Porque Europa es, sobre todas las cosas, libertad, igualdad y solidaridad
La eurodiputada Beatriz Becerra reflexiona sobre la encrucijada a la que se enfrenta el proyecto europeo

Hace apenas unas semanas, en plena celebración de los 60 años de la Unión Europea, el Presidente de la República Federal de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, pronunció un magnífico discurso en el pleno del Parlamento Europeo en Estrasburgo. Fue inspirador, sólido, luminoso y sin equidistancias. Arrebatadoramente europeo.
«Si Europa no es protagonista, será sujeto pasivo. Juntos ganamos soberanía en un mundo cambiante. El futuro de Europa no es una certidumbre, no es una promesa que se autorrealiza. Es sobreponerse y seguir trabajando...». Eso es exactamente lo que yo creo que hay que hacer. Como en todo en la vida: superar las dificultades y seguir construyendo. En este caso, ese milagro, esa catedral inacabada que un día nos propusimos levantar. Seamos picapedreros, arquitectos, escultores o vidrieros. Trabajar por lo común.
Analistas, todólogos y agoreros por doquier se dan golpes de pecho y se mesan los cabellos ante el cúmulo de problemas que estamos afrontando, y menean la cabeza entre el fatalismo y el omnipresente ya-lo-decía-yo del cuñado rampante. El auge del populismo, la frivolidad y la mentira en Estados Unidos y en Francia. La pulsión destructiva del terrorismo de nuevo cuño y la crueldad inédita de los dictadores que gasean niños en Siria y matan de hambre a sus ciudadanos en Venezuela. El sufrimiento inacabable de los refugiados. El estúpido y desintegrador brexit. El autoritarismo creciente de Rusia y Turquía. La vulneración de los más esenciales principios democráticos en Hungría y Polonia… Precisamente por ello, por todo, porque hoy el desmantelamiento de la Unión es ya un proyecto (anti)político viable, hemos de hacer que el cemento europeo fragüe más y mejor que nunca.
Y el momento es ahora. El momento es Francia. Mientras el populismo nacionalista impone su marco y los políticos europeos siguen atrapados en los viejos hábitos, el candidato Macron ha aceptado el desafío. Ha puesto Europa en el centro mismo de su propuesta. Ha comprendido que hay nuevas reglas. Los demás siguen con sus autocríticas, señalando lo mal que lo hace la Comisión, la exasperante frialdad de los burócratas de Bruselas, la falta de respuesta ante las crisis, mientras Trump, Farage o Le Pen se han apropiado del término libertad. Es hora de ponerlos en evidencia.
¿Libertad? Europa es libertad. Y prosperidad. ¿Autocrítica? Por supuesto, pero también positiva. La gente absorbe relatos. Pocos más emocionantes que el de la construcción europea, un continente destruido que dejó de lado sus diferencias ancestrales para ofrecer al mundo un ejemplo de solidaridad y cooperación. Europa es el mejor lugar del mundo para vivir. Lo es por su combinación de libertad, prosperidad y seguridad económica. Todo esto lo hemos construido nosotros, los europeos. ¿Acaso no es legítimo sentirnos orgullosos? El propio Macron no se cansa de recordar que la única soberanía efectiva es la europea; abierta, inclusiva y tolerante. Y que el voto nacional-populista tiene consecuencias. Ahora que no se puede dar a Europa por garantizada, es el momento de defenderla. Es el momento de mostrar orgullo cívico y democrático por el mejor proyecto político que ha conocido la humanidad y proyectarlo para ofrecer confianza a una ciudadanía necesitada de certezas.
Beatriz Becerra Basterrechea es eurodiputada de ALDE Group y vicepresidenta de la subcomisión de Derechos Humanos del Parlamento Europeo