un cambio de mentalidad en la sociedad. ¿Cómo se consigue esto?
Con ejemplos que demuestren que es posible. Uno de nuestros emprendedores, Faustino Zapico, ha creado en Asturias un modelo alternativo de prisión en el que la reincidencia de los presos es de un 30% en lugar del 70% de otras. Probablemente el sistema no cambie hasta que no veamos que hay otro modelo de cárcel posible. Faustino era un funcionario de prisiones normal que quiso cambiar las cosas. Ver que hay que gente que lo consigue y que no son superhéroes, sino simplemente personas que vieron un problema y buscaron una solución, es importante. Por supuesto, la educación también es fundamental. ¿Se están enseñando a los alumnos en los colegios que tienen que jugar un rol en la mejora de la sociedad? Más allá de técnicas de emprendimiento y de ese tipo de asignaturas, se trata de enseñar a los niños a responsabilizarse y a que tengan un papel activo en el mundo. Más que de cómo enseñar a los niños a enfrentarse al siglo XXI, nos gusta hablar de cómo ayudamos a mejorar el siglo XXI. De todas formas, creo que los jóvenes vienen con una nueva visión. Como consumidores van a presionar para que cambien tanto el modelo de consumo como el modelo de producción. Cuando estas generaciones busquen una empresa para trabajar se van a preguntar cómo produce, si paga bien a sus trabajadores, si hay igualdad de género.
En este sentido, en Ashoka trabajáis con más de trescientas escuelas changemaker. ¿Qué son y cómo funcionan?
Son, como los emprendedores sociales, escuelas que quieren cooperar para construir un mundo mejor y que, independientemente de su origen o su localización, lleva el inculcar eso a sus alumnos y alumnas en el ADN. Por supuesto también tienen unos resultados académicos excelentes. No son escuelas hippies que se dediquen a esto y dejen los estudios de lado. Aprenden, pero lo hacen de nuevas formas, fomentando la empatía y el trabajo en equipo. Hay escuelas changemaker por todo el mundo que comparten esta filosofía. Hay un colegio público de Aragón que está consiguiendo atraer a muchísima gente rural porque se ha convertido en una burbuja de emprendimiento, de actividad y de trabajo con los ayuntamientos. También un colegio público de San Sebastián, Amara Berri, que enseña a través del juego y de la cooperación. O una escuela asamblearia de Málaga que decide todo en equipo y trabaja mucho el ahorro de agua. Cada una lo hace de manera diferente.