Adiós a Simone Veil, símbolo del feminismo europeo
Superviviente de Auschwitz, fue la primera presidenta del Parlamento Europeo y promovió la ley del aborto en Francia

El próximo día 13 habría cumplido 90 años, pero ya no los celebrará: la vida de Simone Veil se apagó anoche. Ha fallecido una figura clave de las políticas francesa y europea, referente de la lucha por los derechos de la mujer y de la memoria del Holocausto.
Nació en Niza el 13 de julio de 1927 en el seno de una familia judía laica. En abril del 1944, la familia fue deportada a Auschwitz. Ella y sus dos hermanas regresaron a Francia; los padres y un hermano fallecieron en el campo. Tras la guerra se graduó en Derecho y Ciencias Políticas, se casó con Antoine Veil, tuvo tres hijos e ingresó en la carrera judicial. En 1969 entró en el gabinete del Ministerio de Justicia y poco después fue elegida secretaria general del Consejo Superior de la Magistratura.
En 1974, el entonces primer ministro Jacques Chirac la nombró ministra de Sanidad, cargo desde el que aprobó dos leyes históricas para los derechos de la mujer, y enormemente polémicas en su momento: la del acceso a los anticonceptivos ese mismo año y la del aborto un año después. "No podemos seguir cerrando los ojos ante los 300.000 abortos que, cada año, mutilan a las mujeres de este país, que ofenden nuestras leyes y humillan a aquellas que los padecen", dijo en su discurso ante una Asamblea Nacional casi exclusivamente masculina. Recibió ataques brutales: la acusaron de apoyar un genocidio y llegaron a compararla con los nazis. Tras tres días de intensos debates, se aprobó la despenalización del aborto, conocida como ‘ley Veil’.
En 1979 se convirtió en la primera presidenta del Parlamento Europeo, cuyos miembros eran elegidos por primera vez por sufragio. Ocupó el cargo hasta 1982. A mediados de los 90, tras la victoria electoral de Edouard Balladur, volvió al gobierno francés, esta vez como ministra de Justicia. Para entonces era ella una de las figuras más respetadas del país. Tras apartarse de la política, siguió trabajando en el Consejo Constitucional, en la Academia Francesa y ocupó la presidencia de la Fundación para la Memoria del Holocausto. En 2005, año en el que precisamente se cumplía el 60 aniversario de la liberalización de los campos de exterminio nazis, le fue concedido el premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional en reconocimiento a "los ideales y realizaciones de una Europa unida y la proyección de los valores europeos al resto del mundo".