‘No nos da la vida’: Laura Camps cuestiona el culto al trabajo en su primer ensayo
Trabajar menos para vivir más es su propuesta para un futuro más sostenible

En No nos da la vida (Bruguera), Laura Camps de Agorreta defiende que hay dos grandes razones para quedarse en un trabajo: la ilusión (de prosperar, de conseguir un aumento salarial, de lograr estabilidad) o el miedo (a no poder pagar el alquiler, a no llegar a fin de mes, a fracasar). “Si el salario apenas nos permite cubrir nuestras necesidades básicas, si trabajamos sin ilusión de prosperar, yendo de casa al trabajo y del trabajo a más trabajo en casa; sin tiempo libre en el que proyectar sueños, sin energía para materializarlos, ¿vale la pena trabajar tantas horas?”, se pregunta la autora. La respuesta, en su opinión, es que no. “Nunca vale la pena. Puestos a no llegar a fin de mes, ¿y si seguimos sin llegar fin de mes, pero ganamos en tiempo y calidad de vida?” En su primer ensayo, Camps de Agorreta (Barcelona, 1984), activista digital y especialista en comunicación online (trabajó como creativa digital en agencias de publicidad y luego hizo lo mismo en comunicación política) nos invita a cuestionarnos nuestra relación con el trabajo y a reflexionar sobre cómo hemos llegado hasta aquí y sobre qué futuro queremos.
¿De dónde has sacado el tiempo para escribir el libro?
Con mucha disciplina y mucha ayuda. Los miércoles por la tarde, varios jueves y varios fines de semana yo trabajaba en la biblioteca mientras mi pareja, mi madre y mi padre gestionaban al 100% los cuidados. Los demás días de la semana no hacía nada que tuviese que ver con el libro, desconectaba. Hay un elemento importante a tener en cuenta: no soy perfeccionista, el trabajo bien hecho me parece genial, no necesito que sea excelente ni perfecto.
El burnout es casi ya una pandemia. ¿Cómo hemos llegado a normalizar tanto el malestar laboral?
Las bajas laborales por salud mental serán el 50% en 2030, según la OIT y la OMS. Ya lo son, solo que no figuran en los datos, nos pedimos la baja por otras razones o no nos pedimos la baja, que es peor. La fiscalización del presencialismo, la mala organización de la carga de trabajo y, sobre todo, la falta de inversión en prevención de riesgos laborales son las causantes de esta situación. Y es un bucle: una persona está de baja por burnout, nadie la sustituye, se sobrecarga con su trabajo a las demás personas del equipo, que empiezan con un burnout. Lo hemos normalizado porque necesitamos un salario para vivir y tenemos miedo a perder el trabajo, pero existen buenas prácticas, ejemplos de ambientes de trabajo amables, cuidadosos, respetuosos, donde las trabajadores y trabajadores están bien y, cuando no lo están, lo pueden comunicar y se les adapta la carga.
¿Qué precio real pagamos (en salud, en relaciones, en creatividad) por la falta de tiempo libre?
Yo creo que la falta de tiempo la pagamos con la vida. El tiempo es la materia prima de la vida, sin tiempo para nosotras, no estamos viviendo. ¿Qué sentido tiene realmente la vida sin tiempo para disfrutarla? Lo que solemos hacer para compensar la ansiedad que genera esta pregunta es vivir muy intensamente los fines de semana, las vacaciones y los puentes. Compensamos, pero eso no es sano, el equilibrio consiste en que todos los días puedan molar, no en malvivir para luego pegarse un atracón de vida y luego tener una resaca terrible cuando vuelves al malvivir.
¿Qué papel juega la cultura de la productividad y del ‘siempre disponible’ en este agotamiento colectivo?
La productividad nos ha colonizado las neuronas. Somos productivas todo el día. Estás en la piscina contando cuántos metros nadas, te apuntas a una formación entre semana para mejorar tus conocimientos y, cuando tienes hijes, entras en la versión premium de esta obsesión: son caballos de carreras, pagar la mejor escuela privada, chino y programación de extraescolares. Y en verano, un campamento de emprendeduría x kids en inglés. La hiperaceleración de todo, el FOMO y la hiperexigencia nos afectan a todes, y es muy difícil soltar. Y naturalmente se espera de nosotres como trabajadorxs que estemos siempre disponibles y que siempre busquemos la excelencia, cosa que resulta agotadora y termina generando bajas laborales. Leía en la newsletter de Noelía Ramírez que la gente trabajadora siempre vamos con prisa porque no nos podemos permitir el lujo de lo slow, y también tiene razón. Es un problema que no se puede resolver desde lo individual, solamente se resolverá desde lo colectivo.
