Margaret Chen, empresaria: “España tiene mucho que ofrecer y también puede aprender mucho de China”
La considerada ciudadana china más influyente en nuestro país lleva décadas haciendo de puente entre ambos países

La Fiesta de la Primavera o Año Nuevo Chino es la fiesta tradicional más importante del calendario chino, un evento que ha saltado fronteras y ahora se disfruta en todo el mundo. Madrid no es una excepción. La ciudad acogerá esta semana el Madrid Spring Festival, un evento que pretende reunir lo mejor de ambas culturas. Exposiciones de arte, conciertos, concursos de cocina y fotografía o exhibiciones de artes marciales son algunas de las actividades que el espacio Platea acogerá estos días. El festival se cerrará con una carrera popular, con salida y meta en Colón, el próximo domingo.
De unir culturas sabe mucho Margaret Chen, considerada la ciudadana china más influyentes de España. Lleva aquí desde 1993, aunque sigue viajando cuatro o cinco veces al año a su país. A estas alturas es tan de ambos sitios que cuando usa el ‘nosotros’ puede referirse a cualquiera de los dos países. Chen lleva más de dos décadas haciendo de ‘puente’ entre empresas e inversores de ambos. Lo hace ahora desde su consultora, Optimus Horizon, y la asociación China Club Spain, y lo hizo en su etapa en Telefónica (fue una figura clave para el aterrizaje de la empresa española en el gigante asiático). Margaret Chen es también una de las embajadoras del Madrid Spring Festival. “Hace muchos años que conozco al director del festival, Javier Martínez, que siempre ha apoyado a la comunidad china. Me pareció una iniciativa muy sana que combinaba deporte y cultura, y, sobre todo, que podía unir a la gente. La comunidad china necesita integrarse más en la sociedad española. En los 32 años que llevo instalada aquí he visto un cambio positivo, antes la comunidad china estaba aún más aislada, pero todavía queda mucho camino por recorrer. Es verdad que cada vez vienen a España más empresarios, inversores, directivos de empresas tecnológicas, de energías renovables, fabricantes de coches y con ‘visados de oro’ que están formando un nuevo perfil de la comunidad y tienen otro estilo de vida, pero la mayoría de los chinos que viven en España tienen poco tiempo para el deporte o el ocio”.
¿Cómo estamos lo españoles de conocimiento de la cultura china?
Depende de con quién compares. Comparados con los estadounidenses, mucho mejor, pero los italianos, los griegos e incluso los países del norte o del este de Europa saben mucho más sobre cultura oriental. Quizá sea por una cuestión de localización. España está al oeste de Europa y siempre ha mirado más a Latinoamérica que hacia el este. Si preguntas a un español qué está más cerca, Argentina o China, la mayoría te dirá que Argentina, pero no es así, la distancia es casi la misma. El idioma y el que muchos hábitos sean distintos hace que China parezca un país más lejano. El ‘gap’ cultural se sigue notando. En realidad, España empezó a interesarse por el mercado chino hace poco más de veinte años, con la llegada de Telefónica, Santander e Inditex. Los franceses, los alemanes o los ingleses llevan mucho más tiempo posicionados allí.
Pero en los últimos años ha crecido el interés por lo oriental y el Año Nuevo Chino, por ejemplo, se ha convertido en un acontecimiento en ciudades como Madrid.
Hay que agradecer el esfuerzo del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid por apoyar este evento. El Año Nuevo Chino acaba de ser reconocido por UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Tiene un valor cultural e histórico del que puede disfrutar el resto del mundo. Por ejemplo, de la gastronomía. China y España comparten la pasión por el comer y comer bien.
La Carrera de la Primavera se celebrará también en China en marzo y abril. ¿Cuál es el objetivo en ese caso?
También en China hay mucho desconocimiento sobre España. Quizá en las grandes ciudades se sabe más, pero si sales de Shanghai o Beijing se conoce muy poco. Y China es un mercado muy importante que está creciendo, tanto de consumo como para el turismo. España es uno de los principales destinos turísticos del mundo, pero en el caso de China no es tan fuerte. Promocionar la imagen de España fuera es muy necesario. Este país tiene mucho que ofrecer y también puede aprender mucho de China.
¿Qué te trajo a ti de España?
Siete años antes de llegar a España, en 1986, me fui a Estados Unidos a hacer un master de ingeniería industrial. Allí conocí al que luego se convirtió en mi marido, que es español. Él tiene un doctorado en ingeniería y es experto en tecnología de energías limpias. Le ficharon como director técnico para España de un proyecto europeo y yo decidí acompañarle, en principio, para un par de años. Cuando vine, mucha gente de mi entorno en China no lo entendió. Ni sabían dónde estaba España. El proyecto de mi marido acabó durando siete años y, además, pronto nació mi hija, lo que cambió muchas las cosas. En el 94 empecé a hacer consultoría con mis conocimientos del mundo informático. En aquel momento, Estados Unidos estaba muy avanzado en tecnología. Yo había participado allí en el primer proyecto de comercio electrónico del mundo, así que tenía cierta ventaja. Pero, por otro lado, no hablaba español y en el 93 hubo un bache económico importante. En cualquier caso, haciendo consultoría aprendí mucho. Me dio la oportunidad de entrar en contacto con grandes empresas y descubrí que España y Estados Unidos son países totalmente distintos. Igual que los occidentales ven el mundo oriental como un todo, para un chino, Estados Unidos y Europa se parecen mucho. En esa época me di cuenta de lo diferente que eran las personas y las formas. En España, como en China, la gente es más humilde, lo contrario que en Estados Unidos. Unos años después, en el 96, empecé en Telefónica y eso me abrió un mundo nuevo. Por entonces, Telefónica tenía casi 100.000 empleados y era la primera empresa española en valor. Allí participé como ingeniera en el lanzamiento de internet, del ADSL, de Movistar, de Imagenio, de la tarjeta inteligente… Fue una etapa muy bonita.
