“El deporte profesional te obliga a tomar decisiones muy importantes cuando todavía eres muy joven”
La patinadora Sara Hurtado se prepara junto a su pareja, Kirill Khaliavin, para el Europeo de este mes en Austria


LaLiga se ha comprometido con el deporte español a través del proyecto LaLigaSports, que presta soporte a 4.200 deportistas de alto nivel y 64 federaciones deportivas, entre ellas, la de patinaje.
Sara Hurtado tiene 27 años y lleva desde los 11 compitiendo a nivel internacional. Forma pareja artística con el patinador ruso nacionalizado español Kirill Khaliavin desde 2016. Juntos han ganado dos veces el Campeonato de España y en 2018 lograron la plata en la Copa Rostelecom de Moscú, una de las citas más destacadas de este deporte (es una de las seis competiciones que integran el Grand Prix). Nunca antes un dúo español había logrado una medalla en un evento de este nivel. Solo Javier Fernández lo había conseguido en la categoría individual. Antes Sara Hurtado había formado equipo con el catalán Adrià Díaz, su pareja de baile desde los 16 años. Con él asistió a sus primeros Juegos Olímpicos en 2014 y conquistó cinco veces el campeonato de España. Con Khaliavin participó en Pyeongchang 2018. Ambos preparan ahora otras dos importantes citas: el Europeo de Austria de este mes y el Mundial de Montreal en marzo.
¿De dónde viene tu pasión por el patinaje?
Creo que fue la pasión la que me encontró a mí. Empecé a patinar con mi hermano cuando tenía 8 años. Éramos unos niños superactivos, hacíamos un montón de cosas: tocábamos el violín, jugábamos al tenis… Abrieron una pista cerca de donde vivíamos y mi madre nos preguntó si nos apetecía aprender a patinar bien, porque lo habíamos probado en la celebración de un cumpleaños y nos había gustado. Para mí fue como descubrir un mundo nuevo. Se convirtió en el momento más estupendo de la semana. A partir de ahí, casi sin darme cuenta, empecé a priorizar el ir a patinar. No recibí ninguna presión ni por parte de mi familia ni de nadie, simplemente era muy feliz en la pista.
¿Es un deporte tan sacrificado como se dice?
Todo deporte de alto nivel lo es. Si te dedicas a ello de manera profesional tendrás que dejar de lado cosas para entrenar y competir. Eso indudablemente supone un sacrificio importante. También te obliga tomar decisiones muy importantes cuando todavía eres muy joven, elecciones que la gente de tu edad no tiene que hacer. Yo tuve que dejar España muy pronto para buscar un buen entrenador y tener las condiciones necesarias para perseguir el sueño olímpico. Pero no tengo duda de que lo volvería a hacer. Ha sido mi escuela de vida. Me ha enseñado que no hay nada más importante que conocerte a ti mismo, hacer lo que quieres y mantenerte firme al perseguir tu objetivo. Son valores que debo a mi deporte.
Cuando tu etapa con Adrià Díaz llegó a su fin, ¿te planteaste dejarlo?
Lo cierto es que sí. De repente te encuentras con que tu equipo se ha roto y vuestros objetivos comunes desaparecen. Tu mundo cambia. Cuando pasó me preparé para la posibilidad de no encontrar otra pareja. Me repetía a mí misma que había tomado la decisión porque estaba segura de que ese equipo [el que formaba con Adrià] ya no podía evolucionar más, yo no estaba disfrutando y creía que podía dedicarme a otra cosa. Pero entonces apareció Kirill.
¿Y cómo surgió la oportunidad de formar pareja con él?
Fue algo inesperado. Se acercaban unos Juegos Olímpicos, un momento en el que no suele haber cambios de parejas. Yo quería seguir compitiendo por España y necesitaba una pareja española, lo que reducía aún más las posibilidades. Además tenía que ser alguien de buen nivel y con un físico (medidas, altura…) que encajara con el mío. Yo lo daba por imposible, pero dio la casualidad de que la pareja de Kirill tenía una lesión complicada en la cadera, estaba bastante desmotivada y no quería forzarse para encarar el siguiente ciclo olímpico. Entonces él me escribió y me propuso formar pareja. Fui a Moscú a hacer una prueba de cuatro días con él y los entrenadores para ver si éramos compatibles. Es importante poder confiar en tu compañero, que acaba convirtiéndose en una extremidad más de tu cuerpo. Una vez que decidimos seguir adelante tuvimos que conseguir los permisos pertinentes y él tuvo que cambiarse de nacionalidad y de federación.

Imagino que al principio las cosas no serían fáciles. ¿Qué es lo que más os costó al empezar a trabajar juntos?
Todo fue bastante emocionante y refrescante. Yo empecé otra vez a disfrutar de este deporte. Quizá lo más difícil fue el match técnico, porque cada uno veníamos de una técnica diferente, pero al mismo tiempo fue divertido, porque ves como tu patinaje se va enriqueciendo.
En tus inicios empezaste en la categoría individual. ¿Te planteaste volver a patinar sola?
La verdad que no. Una vez que me decidí por la danza sobre hielo no me lo volví a cuestionar. Me gustó tantísimo que tenía claro que era lo que quería hacer.
¿Cómo preparáis un número nuevo?
Es un proceso complejo. Entre abril y mayo solemos crear las coreografías. Luego hacemos un pequeño parón de vacaciones en junio. Julio y agosto es la pretemporada y el momento en el que nos centramos en preparar los ritmos y bailes nuevos. Y en septiembre empezamos a competir. A la hora de preparar un número lo primero es buscar la música y decidir las coreografías. Hay que intentar adelantarse a la normativa del año siguiente, que se publica hacia el verano, para intentar incluir los elementos que puede pedir. A Kirill y a mí nos gusta involucrarnos en el proceso creativo, pero también hay quien prefiere dejar estas decisiones exclusivamente a los entrenadores o los coreógrafos. Con el vestuario este año nos ha echado una mano el diseñador Juan Vidal. Ha hecho un trabajo espectacular.

Ya has competido en dos Olimpiadas. ¿Piensas en las de 2022?
La experiencia olímpica es algo indescriptible. Es tan brutal que te llena de energía para los siguientes cuatro años. Las dos experiencias fueron distintas porque fui con dos parejas distintas y el camino que me llevó a esas dos citas fue muy diferente. Por supuesto que tengo en mente las próximas. Los Juegos Olímpicos son lo máximo a lo que cualquier deportista puede aspirar, pero todavía queda mucho y tenemos que ir paso a paso.
Has vivido en Montreal y ahora en Moscú, lugares donde el patinaje tiene más seguidores. ¿La diferencia con España es muy grande?
No hay color. En Rusia el patinaje artístico se sigue más que el fútbol. Lo primero es el hockey sobre hielo, luego está el patinaje y después el resto de deportes. La gente vive los inviernos rodeada de pistas de hielo, ve patinaje en la televisión y hay miles de shows relacionados con el hielo. Forma parte de su cultura. Me encantaría que en España se conociera más este deporte, aunque las cosas están cambiando. Hace años la gente no sabía casi ni que había representación española en los deportes de hielo. Ahora al menos conocen a Javier Fernández.
