Manual de uso para las relaciones abiertas
¿Dónde están los límites? ¿Qué pasa con los celos? ¿Qué constituye una infidelidad?

Todo el mundo sabe cómo funciona una pareja monógama convencional, pero cuando hablamos de otras fórmulas como las relaciones abiertas o poliamorosas, las cosas se complican. ¿Dónde están los límites? ¿Qué pasa con los celos? ¿Qué constituye una infidelidad? Aunque parezcan más libres, también en estos modelos de parejas existen unas reglas que conviene no perder de vista para que realmente funcionen.
Encontrar a ese ‘alguien’ con el que pasar la vida hasta que la muerte (o las circunstancias) nos separen es todavía un anhelo bastante generalizado. La monogamia es el modelo de pareja que nuestra sociedad y nuestra cultura nos han enseñado a desear. Sociólogos, científicos y pensadores llevan siglos dando vueltas a de dónde nos viene esa inclinación a emparejarnos con una única persona, y todavía no han encontrado la respuesta definitiva. En realidad, no hay ninguna evidencia de que esta forma de convivencia sea algo natural para el ser humano (de hecho, se calcula que solo un 3% de los mamíferos son monógamos). Las teorías sobre el origen de la monogamia son variadas y no necesariamente excluyentes entre sí. Los científicos hablan de razones evolutivas (para garantizar la supervivencia de la progenie y su crianza), biológicas (para garantizar el acceso regular a las hembras) o económicas (para garantizar la transmisión del patrimonio familiar). Todo muy práctico y bastante poco romántico.
En lo que todas las teorías coinciden es en que hablamos de un constructo social que, como tal, depende del momento y el lugar. Nuestra forma de amar en España es diferente de la de Arabia Saudí y desde luego también difiere bastante de la que practicaban nuestros abuelos. Lo habitual en Occidente en la actualidad es lo que los sociólogos han bautizado como “monogamia seriada”, un modelo que restringe la conexión sexual o amorosa a una sola persona, pero por un tiempo limitado. Lo normal hoy es ir encadenando relaciones con periodos de soltería entre ellas.
Pero también hay quien empieza a cuestionar directamente el sentido de la monogamia en estos tiempos. Y es que, aunque intentar hallar a otra persona que nos entienda, nos cuide y nos quiera para establecer un vínculo profundo y exclusivo con ella sea un objetivo muy lícito, esta no es, ni mucho menos, la única posibilidad. Como explica la psicóloga Silvia Sanz, la monogamia “no es la mejor, ni la peor ni la única elección de relación. Es la más frecuente, el modo de tener pareja más habitual y el que conocemos en nuestra sociedad como ‘adecuado’. Sin este estilo de relaciones no habría familias ni sociedad tal y como la conocemos. Pero hay que puntualizar que realmente no somos seres monógamos por naturaleza. La fidelidad es un acto de voluntad. Elegimos no tener relaciones con otras personas cuando estamos en pareja. Quizá por amor o porque no nos compensa perder a nuestra pareja, nuestro estatus o rol en la sociedad, la casa, los hijos, los amigos…”
Pese a los estigmas y la incomprensión a la que a menudo se enfrentan (no deja de resultar curioso que la infidelidad siga estando más admitida en muchos entornos familiares y de amigos que las parejas no exclusivas), cada vez hay más parejas que toman la decisión de cruzar los límites de lo socialmente admitido y eligen vivir su sexualidad y sus vidas de formas diferentes. Así, han ido surgiendo etiquetas para intentar definir los cada vez más difusos límites de las relaciones. Las relaciones abiertas, el poliamor o el swinging son algunos de estos tipos de interacciones amorosas menos convencionales que empiezan a extenderse. A nivel general, existe todavía bastante confusión sobre lo que significa cada cosa, aunque en realidad las diferencias son claras. En una relación poliamorosa, los implicados (que pueden ser tres o más) establecen un vínculo afectivo, sexual y emocional similar a los que comúnmente se atribuye a las parejas. “Se trata de amar a más de una persona al mismo tiempo y tener relaciones sexuales con ellas”, apunta Sanz. “Es una relación amorosa entre varios individuos en la que todos son conscientes de la existencia de otras personas”.