Y también participaste en el lanzamiento de Telefónica en China.
Sí, la dirección buscaba a alguien que trabajara en la empresa y que hablara chino para ayudar en las conversaciones. Yo era ingeniera y nunca había hecho traducción. Aunque hablen en inglés, para un español y un chino entenderse puede ser difícil, porque la mentalidad es muy diferente y la forma de expresarse también. A veces salía un momento de una reunión en la que se estaba hablando en inglés para hacer una llamada y cuando volvía a entrar, todo se había liado.
“España y China pueden ser grandes aliados en sectores como, por ejemplo, el de los coches eléctricos”.
¿Qué consejos le darías a una empresa que quiera entrar en el mercado chino?
Suele decirse que China es un continente. En España hay grandes bancos, constructoras o empresas de telecomunicaciones, pero la mayoría son pequeñas para China. Ninguna puede cubrir todo el territorio o anunciarse en todo el país. Siempre recomiendo a las empresas estudiar muy bien el mercado y aterrizar primero en una región o ciudad. Allí hay ciudades con 25 o 35 millones de habitantes, como algunos países grandes de Europa. Además, hay que tener en cuenta que la economía está mucho más desarrollada en la zona costera, pero el gobierno ahora está promocionando el interior para que más empresas se instalen allí, lo que puede ser una ventaja. China lleva cuarenta años experimentando cómo recibir y proteger la inversión extranjera. Tiene mano de obra y capacidad de producción. Y la calidad de los productos ha mejorado mucho. Fabricar para Europa y Estados Unidos, donde la exigencia de calidad era más alta, ha enseñado mucho a China.
Seguro que a España le interesa la segunda economía del mundo, pero ¿a China le interesa España?
Yo creo que sí, pero tenemos que hacer más esfuerzos para darnos a conocer. Si no levantamos la mano, si no insistimos mucho, no nos van a ver. Durante mucho tiempo, China ha admirado a Estados Unidos y la gente quería que sus hijos se educaran allí, pero la imagen del país ha caído mucho. Por contra, la imagen de Europa ha subido. España tiene mucho que ofrecer en sectores como energías renovables, biomedicina, por no hablar de gastronomía, arte, arquitectura, etcétera. Desde mi punto de vista, España y China pueden ser grandes aliados en sectores como, por ejemplo, el de los coches eléctricos, en el que China es un referente mundial. España tiene experiencia fabricando y dando servicio a líneas de fabricación de otras marcas. Sería bueno para el país alinearse más con China en una industria como esta, que todo el mundo mira con interés.
Pero Europa ha impuesto aranceles a los coches eléctricos chinos. ¿Qué margen de maniobra puede tener España en un asunto como este formando parte de la UE?
Es natural que España se alinee con Europa en muchos temas, pero, dentro de lo posible, debería tener una estrategia propia. Creo que son cosas compatibles. No nos engañemos, en Europa todos los países miran por su interés, y España debería hacerlo también. Los coches eléctricos chinos son más baratos y más fáciles mecánicamente de mantener. Los aranceles no van a cambiar esto, y lo que hay detrás son intereses comerciales.
“Muchos países pensaron que con controlar el capital y el petróleo era suficiente, que con el SWIFT se podía dominar el mundo. Durante un tiempo esa política funcionó, pero también ha acabado rompiéndose”
¿Te sorprende que, en plena era de la globalización volvamos a la batalla arancelaria y a las medidas proteccionistas?
En China tenemos muy asumido que las cosas cambian. En sus 5.000 años de historia al país le ha dado tiempo a hacer muchos análisis y sabemos que cada 80-100 años el liderazgo mundial cambia. Creo que la globalización, compartir del crecimiento, ha sido bueno, de hecho, muy bueno para el desarrollo global. Pero la pandemia nos ha hecho reflexionar. Por ejemplo, nos ha hecho pensar sobre por qué no tenemos fábricas de mascarillas aquí. Muchos países prefirieron mandar las fábricas que contaminan mucho a China o India, que, además, tienen mucho mano de obra y barata. Pensaron que con controlar el capital y el petróleo era suficiente, que con el SWIFT se podía dominar el mundo. Durante un tiempo esa política funcionó, pero también ha acabado rompiéndose. Nos hemos dado cuenta de lo complicada que es la logística y todo lo que implica la deslocalización. Un país no puede permitirse desindustrializarse tanto como para no poder cubrir sus necesidades básicas. Ahora cada país debe decidir qué sectores son básicos para él. La agricultura es uno de ellos. Si de repente China se quedara, por ejemplo, sin soja, sería un problema importante. El país, que tradicionalmente ha sido pobre, lo sabe bien y planifica desde hace mucho para evitarlo. Gracias a la planificación, el gobierno ha conseguido eliminar la pobreza extrema, y eso con una población de 1.400 millones de personas. Mientras, en países más ricos como Italia o España, entre un 15% y un 20% de la población vive en riesgo de pobreza. El mundo ha entrado en una fase de desglobalización, vamos a ver hasta qué nivel llega. En este momento habría que reflexionar sobre cómo hacer mundo mejor para todos.