“Con ambición se puede cambiar lo imposible”
Teresa Viejo entrevista a Muzoon Al-Mellehan, la joven activista siria que trabaja por la educación de los niños en zonas de conflicto
Veinte años. Ojos de mujer en un cuerpo de niña. La voluntad de cambiar el mundo después de que otros reventaran el suyo. La vida de Muzoon Al-Mellehan va dentro de una maleta desde que en 2013 abandonara Siria porque no quedaba otra, porque sus opciones de resistencia pasaban por susto o muerte, lo que acaeció tras meses de no entender cómo se pasa del blanco al negro en apenas un pestañeo. Y llenó su maleta de libros. “Teníamos una vida normal, al igual que todo el mundo” es lo que más repite, eso y la palabra “educación” a modo de varita mágica de Harry Potter. En la edad en que le hubiera tocado leerlo, ella andaba aporreando puertas en los campos de refugiados para convencer a los padres de que sus hijos fueran a la escuela. Este es mi encuentro con Muzoon. Dos Embajadoras de Buena Voluntad de @Unicef unidas por la fe en que la salvación de este planeta se alcanza protegiendo a la infancia.
Han pasado cinco años desde que tu familia y tú salisteis de Siria; en este momento residís en Inglaterra en calidad de refugiados. Mira hacia atrás y dime qué ves, Muzoon.
He pasado muchísimas experiencias pero ahora entiendo que la vida depende de la esperanza y de la ambición de no rendirse. Estoy convencida de la importancia de ser positiva, defender mis derechos y esforzarme para ayudarme y ayudar a los demás. A pesar de las dificultades tenemos que ser mucho más fuertes que ellas.
Qué hermoso mensaje de resiliencia. ¿Qué recuerdas de tu infancia en Siria?
Empecé la primaria en un colegio cerca de casa; yo quería aprender desde siempre. Mi padre me recuerda curioseando libros aunque no supiera leer, por eso la escuela me trajo la enorme alegría de hacer lo que más me gustaba. En 2011 teníamos una vida normal: íbamos a la escuela, disfrutábamos de seguridad, visitábamos a nuestros
familiares… Pero todo cambió de pronto. Lo que empezó siendo una revolución pacífica se convirtió en un conflicto armado entre la oposición y el régimen. En ocho meses aprendimos a convivir con bombardeos, con gente que moría a diario, la pérdida del acceso a la educación o de las necesidades básicas de cualquier sociedad. Así hasta que en 2013 no nos quedó más remedio que salir del país y marcharnos a Jordania. Tres años en campos de refugiados.
La mitad de ellos en Za’atari, una vergüenza que debería de sonrojarnos a diario. Ochenta mil personas en tránsito hacinadas en mitad del desierto. Con vidas hechas de adobe y arena. Miles de sueños rotos, en lo que algunos llaman ciudad pero para Muzoon es “una prisión”. “Nos llaman la generación perdida pero no estamos perdidos. Nosotros no hemos perdido el amor por aprender, no hemos perdido nuestra esperanza. Aunque estés en un campo de refugiados ni la vida ni el tiempo paran, por tanto tienes dos opciones, o rendirte o tomar decisiones fuertes y valientes”.
No hay nada más revolucionario que la educación.
Por supuesto. Con conocimiento y cultura las cosas cambian a mejor. La historia demuestra que en los casos de ocupación lo primero para destruir un país es privar a sus habitantes de la educación, porque cuando la gente no es ignorante puede modificarlo todo. Sin ella es más fácil ocupar el país y ocupar sus mentalidades.
¿Es eso lo que explicabas a los padres cuando tratabas de convencerlos para que dejaran estudiar a sus hijos?
Claro, siempre usaba los mismos argumentos y si entonces estaba convencida, más ahora. Si educamos a los niños cambiamos nuestras sociedades. He afrontado muchísimos desafíos cuando empecé a hablar con los padres de las familias y es muy difícil convencerles cuando se trata de una chica, pero siempre me decía que si no empezaba yo quién lo iba a hacer. Algunos esgrimían que no tenía derecho a intervenir en sus vidas ni a decirles lo que tenían que hacer, otros que solo les dejarían cuando volvieran a Siria. Pero con el paso del tiempo las familias me escucharon. Entonces me sentí orgullosa y con mayor motivación, entendiendo que la situación se podía revertir.
