Crece el antifeminismo entre los adolescentes españoles
Se extiende también el discurso negacionista de la violencia de género

“Culpables hasta que se demuestre lo contrario”: así es como se sienten los chicos adolescentes cuando se les plantean diferentes escenarios relacionados con la violencia de género, en un discurso cargado de ambigüedades en muchos aspectos, pero unánime respecto a la impresión de que la pérdida de presunción de su inocencia. Las chicas adolescentes, por su parte, también señalan la desprotección jurídica de los hombres como algo negativo para ellos y también para las mujeres que sí sufren violencia de verdad.
Hay, además, otros mitos, como el de las denuncias falsas, el de la mujer casta y respetable, el de la mujer santa y el hombre conquistador que también empapan la percepción adolescente sobre esta problemática y que contaminan el imaginario sobre violencia de género. Todo ello se vincula también con el antifeminismo, sobre todo los discursos más negacionistas de algunos de ellos. El sentimiento de ser víctimas de un sistema que cancela a los hombres es lo que acaba derivando en posturas contrarias al feminismo, porque sienten que les sitúa en una situación de inferioridad y vulnerabilidad frente a las mujeres. Se observa una creciente polarización entre mujeres y hombres adolescentes, pues al mismo tiempo que los chicos se acercan a posiciones postmachistas, las chicas siguen defendiendo posturas feministas, aunque no siempre se definan como feministas. Así lo indica el último informe realizado por el Centro Reina Sofía de Fad Juventud sobre percepciones y discursos de adolescentes españoles sobre masculinidades y violencia de género, un informe cualitativo basado en entrevistas a jóvenes de entre 14 y 17 años y entrevistas a expertos y expertas en género.
La investigación pone de manifiesto que los y las adolescentes tienen problemas para identificar la violencia de género. Esta se asocia a aquellos tipos más extremos o graves (agresiones sexuales), mientras que otras formas más cotidianas se normalizan y no se consideran tan importantes. Los adolescentes varones no niegan al completo la existencia de la violencia de género, pero sí banalizan o minimizan su importancia. El argumentario más habitual es: 1) que la violencia de género está mal definida, 2) que las medidas que se toman no son adecuadas, 3) que muchas de las cosas que recoge han pasado siempre y no es para tanto, 4) que son cosas que pasan más bien en otros países o épocas, 5) que en el fondo es inevitable y no se puede erradicar, 6) que la víctima también tiene culpa, 7) que las mujeres también lo hacen y 8) que está magnificado mediáticamente.
Entrando en los datos, el 46,4% de los hombres jóvenes se considera feminista frente a un 41,8% que dice no serlo, y hay un consenso mayoritario en que la violencia de género es un problema social muy grave (74,2%). Resulta destacable que el grupo más numeroso entre los varones adolescentes es el que se sitúa en las posiciones intermedias. Son jóvenes que podrían estar sosteniendo postulados machistas, solo que adaptados a los nuevos tiempos, motivo por el que pasan más desapercibidos. Algunas de estas afirmaciones son que el feminismo “busca perjudicar a los hombres” o que “no se ocupa de problemas reales y solo se usa como herramienta política” (38,1%). También están bastante extendidas creencias como que “no se puede debatir con feministas porque te acusan de machista muy rápido” o que “los hombres suelen tener trabajos más duros que las mujeres”. Según la Fad, “es fundamental ahondar en esta realidad para comprender qué argumentos y narrativas se están desplegando, para poder contrarrestar algunos de sus efectos más nocivos
Según la investigación “aunque los adolescentes se están alejando de algunos de los mandatos de la masculinidad tradicional, siguen manteniendo rasgos de una masculinidad tradicional, como la del ‘hombre hecho a sí mismo’, la del ‘hombre heterosexual y muy activo sexualmente’ o la del ‘hombre con liderazgo, decisión e independencia’, actitudes con las que no se sienten del todo cómodos”. De hecho, admiten necesitar expresar públicamente que lo están pasando mal y lamentan que la sociedad les meta a todos “en el mismo saco”. También critican que las chicas busquen ‘fuckboys’ superficiales con más capital social, en vez de buscar chicos que las vayan a cuidar y querer. En opinión de Beatriz Martín Padura, directora general de Fad Juventud: “La consideración de una mirada más amplia sobre la masculinidad, especialmente en esta etapa adolescente de definición de la identidad, es importante en tanto que estos rasgos atribuibles a chicos o chicas son una construcción sociocultural que cala en los comportamientos. Si no trabajamos sobre las masculinidades es imposible trabajar con cambios de actitud”.
De los resultados del estudio se extraen algunas recomendaciones que pueden ser incorporadas en la intervención con adolescentes para trabajar sobre las masculinidades y el negacionismo o banalización de la violencia de género:
- Trabajar y presentar a los y las adolescentes experiencias reales en lugar de datos o estadísticas: se ha comprobado que los adolescentes responden mejor ante relatos de experiencias reales, que ante datos o cifras numéricas sobre violencia de género. Trabajar con técnicas narrativas o biográficas puede ayudar a conectar con el problema y despertar su empatía.
- Alfabetización mediática: ofrecer herramientas para analizar e interpretar información de diferentes fuentes, sus argumentos subyacentes y reconocer o contrastar bulos. Los adolescentes reconocen no estar bien informados y se sienten tratados, constantemente, por diferentes actores políticos, como sujetos manipulables.
- Enfoque en las masculinidades: es necesario poner el foco en las masculinidades, en sus problemas y necesidades, teniendo en cuenta que los hombres no son un grupo homogéneo. Explorar cómo interactúan las relaciones históricas de clase, género y raza a la hora de comprender cómo se configuran las masculinidades, sus malestares y sus discursos acerca de la violencia de género.
- Explorar la dimensión digital: lo digital es el espacio de las relaciones cotidianas de los y las adolescentes, no obstante, los espacios digitales se conciben habitualmente como peligrosos y hostiles. Hay que entender el papel que juega lo digital en la sociabilidad adolescente y ofrecer herramientas para prevenir el sexismo mediado tecnológicamente.
- Recuperar la ilusión de un futuro mejor: es importante que se contrarreste el sentimiento catastrofista de los adolescentes para que sean capaces de imaginar y proponer soluciones a problemas actuales, tales como la desigualdad o la violencia de género.
- Desjerarquizar y generar espacios de diálogo: la polarización es un círculo vicioso que distancia posturas, imposibilita el diálogo y acaba generando más polarización. Desde Fad abogan por enfoques no adultocéntricos que reconozcan a los adolescentes como interlocutores válidos con ideas propias. Dejar que hablen sin miedo a represalias (permitiendo la duda y el error) ha demostrado generar un cambio hacia posturas y actitudes más favorables hacia el feminismo y las luchas contra la violencia de género.