El corte de mangas final de Hollywood a Judy Garland
Ironías del cine, la protagonista de ‘El mago de Oz’ le ha dado a Renée Zellweger el Oscar que ella nunca ganó
“Judy Garland no recibió este honor. Este momento continúa la celebración de su legado que comenzó en el set de nuestra película”, dijo el domingo Renée Zellweger al recoger el Oscar a la mejor intérprete. Era el segundo Oscar para Zellweger, que ganó también el de actriz de reparto en 2004 por Cold mountain. Judy Garland, sin embargo, nunca lo consiguió, a pesar de su enorme talento y de sus grandes interpretaciones. Fue nominada dos veces, pero la Academia de Cine solo le concedió un reconocimiento honorífico, el Premio juvenil, en 1940, cuando tenía 17 años, sobre todo por su papel en El mago de Oz.
Habría que ver si Garland consideraría el Oscar a la actriz que la ha interpretado en la gran pantalla como un homenaje o como el último insulto de una industria que la controló, la vapuleó y la exprimió hasta su último aliento. Desde que siendo niña fue descubierta por Louis B. Mayer, fundador de Metro Goldwyn Mayer, y hasta su muerte, Garland dedicó su vida al mundo del espectáculo. El biopic Judy retrata los últimos años de una vida marcada por las adicciones y la depresión, unos años en los Garland se vio inmersa en una batalla por la custodia de sus hijos y viajó a Inglaterra en busca de su antigua gloria.
Fueron muchos los factores que condujeron al hundimiento de la artista. Todo comenzó en la adolescencia, cuando firmó con la Metro Goldwyn Mayer. El estudio fue responsable directo de las adicciones de Garland: anfetaminas para aguantar las largas jornadas de rodaje, tranquilizantes para dormir y pastillas para adelgazar. Eso sumado a la estricta ‘dieta’ a la que estaba sometida: solo tomaba caldos, café y tabaco para calmar el apetito. No es de extrañar que la cosa acabara en trastornos mentales, anorexia, bulimia, alcoholismo y drogadicción.
Su entorno tampoco ayudó. Con 19 años, Judy Garland se casó con el compositor David Rose, que la obligó a abortar el que habría sido su primer hijo para no frenar su carrera (dos años antes se había convertido en una actriz de fama mundial interpretando a Dorothy). Tras un sonado divorcio se casó con el director Vincente Minnelli, con quien tuvo a su hija Liza, pero la relación tampoco funcionó. Después de encontrarle en la cama con otro hombre, la actriz intentó suicidarse (fue el primero de sus numerosos intentos de quitarse la vida). Un año después se casó con el empresario Sid Luft, su relación más duradera, pero con quien también acabó mal. Luego contrajo matrimonio con el actor Mark Herron, que la maltrataba. La relación con su último marido, Mickey Deans, también fue fugaz y poco saludable.
Entre depresiones y crisis nerviosas (llegó incluso a ingresar en un psiquiátrico), Garland comenzó a tener un comportamiento que sus compañeros calificaban de ‘difícil’. Llegaba tarde o directamente no aparecía a los rodajes, discutía con el equipo y pasaba la mayor parte del día narcotizada. Los conflictos personales de la artista terminaron por arruinar su carrera en el cine, fue despedida por la Metro y vio como Hollywood le daba la espalda.
A principios de los cincuenta, su entonces marido, Sid Luft, se convirtió en su representante e intentó relanzar su carrera haciéndola volver a los escenarios teatrales. Luft fue también quien produjo la película Ha nacido una estrella, con la que regresó por la puerta grande al cine. Todo el mundo estaba convencido de que Garland ganaría el Oscar por su actuación. La habitación del hospital en la que estaba la noche de la ceremonia tras haber dado a luz a su tercer hijo se llenó de fotógrafos y periodistas que querían inmortalizar una victoria que al final no se produjo. Su derrota ante Grace Kelly (lo ganó por Country girl) está considerada una de las mayores injusticias de la historia de estos premios. Después Garland solo rodaría tres películas más, pero por una de ellas, ¿Vencedores o vencidos?, consiguió una nueva nominación.
A finales de 1959 la salud de Garland empeoró, le diagnosticaron hepatitis aguda y fue hospitalizada. Los médicos le dieron entonces una esperanza de cinco años más de vida y le dijeron que quizás no podría volver a cantar. A pesar de su enfermedad, la artista volvió a subirse al escenario del Carnegie Hall para protagonizar su concierto más recordado. De él salió el disco Judy at Carnegie Hall, que permaneció en el número uno durante trece semanas y ganó el Grammy al mejor álbum del año. Después hizo The Judy Garland Show, un exitoso, pero de corta vida, programa de televisión que fue nominado a cuatro Emmys.
Durante el invierno de 1968, Garland viajó a Londres con un contrato de cinco semanas —que no llegaron a cumplirse— para actuar en el club nocturno Talk of the Town. Había días en los que brillaba ante el público y otros en los que, borracha, se dedicaba a discutir con él. El viaje a Londres fue el principio de un fin que llevaba tiempo viéndose venir. Mickey Deans, su último marido, la encontró muerta en el baño debido a una sobredosis de barbitúricos. Más de 20.000 personas acudieron a su funeral para darle el último adiós a uno de los mayores iconos que el cine y la música han dado.
