La discriminación por embarazo no solo afecta a la salud de la madre, sino también a la del bebé
Un estudio realizado por cuatro universidades estadounidenses así lo confirma
Lo que debería ser una noticia feliz, el anuncio de un embarazo, puede convertirse en según qué empresas en una pesadilla para las futuras madres. Despidos, reducciones de sueldo, pérdida de responsabilidades, comentarios hostiles, bromas inapropiadas,... La discriminación por embarazo, que se produce cuando un empleador trata de manera desfavorable a una empleada por causa de su embarazo y su maternidad o de las afecciones médicas relacionadas con el embarazo y la maternidad, puede tener muchas caras. Algunas, como los despedidos o los cambios en las condiciones laborales, son más evidentes y más fácilmente denunciables. Pero esa discriminación también adquiere a veces la forma de comportamientos sutilmente hostiles: aislamiento social, estereotipos negativos, expectativas de rendimiento más bajas, tratamiento personal grosero, etcétera.
Sea más o menos evidente, esa negatividad pasa factura a nivel de salud, y no solo a la salud de la madre, sino también a la del bebé. Esa es la conclusión más destacable de un estudio publicado en el Journal of Applied Psychology y realizado por investigadoras de cuatro centros universitarios en Estados Unidos: Kaylee Hackney, de la Universidad de Baylor; Shanna Daniels, Samantha Paustian-Underdahl y Pamela L. Perrewé, de la Universidad Estatal de Florida; Ashley Mandeville, de la Florida Gulf Coast University, y Asia Eaton, de la Universidad Internacional de Florida.
Las investigadoras entrevistaron a 252 mujeres embarazadas (la mayoría blancas y con estudios universitarios) para averiguar cómo percibían su entorno laboral y contactaron de nuevo con ellas después de que nacieran los bebés para saber cómo había ido todo. Los resultados apuntan a que las mujeres que sienten que su embarazo ha caído mal en su lugar de trabajo tienen más probabilidades de sufrir estrés y depresión posparto, que es algo que ya se sabía. Pero, además, aumentan sus posibilidades de tener bebés prematuros y con bajo peso al nacer.
Las autoras no intentaron documentar que existía discriminación en el lugar de trabajo contra esas mujeres en concreto o las embarazadas en general (algo que multitud de denuncias y otras investigaciones ya han demostrado), sino más bien cómo percibían ellas la situación y cómo afectaba esa situación al desarrollo del embarazo. En ese sentido resulta interesante destacar que incluso algunos jefes bien intencionados que intentaron limitar el estrés de sus empleadas embarazadas limitando su carga de trabajo consiguieron justo el efecto contrario, puesto que ellas percibieron la medida como “degradante o incluso discriminatoria”. El mejor consejo para los jefes en estas situaciones, aseguran las autoras, es que hablen las cosas abiertamente. “No hagan suposiciones”, recomienda Shanna Daniels, “ tenga un diálogo abierto con las empleadas sobre lo que quieren".