Kamala Harris, la presidenta que pudo ser
Aunque impecable, su campaña no ha conseguido convencer a los estadounidenses
Hasta hace unas horas, que Kamala Harris se convirtiera en presidenta de los Estados Unidos parecía una posibilidad real, pero todo apunta a que finalmente será Donald Trump quien vuelva a la Casa Blanca. Todavía no es oficial, pero el candidato republicano aventaja a la demócrata en la mayoría de los estados clave y se acerca a los 270 delegados necesarios para ganar.
La primera vicepresidenta de los Estados Unidos y la primera persona de ascendencia africana y asiática en ocupar el puesto (es hija de una científica de origen indio y un economista jamaicano) ha sido pionera en numerosas ocasiones: fue la primera mujer fiscal de San Francisco, la primera fiscal general de California y la primera senadora negra por ese estado. Lo que no será, al menos de momento, es la primera mujer al frente del país. Como Hillary Clinton antes que ella, su candidatura ha acabado estrellándose contra Trump.
Kamala Harris se graduó en Ciencias Políticas y Economía en la Universidad Howard y se doctoró en Derecho en la Universidad de California. Empezó a trabajar como abogada y fiscal, especializándose en casos de abusos sexuales a menores. Entre 2003 y 2011 ocupó el cargo de fiscal del distrito de San Francisco, donde se hizo conocida por su defensa de los derechos LGTBIQ+. En 2011 fue elegida fiscal general de California, posición desde la que luchó, entre otras cosas, contra el fraude hipotecario. El salto a la política llegó en 2017, cuando se convirtió en senadora por California. De ahí, a la vicepresidencia con Joe Biden.
En los próximos días se publicarán muchos análisis sobre los motivos del fracaso de su asalto a la presidencia, pero lo que parece claro es que los tiempos no han jugado a su favor. Cuando Joe Biden anunció en julio que no se presentaría a la reelección, todas las miradas se dirigieron hacia ella. El propio presidente señaló como sucesora a su número dos, que recogió el guante y montó en tiempo récord una campaña que consiguió el apoyo del grueso de su partido en las primarias.
Menos éxito parece haber tenido convenciendo al resto del país de que era la persona adecuada para la presidencia. Frente a la política de enfrentamiento de Trump, Harris se ha presentado como la candidata de la esperanza, una líder seria y solvente con un plan. Su programa ha hecho hincapié en la defensa de la igualdad, los derechos reproductivos, las minorías, las clases medias, las pequeñas empresas y el medio ambiente (aunque también se ha declarado a favor del fracking). En materia de política exterior ha apoyado sin fisuras a Ucrania, pero también a Israel, lo que le ha valido las críticas del movimiento propalestino. En las últimas semanas también ha ido endureciendo su postura respecto a la inmigración ilegal.
Harris pasó su último día de campaña recorriendo Pensilvania. Allí llamó a las puertas para pedir el voto y comió en el Old San Juan Café, un restaurante puertorriqueño de Reading. Terminó en la capital, Filadelfia, con una gran fiesta en la que participaron Oprah, Lady Gaga y Ricky Martin. “Tenemos la oportunidad de pasar página tras una década de miedo y división. Ya estamos hartos. Estados Unidos está preparado para un nuevo comienzo”, dijo desde las escaleras del Museo de Arte de Filadelfia, que la película Rocky hizo famosas. “Estamos en estas escaleras, un tributo a los que comienzan como rezagados y escalan hasta la victoria”, dijo. Finalmente, ella se ha quedado a un paso de la cima.
Durante esta noche electoral, la candidata demócrata ha mantenido silencio y, tras los primeros resultados desfavorables, se ha anunciado que no intervendría ante las miles de personas que se habían acercado al campus de Howard, su alma mater y centro electoral de la campaña de Harris.