El liderazgo femenino frente a la pandemia
Angela Merkel, Jacinda Ardern, Mette Frederiksen o Tsai Ing-wen son aplaudidas por su gestión de la crisis
Alemania, Nueva Zelanda, Dinamarca, Finlandia, Islandia o Taiwán son algunos de los países que han desarrollado estrategias más eficaces a la hora de controlar el COVID-19. Estos países también tienen en común el hecho de estar dirigidos por mujeres, algo que estos días está llevando a muchos a plantearse si no habrá algo en la forma de gestionar de las mujeres que haga de ellas mejores líderes, especialmente en situaciones de crisis.
Todos los análisis coinciden en señalar que entre los gobiernos que están afrontando la crisis del coronavirus con más aplomo, firmeza y sentido común hay una sorprendente cantidad de mujeres al mando. Sorprendente, sobre todo, porque las mujeres al frente de gobierno son como los arcoíris, un fenómeno bonito pero poco frecuente; no tan inusual como los eclipses, aunque siguen llamando la atención. Según el último mapa de mujeres en política, realizado por UIP y ONU Women con datos a 1 de enero de 2019, a comienzos de este año apenas había una veintena de jefas de estado o gobierno electas en todo el mundo.
Quizá el ejemplo más evidente de gestión eficaz frente al coronavirus sea el de Jacinda Ardern. La primera ministra de Nueva Zelanda tomó medidas más contundentes y antes que otros países: prohibió los viajes de China a principios de febrero, cerró sus fronteras a mediados de marzo e impuso el cierre del país cuando todavía no se había registrado ningún muerto. Es, además, uno de los pocos países del mundo que ha adoptado una estrategia de eliminación del virus. El objetivo allí no es aplanar la curva, sino acabar con la enfermedad. A día de hoy hay poco más de mil casos confirmados y diecinueve fallecidos por coronavirus. En consecuencia, la tasa de aprobación de Ardern se ha disparado por encima del 80%.
También ronda esa cifra el apoyo de Mette Frederiksen, la primera ministra de Dinamarca, que a principios de marzo cerró fronteras y poco después decretó el cierre de centros educativos y prohibió las reuniones de más de diez personas. Al igual que Ardern, que además de las comparecencias oficiales ha ido publicando vídeos más personales, hablando desde el sofá de su casa a sus compatriotas, también Frederiksen ha mostrado en esta crisis su lado más personal y cercano. Incluso ha publicado un vídeo en Facebook en el que aparece cantando mientras lava los platos. Su foto hablando por teléfono con Ardern, cada una en su casa en pijama, también se ha hecho viral.
El llamado ‘milagro alemán’ frente al coronavirus ha despertado lo que algunos medios llaman ya la ‘merkelmanía’. En realidad, la canciller germana ha gestionado la crisis fiel a su estilo, dejándose asesorar por expertos, aplicando la racionalidad y buscando el consenso. Sus intervenciones públicas han resultado tan directas y tranquilizadoras como siempre, pero algo más personales de lo habitual. Algunos la tildaron de alarmista cuando alertó de que hasta el 70% de las personas podían contraer el virus o cuando apareció en televisión afirmando que el COVID-19 era el mayor reto para el país desde la Segunda Guerra Mundial, pero el tiempo ha confirmado que cuando dijo que el coronavirus era serio y había que tomárselo en serio, Merkel tenía razón.
Noruega también se movió deprisa para atajar los contagios. Como sus vecinos daneses fueron de los primeros países europeos en cerrar fronteras, clausurar centros educativos y lugares de ocio Su primera ministra, Erna Solberg, fue la primera en usar la televisión para hablar directamente con los niños de su país, respondiendo a sus preguntas y explicándoles que no pasaba nada por sentirse algo asustado. “Podéis tener algo de miedo al virus, pero todo irá bien”, les aseguró.
El caso de Islandia se considera ejemplar en muchos sentidos. Bajo el liderazgo de la primera ministra Katrín Jakobsdóttir, el país no ha necesitado decretar cuarentas obligatorias. Se han prohibido las reuniones de más de veinte personas, aunque muchos comercios y colegios siguen abiertos. Su estrategia se ha basado en la ya famosa recomendación de la OMS: pruebas, pruebas, pruebas. No solo ofrecen pruebas del coronavirus gratuitas para todos los ciudadanos que deseen hacérsela, tengas síntomas de la enfermedad o no, también han implantado un sistema para localizar y aislar los nuevos contagios. De momento allí ha habido casi 1.800 afectados y diez fallecimientos.
