Tatiana Nuño (Seas at Risk): “Hemos tratado los océanos prácticamente como un basurero”
Nuño es, en la actualidad, responsable de políticas marinas en la organización europea Seas at Risk

Ha navegado en dos ocasiones por el Ártico, donde ha podido ver en primera persona los efectos del deshielo y de la sobrepesca. También navegando, Tatiana Nuño se enamoró de la naturaleza cuando era niña. Después estudió Geología en la Universidad Complutense de Madrid y se licenció en Ciencias del Mar por la Universidad de Cádiz. Trabajó durante casi una década en Greenpeace y hace unos meses se incorporó a Seas at Risk, una organización paraguas, de la que forman parte una treintena de organizaciones ecologistas de Europa, que busca promover políticas ambiciosas para la protección marina a nivel europeo e internacional. “Llevamos campañas para frenar la sobrepesca, contra el uso de plásticos, para reducir el transporte marítimo, la minería en aguas profundas, etcétera. También hacemos seguimiento de las cumbres internacionales para proteger la red de reservas marinas”, explica Nuño, una de las finalistas de los X Premios MAS en la categoría de Comunicación.
Teniendo en cuenta que los mares y océanos cubren cerca del 70% de la superficie terrestre, ¿están lo suficientemente protegidos?
Los mares y océanos tienen un papel fundamental en la vida y son los principales reguladores del clima. Absorben la temperatura, absorben CO2, producen las dos terceras partes del oxígeno que respiramos y son el modo de vida de millones de personas. Y, sin embargo, los hemos tratado prácticamente como un basurero. La mayoría de las políticas que regulan las actividades del mar están diseñadas desde el punto de vista de la extracción de los recursos, y para nada tienen en cuenta la conservación y el papel fundamental de los océanos. El resultado es que la mayoría de los caladeros están sobreexplotados, tenemos mares de plástico, ecosistemas destruidos y la capacidad de absorción de temperatura y CO2 de los océanos es cada vez más reducida. Si seguimos a este ritmo, van a dejar de proveer todos los servicios imprescindibles que nos proporcionan de forma gratuita y que son esenciales para nuestra vida.
Después de unas negociaciones complicadas, la Eurocámara consiguió sacar adelante este verano la Ley para la Restauración de la Naturaleza. ¿Te parece la ley lo suficientemente ambiciosa?
Ahora la ley ha pasado a la fase de negociaciones a tres bandas, lo que se conoce como trílogos, entre el Parlamento, la Comisión Europea y los gobiernos nacionales. Esperamos que bajo la actual presidencia española se agilicen las conversaciones y que la ley se apruebe de forma definitiva antes de finales de año. Si finalmente es así, como esperamos, será la primera ley con el objetivo de restaurar y proteger la biodiversidad en Europa, lo que, por supuesto, incluye los ecosistemas marinos y oceánicos. Sería, sin duda, un hito, pero el texto que acabó aprobando el Parlamento no es tan ambicioso como debería ser. La primera propuesta que llegó desde la Comisión Europea lo era mucho más. En cualquier caso, fue un éxito que consiguiera el respaldo suficiente para salir adelante, pese a la enorme campaña de noticias falsas y desprestigio contra la ley que se llevó a cabo, sobre todo, desde los grupos más conservadores. Fue una campaña de unas dimensiones que no habíamos visto nunca.
"En Europa tenemos áreas marinas protegidas solo sobre el papel, pero no hay una regulación real que restrinja en ellas actividades destructivas como la pesca de arrastre".
¿Cómo de concienciados están los políticos europeos sobre la protección medioambiental?
No podemos meterlos a todos en el mismo saco. Hay diferencias muy grandes entre los grupos más conservadores y los que defienden políticas más sociales. Desde luego, abordan de forma diferente la crisis climática. Los más conservadores dan de forma recurrente la espalda a las leyes para proteger la biodiversidad y luchar contra el cambio climático. En muchos casos, como hemos visto en esta Ley de Restauración de la Naturaleza, directamente intentan bloquear la aprobación de normas que van a beneficiar a la sociedad, pero también a sectores como la ganadería o la pesca. Porque, no nos engañemos, si no hay peces en los mares, no va a haber sector pesquero que gestionar. El bloqueo de políticas por parte de los grupos conservadores no tiene ningún sentido y se fundamenta, básicamente, en noticias manipuladas o negacionistas.
¿Qué le dirías a un escéptico para convencerle de que el problema es muy real?
Le recomendaría informarse, confirmar las fuentes y basarse, sobre todo, en datos y conocimiento científico. Eses escepticismo tiene en algunos casos mucho de ideología. Son falsas creencias basadas en fake news, en noticias descontextualizadas o manipuladas. Y a veces es más bien indiferencia, no querer, como decía la película, mirar arriba y abordar el problema.
