Ana Bernal-Triviño, periodista: “La sociedad cree que sabe mucho de violencias machistas, pero no es verdad”
Bernal-Triviño es investigadora de la UOC y experta en temas de género

Quizá en el caso de las nuevas generaciones sea diferente, y la conciencia de género ya venga de serie, pero para muchas de las que nos criamos en los ochenta y los noventa, algo (una experiencia, una noticia, una lectura) o alguien nos hizo interesarnos por el feminismo. En el caso de Ana Bernal-Triviño, el detonante fueron dos personas: su madre y su tía, “cada una desde su posición”, explica. “Mi madre, como mujer casada que abandonó todas sus ambiciones profesionales por quedarse en casa cuidando de sus hijas. Y después estaba mi tía, que era soltera, trabajaba, conducía y era independiente. Mi madre me ponía muchas veces a mi tía de ejemplo. Las dos me animaron mucho desde muy pequeña a estudiar para tener un trabajo. Creo que esa generación de mujeres nos inculcó a las que veníamos detrás la importancia de trabajar para ser independientes. En la parte emocional, todo lo relacionado con cuestionarse el amor, las relaciones de pareja o la sexualidad, esas cosas sobre las que ahora sabemos más, todavía les quedaba mucho por descubrir. Pero yo no hubiera podido llegar hasta aquí sin la educación que me dieron mi madre y mi tía”.
Su mensaje, desde luego, parece que caló. Ana Bernal-Triviño, profesora en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), periodista y colaborada desde hace años de Público,El Periódico y TVE, ha sido reconocida por medios como La Marea, El Español o SModa como una de las periodistas que más han contribuido a la revolución feminista en los últimos años. También por los Premios Mujeres a Seguir, que este año la han elegido una de sus finalistas. Bernal-Triviño es autora, además, de los libros Cómo informar e informarse sobre violencia machista (Planeta) y No manipuléis el feminismo, una defensa contra los bulos machistas (Espasa). Recientemente se ha publicado también la última entrega de su trilogía sobre Federico García Lorca.
En los últimos años habrás visto cómo cambiaba la forma en que los medios se acercan a la violencia machista. Algunos, todavía pocos, tienen incluso guías de igualdad y editoras de género.¿Qué nota le pondrías a los medios españoles en la asignatura de igualdad?
En la parte teórica les pondría muy buena nota, porque es cierto que ahora existen esas guías y que muchos han hecho un esfuerzo, aunque a veces me temo que es un esfuerzo de cara a la galería. Otra cosa es la práctica. Hay medios a los que ahí les pondría un notable, porque han asumido un compromiso mayor a la hora de aplicar la teoría, y otros siguen en un deficiente. Más allá del titular burdo, frente al que ahora reaccionamos, hay una manera mucho más sutil de manipular, que es la de desinformar. Ahí entran los bulos. Por ejemplo, los bulos sobre la violencia machista, que se cuelan mucho en las tertulias. Cuando empecé a participar en tertulias de TVE, salía con un nudo de garganta. A veces acababa llorando, porque me encontraba con toda la mesa en contra. No comprendían mi discurso. Poco a poco el mensaje ha ido calando y en las tertulias y ya no nos ven tanto como el enemigo, pero en muchas situaciones lo he pasado muy mal, me he sentido incomprendida o que estaba ahí para cubrir el cupo.
¿Cuál es, en tu opinión, el bulo sobre el feminismo más dañino?
Creo que son dos. Uno es equiparar el feminismo con el machismo. Cuando oigo eso de “yo ni machista ni feminista, yo defiendo la igualdad”, se me cae el alma a los pies, porque pienso que siguen sin entender nada. Otra cosa que hace muchísimo daño es la negación de la violencia de género o el halo de sospecha. La idea de que hay muchas denuncias falsas, que las víctimas, sobre todo las que son madres, son unas aprovechadas que solo quieren la custodia de los hijos. Es algo que hace que me hierva la sangre.
“Ojalá combatir la violencia machista fuera algo tan fácil como poner más dinero. Solamente desde las políticas de igualdad se pueden evitar los asesinatos de mujeres”.
En los últimos meses hemos vivido un repunte alarmante de la violencia machista. ¿Cómo es posible que, habiendo, en teoría, cada vez más conciencia, las cifras sigan aumentando?
