La joven reportera que desafía la censura en Gaza y los estereotipos en las guerras
La periodista, que actualmente está cubriendo el conflicto de Israel, ha recibido el Premio MAS en la categoría de Comunicación

A pesar de su juventud, Laura de Chiclana ha conseguido abrirse camino en una profesión tradicionalmente dominada por los hombres: el reporterismo de guerra. Ha cubierto la caída del régimen de Bashar al-Ásad en Siria, la guerra de Ucrania, el terremoto de Marruecos de 2023, las protestas antigubernamentales y los efectos de la Covid en Tailandia, la crisis humanitaria de los refugiados de Lesbos (Grecia), la crisis económica y política de Venezuela o el conflicto armado entre las fuerzas del gobierno colombiano y el ELN (Ejército Liberación Nacional). Y actualmente está cubriendo el conflicto de Israel y la crisis humanitaria de Gaza. Aunque su cara se ha hecho popular gracias a Telecinco y Cuatro, ha colaborado también con la Agencia Efe, Telemadrid, LaRazón, 8Tv. Entre los premios que ha ganado destacan el Premio APM al Periodista Joven del año 2022, el Premio al Mejor Corresponsal Español 2023 del Club Internacional Prensa, el Premio Emilio Castelar a la Defensa de las Libertades 2023 y el Premio Mujeres a Seguir 2025 en la categoría de Comunicación.
¿Cuánta libertad estáis teniendo los periodistas para trabajar en Israel?
Donde verdaderamente encontramos censura es en Gaza. La prensa internacional no puede entrar en la Franja, estamos vetados. No quieren que veamos lo que ocurre allí ni que los medios internacionales lo cuenten. También vemos censura hacia los periodistas palestinos que están en Israel: no tienen libertad para hablar, pueden ser arrestados y sus familias pueden sufrir represalias. Los periodistas israelíes también se enfrentan a censura: los medios que no siguen el discurso del primer ministro se arriesgan incluso al cierre. Pese a todo, hay algunos muy críticos con su gobierno. Lo que sí nos encontramos los periodistas en Israel, y más si trabajas para una televisión, son intentos de agresión tanto verbal como física. También puede suceder que llaman a las autoridades para intentar acusarte de algo y que te arresten. Yo he estado arrestada allí una vez y lo han intentado en múltiples ocasiones. Muchas veces he sentido miedo de que la información que estaba dando pudiera perjudicarme, ya fuera por un arresto o con la expulsión del país. A pesar de eso, he continuado. El silencio no es la solución; la palabra es el arma más poderosa que existe. Lo que temo no es ser expulsada o arrestada: mi miedo es no poder continuar informando.
¿Es posible mantener la objetividad cuando se convive con el dolor y el sufrimiento tan de cerca?
Es muy complicado. Siempre hay que informar de la manera más imparcial posible, pero cuando llevas tanto tiempo viviendo la desgracia y el sufrimiento, resulta muy difícil mantener la objetividad. Nuestro trabajo no es solo informar, también es denunciar. Tenemos la suerte, o la desgracia, de ser el altavoz de los silenciados, de los oprimidos y de quienes no tienen cómo alzar su voz. Los periodistas tenemos la obligación de no permanecer callados ante las injusticias. Eso, en muchas ocasiones, significa no ser completamente imparcial. Tampoco somos robots sin sentimientos: empatizamos, y eso es precisamente lo que hace tan hermosa esta profesión. Siempre intento ofrecer la información de la forma más neutral posible, porque mi responsabilidad ante una cámara no es imponer mi opinión, sino transmitir los hechos para que los demás formen la suya propia. Lo que no hago, ni haré, es permanecer callada ante las barbaries que ocurren ante mis ojos.
“El silencio no es la solución; la palabra es el arma más poderosa que existe”
¿Lo de ser corresponsal de guerra es algo que tenías claro desde el principio?
Sí, nunca he tenido dudas sobre lo que quería hacer, no me imagino dedicándome a otra cosa. No solo cubro guerras, también hago otros tipos de noticias. Esto, para mí, no es un trabajo, es un estilo de vida. No puedo imaginarme trabajando en algo distinto. Siento que he nacido para esto, es una vocación. Muchas veces he pensado en abandonar y dedicarme a otra cosa, pero no puedo. Mi mente y mi corazón están en las zonas donde la gente necesita ayuda. Es lo que da sentido a mi vida. En estos momentos pienso que el día que deje de informar será el día en que mi voz se apague para siempre.
¿Cómo ha evolucionado tu manera de trabajar desde tus primeras coberturas hasta hoy?
Los años te dan experiencia y madurez. Ahora realizo mi trabajo con más cabeza y soy mucho más meticulosa. Me gusta cuidar cada detalle e intentar dar siempre el 100% de mí. Aun así, me queda mucho por aprender. Esta es una profesión en la que se aprende todos los días. En mis primeras coberturas me lanzaba al vacío sin pensar. Decia: por algún lado hay que empezar. Cuando hoy lo recuerdo creo que lo haría de otra forma. He mejorado en todos los aspectos de este oficio, en las formas de grabar, de informar, de relacionarme. Intento aprender de cada persona que me rodea, y eso me ha ayudado mucho a crecer.
“Muchas veces piensan que voy a las zonas de conflicto a hacerme ‘selfies’, pero la realidad es que arriesgo más que la mayoría de los hombres”
Maruja Torres nos contaba hace un tiempo que ser mujer le había hecho las cosas más difíciles a veces, pero que en algunas ocasiones también le había beneficiado. A día de hoy, ¿el género sigue influyendo en la forma en que se vive y se ejerce el periodismo en una zona de guerra?