¿Estamos todavía a tiempo de atajar la emergencia climática o tenemos que asumir que hemos entrado en un proceso imparable?
Todavía podemos impedir los peores impactos del cambio climático y frenar la pérdida de biodiversidad, pero se nos agota el tiempo. Ya estamos viendo cómo la naturaleza disminuye en todo el mundo a un ritmo sin precedentes en la historia de la humanidad, que continuamente se superan récords de temperatura, que los incendios descontrolados son cada vez más frecuentes, igual que los fenómenos meteorológicos extremos. No podemos limitarnos a adaptarnos a la situación, necesitamos políticas y paquetes de medidas urgentes para revertirla, porque si seguimos a este ritmo, nos va a empezar a resultar difícil garantizar nuestro sustento.
“Debemos ser conscientes de que tenemos que ir hacia un modo de vida más austero. La austeridad no es algo malo, implica tener en cuenta los límites del planeta y entender que no necesitamos tener todo multiplicado por cuatro”.
Centrándonos en los océanos, de los muchos problemas que los amenazan: microplásticos, pesca intensiva, transporte marítimo, exploración de hidrocarburos…, ¿cuáles son en tu opinión, los más urgentes o sobre los que sería más efectivo actuar?
Una de las cosas más urgentes es la creación de áreas protegidas. En Europa tenemos áreas marinas protegidas solo sobre el papel, pero no hay una regulación real que restrinja en ellas actividades destructivas como la pesca de arrastre. Si tuviéramos al menos un 30% de áreas marinas protegidas donde estuvieran prohibidas actividades destructivas como esta, y dentro de esas áreas, zonas que fueran santuarios marinos, eso tendría unas implicaciones muy positivas. Debemos trabajar en todos los frentes a la vez, porque no vamos a conseguir resolver nada si no abordamos el problema de forma sistémica. Necesitamos transformaciones profundas, cambios valientes que aborden la necesidad de reducir nuestro consumo, y ningún cambio de este tipo de es fácil.
¿Y estamos los ciudadanos preparados para asumir esos cambios profundos en nuestro estilo de vida?
Los movimientos sociales que han surgido en los últimos años parecen entender que el derecho a un medio ambiente sano contribuye a una sociedad más justa, que todo es parte de la misma lucha. Como usuarios y consumidores tenemos un gran poder, y desde la industria también empieza a haber respuesta. Cada vez consumimos menos carne, debatimos más sobre la forma en que viajamos y reflexionamos más sobre en qué consisten la felicidad y el buen vivir. Dicho esto, todavía queda mucho camino por recorrer. Debemos ser conscientes de que tenemos que ir hacia un modo de vida más austero. La austeridad no es algo malo, implica tener en cuenta los límites del planeta y entender que no necesitamos tener todo multiplicado por cuatro.
“Las mujeres no somos las propietarias de la tierra, pero en muchos casos somos las guardianas de valiosos ecosistemas”.
La crisis climática genera pobreza y precariedad, pero hay estudios que indican que no nos afecta igual a todos y que las mujeres son las más vulnerables a sus efectos. ¿Por qué?
Principalmente, porque representamos la mayoría de las personas pobres del mundo. En muchos lugares, las mujeres no pueden poseer la tierra, ni tienen acceso a un salario, y si lo tienen, es muy inferior al de los varones. Esto hace que tengan menos recursos para enfrentarse a los impactos del cambio climático, a las catástrofes, los desplazamientos o la pérdida de bienes. En lo que se refiere a la gestión pesquera, la perspectiva de género también es interesante. Cerca de 45 millones de mujeres trabajan en el sector de la pesca artesanal, que es más sostenible, pero principalmente en puestos mal pagados y poco cualificados, en el procesamiento, el envasado y la comercialización, ocupando empleos a menudo irregulares, sin contrato y ganando un 64% menos que los hombres. Son datos de Naciones Unidas. Las leyes relativas a las condiciones laborales en el mar fueron creadas hace décadas por hombres y para hombres, ya que históricamente ellos eran los que se hacían a la mar, y no tienen en cuenta las necesidades que puedan tener las mujeres a la hora de embarcarse. Las pocas que trabajan directamente en alta mar son mucho más vulnerables al acoso y las agresiones. Como decía antes, toda la regulación sobre océanos y naturaleza en general se centra en la explotación de los recursos, siempre desde el punto de vista de la comercialización y el beneficio, y creo que esto tiene en parte que ver con que las mujeres tampoco hayan estado representadas en los órganos de toma de decisión. Las mujeres no somos las propietarias de la tierra, pero en muchos casos somos las guardianas de valiosos ecosistemas. En muchos países, sobre todo en el sur global, son las que se encargan de gestionar los recursos: recogen el agua, la leña, la fruta… Acumulan mucho conocimiento y son las conservadoras del entorno y de sus propias comunidades, pero no tienen poder para tomar las decisiones.