“Todas las madres trabajadoras de España con reducción de jornada han demostrado ya que se puede hacer el mismo trabajo en menos horas”
¿Te preocupa que el discurso sobre trabajar menos pueda ser usado por algunos como excusa para hablar de falta de compromiso o esfuerzo?
No. En primer lugar, hay que tener en cuenta que las personas trabajadoras no vamos a heredar la empresa y que estamos aquí porque hay que llegar a fin de mes. Cuando vas a comunicar es muy importante meterte en la piel de tu público objetivo, porque, si no, parecerá que dices ‘marcianadas’. Hoy por hoy, por mucho que hayan subido los salarios, que han subido, la gente ha perdido poder adquisitivo por la inflación y no tiene acceso a la vivienda. Y la gente está muy comprometida con sus trabajos, y se esfuerza mucho, porque la cultura del esfuerzo y la productividad nos corre por las venas, así que este argumento es claramente una ‘marcianada’ de alguien que no se esfuerza y que no mira su cuenta bancaria a partir del día 15. Todas las madres trabajadoras de España con reducción de jornada han demostrado ya que se puede hacer el mismo trabajo en menos horas, lo de no querer reducir la jornada laboral es simplemente una cacicada, una herramienta del poder para mantenernos con la correa en el cuello el máximo de horas posibles.
Cuando escribiste el libro todavía esperabas que se aprobara la jornada laboral de 37 horas. ¿Qué le dirías a quienes han votado en contra?
La vida es demasiado corta para perder tiempo con estas personas, no les diría nada. Con quién sí me gustaría hablar es con sus votantes, que trabajan muchísimo, muchísimas horas y les cuesta mucho llegar a fin de mes. Merecemos una vida mejor para todas y todos, no para unos cuantos.
En No nos da la vida planteas que nunca vale la pena trabajar tantas horas sin ilusión, pero en un país con sueldos bajos y alquileres imposibles, ¿hasta qué punto es posible elegir? ¿Qué margen de maniobra tenemos?
No tenemos margen de maniobra ahora mismo, por eso lo primero que tenemos que hacer es organizarnos. La reducción de la jornada se consigue en la negociación colectiva, así que debe de ser el primer objetivo, organizarte para reducir la jornada en tu centro de trabajo. Una vez consigas eso, tendrás más tiempo y podrás decidir a qué lo dedicas.
“El equilibrio consiste en que todos los días puedan molar, no en malvivir para luego pegarse un atracón de vida y luego tener una resaca terrible cuando vuelves al malvivir”
¿Qué alternativas prácticas propones para recuperar tiempo sin poner en riesgo nuestra, por lo general, ya precaria estabilidad económica?
Bueno, como decía, yo propongo organizarnos en nuestro centro de trabajo. Medidas como la compactación horaria y los días de teletrabajo te permiten ahorrar mucho tiempo perdido. Salir y entrar a la hora que establece tu contrato, fichar, disfrutar siempre de todos los días de vacaciones pagadas que tienes y también recuperar las horas extra trabajadas en días libres... Ya solamente aplicando tus derechos laborales ganas tiempo. El resto son parches: levantarse muy pronto, acostarse pronto, cocinar los fines de semana, programar actividades semanales, etcétera. Organizativamente puedes maximizar el poco tiempo que tienes, pero al final siempre tendrás que elegir, porque te faltará tiempo.

Parece que las nuevas generaciones se están incorporando al mercado laboral con otras expectativas, cosas como cumplir horario, tener flexibilidad laboral y salarios decentes. ¿Crees que tienen una opción real de mantener esas expectativas o el sistema las acabará aplastando?
Tengo muchísima confianza en la ‘generación zeta’. Tienen muy poco que perder, no se han podido emancipar todavía, no tienen menores ni mayores a cargo, así que son mucho más libres, y jamás han creído en el ascensor social ni en la meritocracia. Yo creo que quienes quieran contratar a ‘zetas’ van a tener que aceptar sus condiciones, y cuantas más ‘zetas’ haya en el mercado de trabajo, mejor para todes. Cuando les ‘zetas’ se organicen colectivamente para luchar por mejores condiciones laborales van a pedir cosas nuevas y habrá que estar con elles, habrá que apoyarles y subirse a esa lucha.
Si mañana te ofrecieran un empleo con sueldo alto pero cero tiempo libre, ¿dirías que no sin dudarlo?
¿De qué sueldo estamos hablando? Si es un sueldo que me permite jubilarme a los 45 diría que sí sin dudarlo. Y a los 45 negociaría una reducción de jornada.