¿Y cómo te sentías cuando tus amigas eran obligadas a casarse?
Lamentablemente he visto a muchas chicas que lo hacían para salir de la crisis, bien por ellas mismas u obligadas por sus padres, y lo peor es que ni siquiera entendían lo que significa un matrimonio, las responsabilidades de estar casadas. A veces se divorciaban tiempo después y ya no podían llevar una vida normal, por ello decidí ser muy activa en este asunto que cada vez se extendía más. El matrimonio es un derecho pero lo es más entender cuáles son las prioridades de la vida. Para mí lo primero es la educación, el empoderamiento a través de ella, lo segundo conocer mis derechos y deberes, y tercero un matrimonio donde crear una familia que influya en la sociedad de manera positiva. Recuerdo a una amiga mía… era inteligente, aplicada… y de repente dejó de venir a clase sin explicaciones. Cuando pregunté a las demás chicas qué había sucedido me dijeron que se había casado. Para mí supuso una gran decepción pues en lugar de haber logrado ser doctora o ingeniera había dejado a un lado sus aspiraciones. La mayoría ve el matrimonio como la única solución para las niñas.
Esto sucedió en la escuela de Unicef donde Muzoon recompuso su adolescencia dentro del campo de Za’atari, entrenando un activismo que no solo no ha abandonado sino que la ha convertido en la embajadora más joven en pro de la educación en países y colectivos en situación de conflicto, un objetivo que la hace coincidir en numerosos foros con Malala, Premio Nobel de la Paz. De hecho los medios internacionales la han bautizado como la “Malala Siria”.
¿Dónde te has encontrado el peor escenario para las niñas?
En África. Uno de los ejemplos que más me impactó fue la historia de una niña en el Chad. Cuando la conocí tenía dieciséis años y trataba de sobrevivir al secuestro de Boko Haram, lo que sucedió cuando estaba delante de la puerta de su escuela. Permaneció en poder de la banda terrorista durante dos años sufriendo todo tipo de torturas y malos tratos. Por suerte logró huir y ambas nos conocimos cuando se estaba recuperando en un hospital de Unicef en el Chad. Me dio muchísima tristeza su historia, las barbaridades por las que había pasado, pero al tiempo admiré su voluntad y su insistencia en volver a reanudar su camino de aprendizaje, y eso me dio un mensaje: con ambición se puede cambiar lo imposible.
¿La educación cura?
Hay muchísimas heridas que no se pueden sanar del todo, pero sí el noventa por ciento de las heridas en la vida.
¿Qué opinas del reverdecer feminista que vivimos?
Estoy convencida de que la mujer tiene el derecho a ser libre mentalmente, posee todas las potencias y capacidades para ser líder en su campo, y, por supuesto, es capaz de liderar una sociedad entera. Cuando veo a las ministras españolas, la canciller alemana Angela Merkel o la primera ministra en Inglaterra siento esperanza y orgullo de que la mujer pueda alcanzar esos puestos.
Me admira tanta determinación en ese cuerpo menudo que abrazo convencida de que con mujeres como ella el relevo generacional está servido. A su lado nos observa el padre. En su rostro la huella del bucle melancólico que deja Siria en su cabeza, porque la tierra de uno no sale nunca de ella.
¿Has logrado conseguir cierta normalidad en tu vida?
Sí, tengo una vida bastante normal: soy estudiante y activista en el campo de la educación, aunque no dispongo de tiempo suficiente para leer o disfrutar con mi familia porque lo necesito para Unicef. Estudio en inglés, que no es mi lengua materna, y en un sistema que tampoco es el de mi país lo que supone una gran dificultad. Pretendo ir a la universidad para estudiar Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales.
¿Qué mujer te gustaría ser dentro de diez años?
Estoy convencida de que la política será muy importante en mi vida. De hecho la mía y la de mi familia ha cambiado a consecuencia de ella, así que estoy segura de que su conocimiento me permitirá impulsar nuevas políticas que cambien este mundo y garanticen la seguridad de la infancia. Y sí, volvería a Siria… pero entonces lo haré formada y con poder, porque es lo que se merece mi país.