“Estamos creando niños débiles y tiranos cuyas metas son muy banales”
Marina Escalona es autora del libro ‘Mamá, me he parado por dentro: cómo cuidar el motor interior de tu hijo’

En los últimos años, los casos de ansiedad, depresión, trastornos de la conducta alimentaria e incluso suicidios han aumentado de forma importante entre niños y adolescentes. La profesora de secundaria Marina Escalona, creadora del manifiesto educativo Aprendemos todos y madre de tres hijos, acaba de publicar Mamá, me he parado por dentro: cómo cuidar el motor interior de tu hijo, un libro que ofrece recursos para comprender mejor y actuar en respuesta a las emociones de los jóvenes. “Hay muchos chavales que cumplen perfectamente con el ‘programa’, sacan buenas notas y aparentemente no tienen ningún problema, pero están absolutamente desmotivados. Otros demuestran una rebeldía extrema, son superreactivos y parecen estar siempre en conflicto. Todo esto demuestra una profunda desconexión interior, una pérdida de sentido”. El primer paso para cuidar el motor interno de nuestros hijos, asegura la autora, es empezar por cuidar el nuestro. “Porque si padres y profesores no lo tenemos bien atendido, si no nos levantamos cada día con fuerza y estamos conectados con nuestro interior, difícilmente vamos a transmitírselo a ellos”.
¿Qué podemos hacer para entender mejor a nuestros hijos, especialmente durante la difícil etapa de la adolescencia?
La adolescencia es un momento muy complejo porque se producen muchos cambios. Es el paso de niño a adulto, hay una metamorfosis muy fuerte del cuerpo, no se reconocen. Se suma también que sus emociones son XL, sienten todo de una forma descontrolada y no tienen ninguna herramienta para regularlas. Los padres a menudo tampoco sabemos cómo acompañarles. Los adolescentes piden referentes, personas adultas que les hagan sentirse seguros, y muchas veces no somos ese modelo.
¿Somos excesivamente exigentes con ellos?
La vida es, en esos momentos, muy demandante con todos, también con nosotros. Es inevitable que les traslademos a ellos esa presión que sentimos como adultos. Como padres exigimos mucho a nuestros hijos porque pensamos que es necesario. Parece que hoy en día tienes que tener una formación exquisita y estar preparado y armado para salir a la batalla cotidiana. Vivimos más pendientes de la exigencia del programa exterior que de quiénes son nuestros hijos.
En un momento del libro dices que el mayor daño que podemos hacerles a nuestros hijos es protegerles en exceso.
Como percibimos que el mundo es tan exigente, pensamos que nuestros hijos no van a ser capaces de enfrentarse a él. Y si ellos notan que les observamos desde una posición de protección extrema, es el mensaje que van a sacar. Podemos decirles todos los días lo maravillosos que son, pero si les protegemos de todo, al final ellos van a creer que no pueden. Queremos que no sufran por nada y acabamos intentando interponernos entre ellos y la vida. Y solamente en las dificultades, en las carencias y en los conflictos nos hacemos fuertes. Estamos creando niños débiles y tiranos cuyas metas son muy banales, cuando necesitamos adultos fuertes capaces de atravesar las dificultades cotidianas.
¿Hemos avanzado como sociedad en temas de salud mental y gestión emocional?
No, porque son cuestiones que quedan fuera de la escuela. Las respuestas a preguntas como quién soy, por qué me siento así o por qué me pasa lo que me pasa dependen de la educación que recibimos en casa, y en muchos casos, los padres tampoco la hemos recibido, con lo cual, a menudo transmitimos, de generación a generación, una carencia de habilidades que son absolutamente fundamentales para vivir, para sentirnos libres, fuertes y desarrollar nuestra parte creativa, que está muerta. La creatividad no es pintar un cuadro, es desarrollar habilidades para la vida.
“Benditas sean sus llamadas de atención”, dices al final del primer capítulo. ¿Es buena señal que los niños muestren sus emociones, aunque sea gritando o de forma violenta?
Cuando un niño expresa sus emociones de una forma desmedida lo que nos está diciendo es hasta qué punto siente un dolor acumulado que no sabe gestionar. No tenemos que aceptar el grito y el maltrato, pero sí entender que habla de un profundo dolor. Tenemos que plantearnos qué nos estamos perdiendo de la vida de nuestros hijos, la mayoría de las veces, porque no les escuchamos. A veces estamos más pendientes de la respuesta que le vamos a dar que de lo que nos están contando. Además, no les vemos como son. No sabemos mirar más allá de nuestras expectativas para ver al ser humano que tenemos delante.
Hablas también de ser “jugadores conscientes”. ¿En qué fallamos como padres y cómo podemos tomar conciencia para mejorar?
Fallamos en el conocimiento de estas dinámicas. La vida implica dolor y presenta encrucijadas. El problema no es ese, sino carecer de las herramientas para trascenderlas y crecer. Los padres ignoramos cómo situarnos frente a la vida de una forma más constructiva y positiva. Tenemos que mirar hacia dentro para encontrar nuestros propios recursos y así poder ofrecer a nuestros hijos mejores respuestas.
