Amigas desde hace tiempo, Sandra Paré y Carmen Rodés llevaban tiempo dando vueltas a la idea de emprender juntas, pero les faltaba la oportunidad perfecta para hacerlo. El cosmético era uno de los sectores que más les llamaba la atención. La primera ya tenía experiencia en este mundo, porque trabajó durante tres años en la marca de cosmética de lujo Natura Bissé desde Barcelona y Londres. Rodés, por su parte, viene del mundo del diseño y la comunicación (ha sido, entre otras cosas, cofundadora de la galería de arte contemporáneo Fahrenheit Madrid), pero siempre ha estado muy interesada por todo lo relacionado con la belleza y el cuidado de la piel.

“Nos dimos cuenta de que nuestras parejas preguntaban, pedían nuestros productos de rutina facial, pero no acababan de encontrar productos para ellos con los que se sintieran cómodos para mantener una rutina facial completa”, asegura Carmen Rodés. En la escasez de marcas cosméticas dirigidas exclusivamente a hombres, estas dos jóvenes empresarias vieron esa oportunidad negocio que llevaban tiempo buscando. “Cuando empezamos a analizar el mercado, descubrimos varias marcas estadounidenses con un modelo de suscripción que funcionaba de maravilla. El sector de la cosmética masculina estaba creciendo muchísimo y tenía un gran potencial en Europa”, asegura Paré. “Vimos que era algo novedoso, con un mercado desatendido al que nos hacía ilusión cuidar, y una oportunidad de escalabilidad enorme”.

Encontrar la idea, ese nicho de mercado no cubierto o ese enfoque novedoso para un producto o servicio, es uno de los grandes retos para cualquier emprendedor, pero el proceso que viene después para poner en marcha una empresa tampoco es precisamente sencillo. “En España, emprender no es fácil”, confirma Paré. “Primero porque el trámite es complicado, y además requiere una gran inversión. A ello se le suma el riesgo al que nos exponíamos dejando nuestros trabajos, que nos gustaban y además nos ofrecían una estabilidad económica que claramente íbamos a perder”.

Su primera ronda de financiación vino, como en el caso de tantas otras emprendedoras, de su círculo más cercano, es decir, de familia y amigos. “Estamos muy agradecidas a todos los que nos han apoyado y han confiado en el proyecto”, asegura Rodés. “Sin ellos no habría sido posible lanzar. A partir de ahí, todo ha ido realmente bien”. Eso sí, tuvieron ciertas dificultades con el suministro de materias primas, debido a las complicaciones de transportes y falta de recursos que existe a nivel global, lo que retrasó cuatro meses el lanzamiento.

Vender cremas no es el único objetivo de Jander, explican sus fundadoras.  “La misión de la compañía no es solo ofrecer una experiencia única con productos de calidad, sino también acompañar y concienciar al consumidor masculino, más ‘novelle’ en este ámbito, acerca de la importancia de cuidar su piel a diario sin necesidad de invertir una gran cantidad de tiempo o de dinero. En ese sentido, queremos transmitir a los hombres que la cosmética también es para ellos”, afirma Paré.

“El hombre, en cierto modo, se ha sentido muy cohibido durante muchos años cuando hablaba de cosmética, belleza, cuidado personal”, coincide en señalar Carmen Rodés. “Tiene las mismas necesidades que la mujer de cuidarse, pero siempre se ha visto esto como algo ‘poco masculino’”. El hombre tiene todo el derecho a cuidarse y consideramos que la mujer puede jugar un papel fundamental a la hora de animarle a hacerlo. Queremos romper con esos prejuicios que están tan arraigados aún hoy en día. Es un reto y por esto nos llama tanto la atención”.