Cuando analizamos las cifras de asesinadas tenemos que analizar cuántas han denunciado y cuántas no. Si la mujer ha denunciado, es un fallo del sistema. Muchas veces vemos que las valoraciones del riesgo no se han hecho adecuadamente. No es solo una cuestión de presupuesto. Ojalá combatir la violencia machista fuera algo tan fácil como poner más dinero. Solamente desde las políticas de igualdad se pueden evitar los asesinatos de mujeres, y eso incluye sanidad, educación, servicios sociales…. En atención primaria, por ejemplo, se detectan muchos casos de violencia de género. Si cuando piden cita, las mujeres tardan quince o veinte días en llegar a la consulta, es tiempo que están en riesgo. El sistema de bienestar es lo que permite localizar a las mujeres que sufren esa violencia, y a lo mejor no saben ni verbalizarla, sin tener que esperar al momento del asesinato, cuando ya es demasiado tarde. El negacionismo de la violencia machista antes estaba marginado, pero ahora tiene representación democrática en los parlamentos y los ayuntamientos, lo que ha complicado más la situación. Una mujer tarda una media de hasta ocho años en denunciar. Si quien gobierna, el policía que la atiende o las instituciones que deben ayudarla no tienen esa sensibilidad, resulta mucho más difícil. Por eso la desinformación y los bulos son tan peligrosos.
¿Qué impacto crees que tendrá la ‘ley del solo sí es sí’, más allá de la polémica rebaja de condenas?
A diferencia de las víctimas de violencia de género, las de violencia sexual no tenían una ley con una visión integral que las protegiera. Cuando yo comencé a trabajar en esto se registraba una denuncia cada ocho o nueve horas, después el tiempo bajo a seis, a cinco y ahora estamos en tres horas. Esas violencias sexuales que no se llegaban a denunciar, y que suponían casi el 80% de los casos, está empezando a salir a la luz. En ese sentido, el debate en torno a la ‘ley del solo sí es sí’ ha sido positivo, porque ha aumentado la conciencia, aparte de todo el desarrollo que hace del papel que deben tener las instituciones, los medios de comunicación, la policía, etcétera. Es una ley muy transversal que, sin lugar a dudas, va a servir para que las víctimas se sientan más acompañadas.
“Las violencias sexuales que no se llegaban a denunciar y que suponían casi el 80% de los casos está empezando a salir a la luz”.
¿Cómo has vivido el ‘caso Rubiales’?
Me parece que Rubiales ha seguido un patrón clásico: él no ha querido ser tachado de machista, pero todo lo que ha hecho y todo lo que ha dicho ha reforzado esa percepción. Si el día de la rueda de prensa hubiera presentado su dimisión o pedido un perdón sincero, estoy absolutamente convencida de que nada de lo que pasó después hubiera sucedido. El tratar de dañar la credibilidad de Jennifer Hermoso y acabar cayendo en el discurso negacionista, hablando de ‘falso feminismo’, le ha acabado llevando al precipicio. Pero ha sido él solo el que se ha puesto ahí. Es cierto que hace cinco años gran parte de la sociedad no habría reaccionado como lo ha hecho, pero yo, que estoy siguiendo de cerca el caso, estoy viendo un rebrote del negacionismo violento muy intenso. Lo que más me preocupa es la deriva que ha tomado Rubiales, intentando utilizar los medios para lavar su imagen. Es algo que también han hecho Carlos Navarro y otros hombres acusados o incluso con condenas por casos de violencia de género. Ha encontrado en el negacionismo su refugio frente a un proceso de judicialización. Quiere ganar el apoyo de la opinión pública y lo hace vinculándose a este movimiento. El éxito de la estrategia depende de que los medios se presten al juego, pero él está siendo hábil en este sentido. Está posicionándose ahí para presentar esto como una guerra de sexos, que no lo es.
¿Qué te ha parecido el plante de las jugadoras de la Selección?
Muy bien, ha sido una manera de reivindicar su propia voz. Las jugadoras no estaban pidiendo que cayeran dos cabezas, pedían una reforma profunda, integral, de toda la estructura y el sistema federativo. No querían simplemente cambiar a una persona por otra, aunque esa otra fuera una mujer, porque poner a una mujer al frente sin cambiar nada más es también una forma de instrumentalizarla.
“Rubiales ha encontrado en el negacionismo su refugio frente a un proceso de judicialización. Quiere ganar el apoyo de la opinión pública y lo hace vinculándose a este movimiento”.
Tu trilogía sobre Federico García Lorca ha supuesto un cambio de registro. ¿Qué te ha llevado a escribirla?
Hasta ahora, yo siempre había hecho ensayo feminista. Una cosa que me quedó muy clara con todo lo que ocurrió con el programa de Rocío Carrasco es que la sociedad cree que sabe mucho de violencias machistas, pero no es verdad, porque entonces un programa como ese no hubiera tenido la audiencia que tuvo. De la violencia de género vemos solo la punta del iceberg, por debajo queda mucho por descubrir y explicar. Yo sabía que había gente que nunca se iba a acercar a un ensayo feminista, por eso me valí de la obra de García Lorca para crear una trilogía que hablara de la historia de las mujeres. Obviamente también trato la orientación sexual de Federico, es un discurso más transversal, pero mi objetivo es demostrar como lo que las víctimas siguen sintiendo es lo que infinidad de mujeres han sentido antes. Hoy se juzga a las víctimas de la misma manera en la que se juzgaba a los personajes de García Lorca. Recientemente se ha publicado el libro que cierra la trilogía, que es también un homenaje a las mujeres reales que acompañaron la vida de Federico.