Descubriendo a Maruja Mallo
El Centro Botín de Santander acogerá, hasta el 14 de septiembre, la mayor retrospectiva hasta la fecha de una de las figuras más destacadas y singulares de la Generación del 27

La personal producción de Maruja Mallo (Viveiro, Galicia, 1902 – Madrid, 1995) difuminó los límites entre lo popular y lo vanguardista, entre estética y política. Esa heterogeneidad está muy presente en la exposición sobre su figura que el Centro Botín en Santander acogerá hasta septiembre. La muestra, una de las grandes citas artísticas de este verano, reúne más de noventa pinturas, además de dibujos que trazan toda la carrera de la artista, desde el realismo mágico de sus primeros años hasta las configuraciones geométricas y fantásticas de sus últimas obras.
Mallo fue una artista visionaria, que logró reflejar las preocupaciones de su época y anticiparse a muchas de las nuestras. La universalidad de las aspiraciones humanas, más allá de diferencias económicas, raciales o de género, la consideración del mundo como un sistema ecológico interrelacionado que debe ser preservado, y el poder del arte para revelar aspectos desconocidos de la realidad son ejes fundamentales de su obra.
La artista inició su trabajo en el periodo de crisis económica previo a la Guerra Civil, en el que artistas e intelectuales mostraron un fuerte compromiso social y estético para regenerar el país y sacar al arte de la confusión posterior a las primeras vanguardias. Mallo hizo a la mujer protagonista de sus cuadros, creando una cosmovisión femenina inédita (hasta entonces, el imaginario femenino había sido construido por hombres) que se anticipó a la de las artistas feministas de los años setenta.
Encontró en el colorismo alegre e ingenuo del arte popular y en el dinamismo de las nuevas formas de ocio —el cine, la música y el teatro— la fuente de inspiración para sus primeras obras. Ese interés por lo popular evolucionó en una fase posterior hacia lo rural, la tierra y el trabajo del pueblo, incorporando la religiosidad, la mezcla de razas y los paisajes exuberantes a las pinturas que realizó durante su exilio americano, a donde se trasladó tras el inicio de la Guerra Civil.

La exposición pone el foco en las obras producidas durante su estancia en Buenos Aires y sus viajes, a partir de 1937, por el Pacífico, Uruguay y, sobre todo, Brasil, donde Mallo conoció paisajes y poblaciones que le fascinaron por su variedad física y su sincretismo cultural y racial. A partir de este momento, intentó crear un método sistemático de representación de una nueva humanidad, proponiendo ese concepto sincrético también como respuesta al racismo y al nacionalismo de los años treinta. En su búsqueda por incorporar espacios y tiempos circulares, presentes y eternos a la vez, representó cabezas, máscaras y acróbatas como formas simbólicas e idealizadas, partiendo de su creencia en el arte como visión perfeccionada de lo real.

En 1962 regresó a España, un viaje que llevaba planeando desde finales de los años cuarenta. Aquí creó sus últimas series. Su interés por la ciencia, sumado a su atracción por el universo (decía que al llegar a América había pasado de la geografía a la cosmografía), la llevaron a un nuevo cambio de localización para crear espacios siderales infinitos. Sus figuras se convirtieron en seres transformados por procesos metamórficos, de la célula a los animales y a las máquinas espaciales.
El recorrido expositivo finaliza con las obras que creó durante sus últimos años, en las que continuó con esas series y recuperó motivos de sus etapas anteriores, combinados en dibujos o pinturas con un color marcadamente simbólico (gamas de azules, rojos y amarillos). Para entonces, Maruja Mallo ya se había convertido en un personaje popular y en un importante representante de la Generación del 27, que en esos años volvía del exilio. La exposición sobre su figura que se exhibe estos días en el Centro Botín de Santander está coproducida con el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, donde también podrá verse del 7 de octubre de 2025 al 16 de marzo de 2026.




Este reportaje se publicó primero en la edición número 21 de MAS en papel.