Por su situación geográfica (a poco más de cien kilómetros de la costa China) y por su estrecha relación con ese país (casi un millón de taiwaneses residen y trabajan en la China continental), la pandemia podía haber resultado devastadora en Taiwán, pero el gobierno del país, bajo el mando de la presidenta Tsai Ing-wen, activando ya en enero un Centro de Mando Sanitario desde donde se han recogido datos, seguido los casos de contagio y coordinado la respuesta de las distintas administraciones. PSu estrategia, adelantarse al virus y no esperar a ver cómo evolucionaba la situación, ha funcionado como demuestran las cifras: solo dos muertos y menos de doscientos afectados.
El repaso podría seguir, pero parece claro que entre los líderes que actuaron antes y de forma más enérgica contra la pandemia, las mujeres están bien representados. ‘Las líderes femeninas mundiales aclamadas como la voz de la razón en medio del caso del coronavirus’, decía hace unos días un titular de The Washington Post. Es cierto que hay gobiernos liderados por hombres que están haciendo un buen trabajo controlando la pandemia, pero también hay muchos ejemplos de líderes varones que su actitud irresponsable han empeorado mucho la situación. Empezando por el presidente chino, Xi Jinping, que ha reconocido que tardó dos semanas en cerrar Wuhan y alertar a la población, ayudando así que a que la enfermedad se extendiera. Las acusaciones de oscurantismo y falta de transparencia también han vuelto a planear sobre el gobierno chino durante esta crisis.
En Estados Unidos, ahora centro de la pandemia (ya hay más de 55.00 muertos allí), el presidente Trump ignoró las recomendaciones de los científicos durante meses y ha restado importancia a la enfermedad hasta el día de hoy (hasta hace no mucho seguía sosteniendo que la gripe común era peor). El pasado viernes, durante una rueda de prensa, hizo la sorprendente propuesta de tratar con inyecciones de desinfectante y luz solar a los contagiados, ante la incredulidad de la coordinadora de la respuesta al coronavirus de la Casa Blanca, Deborah Birx, con cara de no dar crédito a la ocurrencia de su jefe. El resultado: más de cien ingresados tras ingerir desinfectante por recomendación del presidente.
También el primer ministro británico, Boris Johnson, subestimó la gravedad de la crisis sanitaria y se negó a introducir restricciones a las reuniones sociales. Mientras España, Italia, Francia y media Europa decretaban el cerrojazo, el premier británico se negaba a decretar medidas de aislamiento social, frente a la opinión de buena parte de su comunidad científica, que en una carta abierta pidió a su gobierno que cambiara una estrategia que ponía en riesgo tanto el servicio de salud como la vida de los británicos. Ya de vuelta a Downing Street, tras haber vivido pasado por cuidados intensivos por la enfermedad, Johnson parece haber aprendido la lección y ha advertido de que es demasiado pronto para pensar en levantar las medidas de aislamiento social en Reino Unido. Mejor tarde que nunca, cabe pensar, aunque esto no evite que el 64% de los británicos opine que el Gobierno no actuó lo suficientemente rápido ante la enfermedad y solo el 51% aprueba la gestión que el gabinete ha hecho de la crisis.
En Brasil, Jair Bolsonaro, que ha calificado al coronavirus de “gripecilla”, se enfrenta a una crisis de gobierno después de decidir destituir al del ministro de Salud por defender al cuarenta y de la dimisión del titular de Justicia y Seguridad. Mientras aumentan las voces que solicitan un impeachment, varios exministros de Salud del país le han acusado ante al Alto Comisionado por los Derechos Humanos de la ONU de “potencial genocidio” por no seguir las recomendaciones de las autoridades sanitarias y la OMS.
Ideologías aparte, el coronavirus está haciendo más evidente la diferencia entre las Merkel y las Ardern de este mundo, y los Trump y los Bolsonaro. Quizá la pregunta no debería por qué hay tanta dirigente femenina sensata, sino cómo es posible que haya tanto varón hipermasculinizado irereponsable al frente de gobiernos.