En Corea del Sur solo las personas ciegas pueden ejercer la fisioterapia. Esta profesión les da a este colectivo una fuente de ingresos y les da la posibilidad de integrarse en el mercado laboral, algo que, en según qué países, puede ser muy complicado. Una mujer a seguir en este campo es Yaiza López. Yaiza tiene una discapacidad visual de origen congénito, está especializada en fisioterapia cardiorespiratoria y es una de las impulsoras del Proyecto Kambara Bani, que pretende crear el primer centro de fisioterapia autogestionado por personas con discapacidad visual en Níger, uno de los países más pobres del mundo.
Ahora vives y trabajas en Francia, has viajado por medio mundo y conocido muchas formas de desarrollar la profesión. ¿Cómo ha sido esa experiencia?
Yo soy de Tenerife y hasta que llegué al Bachillerato y a pesar de que estaba afiliada a la ONCE, no sabía que aquí había una escuela de Fisioterapia dedicada solo a la formación de grado para personas con discapacidad visual. Opté y conseguí una plaza. Trabajé después tres años en España y cuando empezó la crisis decidí convalidar el título para irme a Francia. No tenía ni idea de francés, pero me fui porque sabía por otros compañeros que allí ofrecían mejores condiciones laborales y los fisioterapeutas están mejor considerados. La fisioterapia está integrada desde hace mucho tiempo en su sistema sanitario. Aquí, por ejemplo es que no tienes ni cinco minutos de masaje manual. Llevo en Francia siete años.
¿Cómo llegas a Níger?
Hace dos años se puso en contacto conmigo la Unión Nacional de Ciegos de Níger (UNAN) a través de Javier Sainz de Murieta, director de la Escuela de Fisioterapia de la ONCE. Buscaban una persona de un perfil concreto, que yo cumplía, y con discapacidad visual. Ellos entienden que el campo de la cooperación entre personas discapacitadas no está explorado. Y la oenegé local Diko también decidió implicarse desde el principio.
¿Te habías planteado antes participar en un proyecto de cooperación?
Para nada. Aunque sí es cierto que me encanta viajar y la forma de trabajar que tengo en Francia me permite hacerlo. Siempre me había interesado la cooperación, pero esto es gran proyecto y la verdad es que llegó solo. En enero y febrero estuve allí dos meses. Mi labor fundamental ha sido dar formación específica a un grupo de fisioterapeutas discapacitados visuales que ya tenían algunos conocimientos, pero solo a nivel básico. Allí no hay especialización, no hay cursos de posgrado. No tienen oportunidad de evolucionar, si quieren estudiar más tienen que irse a Túnez o a Marruecos, y allí no hay recursos para eso. Se trataba de incrementar sus capacidades y mejorar sus herramientas de trabajo. Una experiencia genial.
¿Cómo ha sido tu día a día durante esos dos meses?
La UNAN nos cedió la enfermería del colegio que tienen allí para los niños. Les ofrecen enseñanza básica y aprenden braille. La formación se desarrollaba por la tarde, durante un par de horas más o menos de lunes a viernes. Fue una experiencia mágica, porque los niños correteaban alrededor mientras dábamos clase. Ellos sabían lo que estábamos haciendo allí y eso, claro, les motiva para seguir estudiando. UNAN trabaja también el Hospital General de Niamey (la capital de Níger), donde también estuve de voluntaria tratando a pacientes dos veces por semana. Así pude ver que allí no se hacía distinciones entre profesionales con discapacidad visual o sin ella. Y es estupendo, porque de nuestros objetivos es concienciar a la población de que las personas con esta discapacidad pueden desarrollar una profesión vinculada con la sanidad.
¿En qué punto se encuentra ahora el proyecto?
No sabía que esto iba a salir tan bien y que iba a requerir tanta implicación, pero no quiero desvincularme. Siempre se encuentra tiempo para algo si lo merece. La segunda parte del proyecto, en la que estamos trabajando ahora, es conseguirles una sala de fisioterapia, que sería la primera gestionada por fisioterapeutas con discapacidad visual, a través de una campaña de ‘crowfounding’ que permita lograr conseguir los fondos para remodelar y acondicionar un local. Porque el material ya lo tenemos gracias a las donaciones de personas de allí. También se han implicado muchísimo organismos oficiales.
¿Qué te llevas de este proyecto?
Parte de mi corazón se quedó allí. Es una de las mejores experiencias que he vivido a todos los niveles. Superar esto va a ser difícil. Conocí a mucha gente que, a pesar de las dificultades y de la falta de oportunidades –porque recursos hay, pero están mal repartidos–, es muy brillante. Además, me impresionó hospitalidad, me hicieron sentir una más: me invitaron a sus casas, conocí a sus familias… Me enseñaron mucho. Y es que el proyecto se caracteriza por ser totalmente en horizontal; nosotros creamos un marco, pero son ellos los que toman las decisiones, porque es su país, son los que saben cómo funcionan las cosas. Entre ellos también existe una solidaridad brutal. En el hospital, por ejemplo, trabajan de forma voluntaria. La sanidad pública solo ofrece cuatro plazas para fisios contratados y el resto trabaja allí de manera altruista, así que para sobrevivir después tratan a pacientes en sus casas de forma privada. También me di cuenta de que con pocos recursos se puede llevar adelante un gran proyecto.
¿Crees que la gente y los organismos se implicarían desde en España si no existiera la ONCE?
Seguramente no, porque aquí cada uno va más a lo suyo. Vivimos en un mundo totalmente diferente, menos solidario, más capitalista.
Ahora estás en un momento muy dulce, pero ¿ha sido duro llegar a donde estás siendo mujer y discapacitada visual?
En la fisioterapia no he notado distinciones por género. De hecho, somos más mujeres y a veces nos demandan más, sobre todo para tratar postparto, incontinencia urinaria, etcétera. En cuanto a la discapacidad visual, la ONCE lleva trabajando desde hace muchísimos años en este campo y gracias a eso cada año se gradúan unos diez fisioterapeutas. Lo que me he encontrado es que la gente no está muy concienciada sobre la importancia de la fisioterapia. La sociedad española tiene que aprender a diferenciar la fisioterapia de los masajes y de las terapias alternativas y aprender a detectar el intrusismo, muy habitual hoy en día.
¿Cómo ves el futuro?
En cuanto al proyecto Kambara Bani, se ha puesto en contacto con nosotros gente de Burkina Faso, Benín, etcétera para replicarlo. Pero al tratarse de un piloto, hasta que no se desarrolle completamente, no creo que vaya a expandirse. En cuanto a mí, si regresara a España creo que pondría en marcha mi propio centro.