La piloto que perdió la vida demostrando ser la más rápida de la historia
Jessi Combs murió batiendo un récord de velocidad que el Guinness acaba de confirmar
“Puede parecer una locura caminar directamente hacia la línea de fuego... Aquellos que están dispuestos son los que logran grandes cosas. La gente dice que estoy loca. Yo doy las gracias”. Este es el mensaje que compartió en sus redes la piloto Jessi Combs el 25 de agosto del año pasado, solo dos días antes de morir en un fatal accidente en el desierto de Alvord, al sureste de Oregón. Conducía uno de los vehículos del Proyecto Águila, una colaboración entre ingenieros, pilotos y mecánicos estadounidenses y canadienses con el objetivo de batir el récord de velocidad en tierra.
En diciembre de 2004 se llevaron a cabo las primeras pruebas del American Eagle, como se conoce a los vehículos resultantes del proyecto. No parece apropiado llamar coche a esa suerte de naves que compiten en esta modalidad del automovilismo. La cabina del American Eagle se basa en el fuselaje de un avión caza a reacción Startfighter Lockheed F-104-10 y tiene un motor turborreactor General Electric LM1500. Jessi Combs se unió el equipo en 2013 con una misión en mente: batir el record de velocidad en tierra para mujeres establecido por Kitty O’Neil hace más de cuatro décadas. O’Neill es otro personaje fascinante, una piloto de origen cherokee, sorda desde la infancia y doble de cine de acción (hizo algunas de las escenas más peligrosas de Wonder Woman), que en 1976 condujo por el desierto de Alvord a una velocidad promedio de 825 kilómetros por hora.
El primer intento de Jessie Combs, en octubre de 2014, se quedó lejos del récord (632 km/h). En 2016 Combs llevó su marca hasta los 768 km/h y volvió a probar dos años después, pero un problema mecánico le impidió acabar las dos tandas consecutivas en direcciones opuestas que hay que completar para establecer un récord oficial de velocidad. El pasado 27 de agosto tuvo lugar el último intento. Esta vez Combs había completado las dos carreras y había marcado una velocidad promedio de 841 km/h. El reto ya estaba superado cuando el ensamblaje de su rueda delantera se desmoronó, según la investigación, probablemente tras chocar contra algún objeto del desierto. El fallo en la rueda impidió frenar al vehículo, que acabó estrellándose contra el lecho de un lago seco. A esa velocidad el accidente no podía sino resultar fatal para la piloto. La causa oficial de la muerte fue un traumatismo en la cabeza que se produjo antes del incendio que envolvió el coche tras el choque.
Cuando falleció, Jessi Combs tenía 36 años. Nació en Rapid City, una ciudad dedicada a la minería y el turismo situada a unos cincuenta kilómetros del monumental Monte Rushmore, en Dakota del Sur. Desde niña le gustaron los coches y la velocidad y siempre soñó con convertirse en piloto de carreras. Trabajar el metal y la artesanía eran sus otras pasiones, así que combinó ambas cosas y se graduó en WyoTech, un centro que prepara a los estudiantes para hacer carrera como técnicos en el mundo de la automoción.
Pero donde más disfrutaba era al volante. A lo largo de su carrera como piloto condujo de todo: superautos, monster trucks, coches de rally, coches clásicos, hot rods, motos... A sus facetas como piloto y constructora (tenía un pequeño taller en California donde desarrollaba sus proyectos) sumó la de presentadora de televisión. Apareció en más de una decena de programas de motor, empezando por Xtreme 4x4, en el que durante cuatro temporadas construyó todo tipo de vehículos, desde camiones de carreras a remolques.
El Guinness de los Records confirmó hace unos días la marca de 841,338 km/h que logró el día de su muerte, lo que la convierte, ahora ya sí oficialmente, en la mujer más rápida de la historia sobre cuatro ruedas.
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