Una física impulsando el avance de la medicina
Entrevista con Montse Calleja, jefa de grupo de Bionanomechanics Lab y ganadora del Premio MAS en Ciencia

Su mayor sueño sería ver en hospitales o centros de salud de la Seguridad Social los biosensores nanomecánicos que su equipo desarrolla y que permitirán detectar enfermedades como el cáncer o el VIH en etapas tempranas. Para lograrlo, Monste Calleja ha sumado a su faceta de investigadora la de emprendedora. El objetivo: acortar la brecha que separa el avance científico de los pacientes. Por todo ello, este año se ha convertido en la ganadora del Premio Mujeres a Seguir en la categoría de Ciencia.
“Un cabello tiene unos 100 micrómetros de diámetro y un nanómetro es mil veces menor que un micrómetro”. Con esa gráfica comparación, Monste Calleja pretende dar una idea de la escala a la que trabajan en el Grupo de Bionanomecánica del Instituto de Microelectrónica, que tiene su sede en Tres Cantos (Madrid) y que en los últimos años se ha convertido en un referente del I+D+i de este país. Allí hacen ciencia básica, tratando de comprender los fenómenos que ocurren en la microescala y la nanoescala, pero también les interesa, y mucho, la aplicabilidad de estos conocimientos. “Diseñamos dispositivos que tengan propiedades especiales debido a estas pequeñas dimensiones”, explica Calleja. “Nuestros dispositivos favoritos ahora mismo son los sensores nanomecánicos, pequeños trampolines que cambian su vibración cuando aterrizan sobre ellos biomoléculas, virus, bacterias, etcétera”.
Suena a futuro, pero ya existen y se utilizan de forma habitual. Sin el sensor de glucosa, por ejemplo, la vida de los pacientes diabéticos sería mucho más complicada. El reto ahora, indica, “es conseguir biosensores cada vez más sensibles y más fiables, capaces de detectar muy pocas moléculas y con muy pocos falsos positivos o negativos. Entre los objetivos de mi grupo está el desarrollo de sensores capaces de detectar biomarcadores de cáncer en estadios tempranos de la enfermedad o detectar infecciones como el VIH en las primeras semanas, de manera que se pueda aplicar el tratamiento cuanto antes, cuando es más eficaz. Esta área de trabajo está liderada por la Dra. Kosaka, que es química. La colaboración entre diversas disciplinas científicas es fundamental para poder avanzar en el desarrollo de biosensores”.
Ella misma es en realidad física. “El camino hasta aquí ha sido el resultado de la mezcla de mis intereses con casualidades y las oportunidades que se me han ido presentando. Me gustaba la física ya en el bachillerato, pero me decidí a estudiar la carrera después de una charla fascinante sobre el cosmos y los agujeros negros. No consigo recordar el nombre del conferenciante, pero sí recuerdo la pasión que transmitía sobre su trabajo. Así que mi primera intención era estudiar astrofísica. Durante la carrera, sin embargo, comenzaron a gustarme otras asignaturas, otros campos, en particular la asignatura de mecánica y ondas, en la que tuve un gran profesor, el profesor Labastida. La verdad es que, de una forma u otra, nunca he dejado el campo de la mecánica”.
Se formó aquí en España, pero también estuvo trabajando durante periodos cortos, de pocos meses, en Japón (en el ETL-Tusukuba) e Italia (CNRIstituto di Spettroscopia Molecolare), y después durante dos años en el Mikrolektroniks Centret de la Universidad Técnica de Dinamarca. De nuevo, irse fuera tampoco entraba en sus planes. “Trabajar fuera es duro, pero desde que comienzas una tesis sabes que es muy complicado seguir en la carrera investigadora sin ese sacrificio. Lo habitual es que no sea algo apetecible desde el punto de vista personal, pero profesionalmente es enriquecedor y la verdad es que yo acabé disfrutando mucho de esas experiencias también a nivel personal”.
De vuelta a España, y ya trabajando en el Bionanomechanics Lab, Calleja ha registrado una decena de patentes. La más reciente protege un método que detecta la masa y la elasticidad de las partículas. “Es un buen ejemplo del tipo de trabajo que hacemos en mi grupo: esta patente encaja perfectamente en el campo de la física, pero en realidad la aplicación que nos ha resultado más interesante, y en la que estamos trabajando, es detectar e identificar, a través de estas propiedades físicas, diferentes patógenos, virus, bacterias, hongos, etcétera”.
También ha fundado dos startups tecnológicas para explotar esas patentes: Mecwinbs y Nanodreams, pioneras en la comercialización de biosensores nanomecánicos. “Es muy difícil que los avances científicos y tecnológicos lleguen a la sociedad sin el apoyo de la industria. Mi objetivo era dar un primer empujón a los avances de mi grupo hacia esta utilidad social final”. Es una forma de funcionar muy habitual en países como Estados Unidos que aquí ha comenzado a extenderse de una década a esta parte. “Ahora existen programas de financiación nacionales y europeos que apoyan esos primeros pasos para cubrir la brecha que existía entre los avances en ciencia y la explotación industrial de resultados. Esto ha servido para cambiar la perspectiva de los investigadores jóvenes; muchos piensan ya en las empresas tecnológicas como un camino profesional atractivo y, además, se atreven a emprender y liderar nuevas empresas. Soy muy optimista en este sentido respecto al futuro de la ciencia y las empresas tecnológicas españolas”.
También está convencida de las posibilidades de la bionanomecánica y su capacidad de cambiar la medicina, aunque sea complicado pronosticar cuál será su próximo gran avance, porque ahora mismo tienen varios frentes abiertos. “Estamos trabajando en aplicaciones en cáncer de mama, de pulmón y detección de infecciones, pero estos sensores pueden aplicarse a casi cualquier molécula, así que es difícil predecir cuál será el área de mayor impacto”. Sea cual sea la enfermedad, lo que sí tiene claro es el objetivo final, por lo que trabaja cada día: “Ver uno de nuestros sensores en un hospital o centro de salud de la seguridad social sería nuestro mayor logro”.
Esta entrevista se publicó primero en el nº6 de nuestra edición en papel.