Por supuesto, el género sigue influyendo en nuestra profesión, especialmente en las zonas de conflicto. Desafortunadamente, dependiendo del país en el que te encuentres, la mujer periodista suele tener más desventajas que los hombres, tanto a la hora de trabajar como en el ámbito personal. En mi caso, aún más por ser joven y tener aspecto de niña, muchas veces no me toman en serio o piensan que voy a las zonas de conflicto a jugar o a hacerme selfies, pero la realidad es que llego más lejos que muchos periodistas y arriesgo más mi vida que la mayoría de los hombres. Las mujeres tenemos que demostrar cada día nuestra valía en estos lugares, algo que los hombres no necesitan hacer. Debemos hacernos respetar constantemente. Aun así, es cierto que en muchas ocasiones ser mujer puede ser una ventaja. Podemos acceder a personas o lugares a los que los hombres no pueden llegar, e incluso obtener historias con mayor rapidez. Todo depende del lugar y del contexto.
¿Qué papel juegan las mujeres locales en los conflictos que has cubierto? ¿Cómo logran hacerse oír?
En cada país, las mujeres han desempeñado papeles diferentes y podría pasar horas hablando sobre ellas. En las zonas donde he estado casi siempre son víctimas, pero también luchadoras por el cambio. Por ejemplo, en Ucrania, miles de hombres han ido o están en el frente y han muerto (también mujeres, aunque en menor número). Por eso, las madres, esposas, hijas, nietas son las que están levantando el país. Luchan desde la retaguardia y no se rinden. Aquellas que van al frente también son un ejemplo de que nosotras también podemos. En Siria, son las madres de los desparecidos o de los que están presos o lo han estado, las que están exigiendo justicia transicional. En Palestina son víctimas y resilientes. Además de las pérdidas que han vivido, las mujeres palestinas enfrentan cargas especiales: su papel en la sociedad, la responsabilidad familiar y su vulnerabilidad ante diferentes tipos de violencia. En general, aunque no en todos los casos, las mujeres en zonas de conflicto están más expuestas a la violencia sexual que los hombres. Es una sombra que, desafortunadamente, las acompaña a todas. A pesar de ello, las mujeres que he conocido en estas zonas me han demostrado que su valentía, su fortaleza y su lucha no tienen límites. No se rinden y luchan hasta la muerte, si es necesario.
En un tiempo en el que abundan las fake news, ¿cómo te aseguras de que la información que transmites es rigurosa?
Hoy en día es muy fácil difundir información no veraz. Muchos periodistas no son rigurosos con los hechos y terminan engañando. En mi caso, lo que hago es contrastar cada dato, cada noticia. Acudo a fuentes locales, autoridades, periodistas, y comparo decenas de medios para obtener la información más precisa posible. Siempre que puedo, y las circunstancias lo permiten, intento acudir al lugar de los hechos, observar con mis propios ojos, hablar con las personas, empaparme del entorno y comprender lo que está sucediendo realmente. Hoy en día, con la inmediatez de las redes sociales y la proliferación de fake news, la labor del periodista se vuelve cada vez más difícil, pero, precisamente por eso, nuestro trabajo es más importante que nunca.
“Con las redes sociales y la proliferación de ‘fake news,’ la labor del periodista se vuelve cada vez más difícil, pero, precisamente por eso, nuestro trabajo es más importante que nunca”
¿Qué conflicto o país te gustaría cubrir y aún no has tenido oportunidad?
Jay cientos de lugares a los que me encantaría ir para informar. Ahora mismo, principalmente, me gustaría poder entrar libremente en Gaza y ver, con mis propios ojos las historias de los palestinos. Pero también destacan países de África como Sudán y el Congo. Ir a Afganistán es uno de mis grandes sueños. También Asia, soy una apasionada de la cultura asiática. Ya he vivido allí y sé que hay mucho que contar. Desafortunadamente, son dos continentes que, informativamente hablando, no suelen despertar mucho interés en Occidente, lo que hace que sea más complicado.
¿Y qué consejo darías a las jóvenes periodistas que sueñan con dedicarse a la corresponsalía internacional?
Es cierto que, seas contratado o freelance, un conflicto es un conflicto para todos, pero las condiciones son mucho más duras para los periodistas independientes. Lo primero que les diría es ‘agarraos, que vienen curvas’. Ojalá alguien me hubiera advertido a mí de lo que realmente significa dedicarse a esto. Les aconsejaría que no elijan esta profesión buscando fama o dinero. Si lo hacen por esas razones, el golpe será fuerte. Este trabajo hay que hacerlo con corazón, cabeza y alma. Hay que tener la mente muy bien amueblada para dedicarse a esto y no perderse en el camino. Deben ser conscientes de que les cerrarán puertas una y otra vez, pero eso no significa que haya que rendirse. Que te cierren una puerta no quiere decir que no vales, sino que ese no era tu lugar. También hay que saber que esta es una profesión, y hablo siempre desde la perspectiva freelance, en la que hay que invertir mucho dinero. También inviertes horas, muchas, demasiadas, y tu salud se ve afectada. Si quieres dedicarte plenamente a esto, tienes que asumir que perderás muchas cosas de tu vida personal. Esta profesión exige sacrificios enormes y es, a menudo, muy solitaria. Puede parecer que hay más cosas negativas que positivas, y es cierto que, si pones todo en una balanza, lo malo pesa más. Pero la satisfacción personal que sientes cuando ves que tu trabajo ayuda a los demás, que tiene un impacto real, es indescriptible. En esos momentos entiendes que todo el sacrificio ha valido la pena. Esta no es una profesión de valientes ni de héroes, no somos eso. Somos el puente que conecta la realidad de lo que ocurre en el mundo con quienes aún no la conocen. No se trata de valentía, se trata de justicia.



