Manual de defensa contra los bulos machistas
Entrevistamos a Ana Bernal-Triviño, que desmonta en su nuevo libro los más extendidos

La violencia no tiene género. Los asesinos machistas son enfermos mentales. El feminismo fomenta el victimismo. Los hombres están desprotegidos frente a la Ley de Violencia de Género. Si una mujer tarda en denunciar por algo será. Las feministas son unas reprimidas sexuales…. Estos son solo algunos de los muchos mitos, leyendas urbanas o mentiras malintencionadas que se repiten de forma insistente al opinar sobre igualdad de género. La periodista Ana Bernal-Triviño recoge en No manipuléis el feminismo (Editorial Espasa) cincuenta de esos bulos y los desmonta a base de datos y buenos argumentos. Bernal-Triviño es periodista, profesora en la Universitad Oberta de Catalunya y colabora habitualmente en medios como Publico.es, El Periódico o TVE, generalmente hablando sobre derechos humanos y cuestiones de género.
¿Quién está manipulando el feminismo?
Como siempre, al feminismo lo manipulan los machistas, lo que ocurre es que estos están en todas las esferas de poder: en la religión, la política, la justicia, las empresas… El machismo es algo impregnado en todas las instituciones. La idea de este libro surgió en 2017 en un artículo y la única diferencia que encuentro dos años después es que muchos de esos bulos que antes se mantenían en un entorno más privado o se movían a través de redes sociales, ahora se han legitimado. Han pasado a monopolizar la agenda informativa, la información y el discurso. Se han legitimado, además, de una forma muy peligrosa, a través de la política, con la llegada de la ultraderecha al Congreso.
¿Cuál es el bulo más peligroso?
Los que más daño hacen son los que atacan una cuestión que hasta ahora se consideraba transversal y aceptada globalmente como es la Ley de Violencia de Género. Cosas como que es la causa de muchos suicidios de hombres o que permite que solo el testimonio de una mujer condene a penas de prisión. Todo eso es absolutamente mentira. Nuestro sistema judicial es muy garantista, un maltratador queda absuelto si la carga probatoria en su contra no es lo suficientemente fuerte. Los bulos más peligrosos son los que afectan al entorno de la justicia, porque es el único sistema que tenemos para proteger a las víctimas y a sus hijos e hijas. Esos bulos solo contribuyen a su desprotección.
¿Qué podemos hacer para acabar con ellos?
La ciudadanía debería tener mucha conciencia, hacer autocrítica y un ejercicio de militancia informativa continuo. Lo esencial es tener más formación e información para poder responder en situaciones en las que nos vemos rodeados de machistas y tenemos que callarles. También deberíamos hacer un ejercicio de memoria histórica feminista, que es algo de lo que este país está muy falto. Nos la han arrebatado. Deberíamos saber, por ejemplo, cómo las mujeres recuperamos nuestros derechos después de cuarenta años de dictadura. Es importante saber de dónde venimos para saber a dónde vamos.
Uno de los mitos más recurrentes y del que hablas en las primeras páginas es ese de “ni machismo ni feminismo, igualdad”. ¿Qué le dirías a la gente que todavía dice este tipo de cosas?
Es evidente que quien pronuncia este tipo de frases está perjudicado por la idea de no hay que posicionarse. En realidad, las etiquetas sirven para algo. Sirven para designar. Yo puedo sentir orgullo al ponerme la de española, porque realmente lo soy y eso me hace diferente a una persona de otro país. No tenemos miramientos a la hora de utilizar algunas etiquetas que nos definen, y creo que si hay una de la que nos deberíamos sentir orgullosos es la de feminista, porque el feminismo defiende los derechos humanos. También influye una mala práctica del periodismo, que tiende a hacer en todo un ejercicio de objetividad. La objetividad para mí no existe, cada uno tiene su visión, y ser equidistante con la información no siempre vale. La periodista Olga Rodríguez suele usar un buen ejemplo. Se pregunta cómo se cubriría hoy en día el nazismo. Hablaríamos del gueto de Varsovia y publicaríamos las declaraciones de un rabino diciendo que están masacrando a los judíos, pero a la vez citaríamos un comunicado de Goebbels negándolo. Eso no es hacer periodismo, es situar al mismo nivel a la parte agresora y a la parte agredida. Eso es blanquear la violencia.
¿Qué otros errores cometemos los medios a la hora de informar sobre violencia de género?
Sobre todo me preocupa mucho el proceso revictimización al que someten a la mujer. La gran asignatura pendiente de la prensa española es llegar a comprender el proceso psicológico por el que pasa una víctima de violencia machista o de agresión sexual. Lamentablemente, en la prensa se trata muy bien a las víctimas de otros tipos de terrorismo, como el de ETA o el DAESH, pero no existe el mismo respeto hacia la víctima de violencia de género. Principalmente porque no se considera algo sistémico, sustentado en el patriarcado, sino crímenes aislados. Ese es el gran error. Hay grupos de mujeres dentro de las redacciones que están provocando un cambio de enfoque, pero la respuesta tendría que ser mucho más contundente. Tenemos que ejercer un periodismo feminista, más que nada para cumplir con nuestra función ante la sociedad, porque nuestra Constitución exige que se respete la igualdad.
Y como ciudadanos, ¿cuál es nuestra gran asignatura pendiente?
Ser lo suficientemente maduros como para saber qué es lo que estamos votando. No deberíamos dejarnos llevar por la novedad o por que nos guste la estética de un partido. Tendríamos que analizar los programas y pensar qué consecuencias tendría la victoria de ese partido sobre otros grupos de población. También deberíamos recuperar nuestra memoria histórica para asegurarnos de no legitimar con nuestro voto el que los derechos que hemos logrado sean atacados.