Sin embargo, en una relación abierta no hay exclusividad sexual, pero sí podría haberla afectiva. “Es decir, una pareja decide que se permitirán los encuentros sexuales con otras personas externas a la relación, siempre y cuando no se involucre el amor”, explica Cecilia Bizzotto, socióloga y portavoz de la plataforma de contactos Joyclub. Esto es, sexo y solo sexo. Las parejas swingers también admiten las relaciones sexuales con terceros, pero con ambos miembros presentes.
Aunque en principio parezcan más libres, también en estas relaciones, como en cualquier otra, existen unas reglas. Eso sí, en este caso las fijan directamente los implicados en función de sus deseos y necesidades. “Cada persona debe saber y comunicar asertivamente cuáles son las expectativas en esa relación, cómo comprende el amor y hasta dónde está dispuesta a implicarse en esa relación. Y en función de las necesidades de cada cual, se establecen unas normas que servirán para la pareja concreta y que pueden ir variando con el tiempo”, indica Bizzotto. “Por ejemplo, conozco a parejas sexualmente abiertas (liberales o abiertas) que eligen nunca dormir en casa de terceras personas. También hay personas poliamorosas que eligen que el lugar donde se conocieron es ‘sagrado’ y que en ese espacio no pueden tener citas con otros vínculos. Muchas parejas abiertas consideran que el contar con antelación los encuentros con terceros es fundamental y que tener una cita sin comunicarlo es motivo de ruptura. Cada cual elige sus fronteras y las consensua. Y sobrepasar esos pactos es considerado infidelidad”.
También Silvia Sanz hace hincapié en que el concepto de fidelidad sigue estando presente en este tipo de relaciones, aunque en este caso “no centrado en el terreno sexual, sino en ser fiel a los pactos y acuerdos de la relación”. La psicóloga explica que, al igual que las relaciones abiertas, en el poliamor existen distintos tipos de vínculos posibles. “Puede haber una relación principal y otras secundarias, puede haber un triángulo amoroso o incluso otro tipo de combinaciones. Y como no existe un único modelo de poliamor, es fundamental expresar las necesidades y deseos de cada uno para alcanzar un consenso y unos acuerdos que generen seguridad”.
Los recelos, las comparaciones o el temor a perder el amor de la otra persona son algunos de los problemas que pueden surgir cuando una pareja decide abrir su relación, independientemente del modelo por el que opte. “Si nuestra pareja liga o se acuesta con alguien es probable que sintamos celos, dolor, miedo… ¡Y es normal!”, asegura Sanz. “Es imposible no sentir emociones negativas y, de hecho, tampoco serie recomendable”, coincide Cecilia Bizzotto. “Por eso tenemos que estar disponibles emocionalmente y dispuestas a trabajar nuestras emociones y conductas, individualmente y en pareja. No vale el ‘abrimos la relación porque ya no follamos como antes’ o el ‘quiero ser poliamoroso para acostarme con más gente y vivir aventuras’. Hay que cuidar, respetar a los demás y respetarnos a nosotras mismas. Mucha gente cree que esto de las no monogamias solo va de sexo, y se equivoca”.

Los españoles y el poliamor
El 41,4% de los españoles está de acuerdo con la idea de que los miembros de una pareja pueden acordar tener relaciones sexuales con terceras personas sin que haya un vínculo sentimental con ellas y un porcentaje todavía superior (47,4%) cree que una persona puede mantener dos o más relaciones afectivosexuales a la vez. Así lo indica la tercera encuesta realizada sobre las relaciones afectivas tras la pandemia publicada por el CIS, según la cual, el sexo sin amor es algo posible para el 68,9% de los ciudadanos. La convivencia tampoco se ve ya como algo imprescindible: el 66,5% cree que los miembros de una pareja pueden mantener una relación sin vivir juntos para preservar su independencia. Eso sí, a los españoles les sale el lado romántico y convencional al hablar de la fidelidad: el 78,5% cree que si se ama verdaderamente a la pareja se es fiel siempre y casi el 70% está de acuerdo con la afirmación de que “el amor verdadero lo puede todo”.
Parece que también empezamos a considerar otras cosas a la hora de elegir pareja. Según los encuestados, que la otra persona no colabore en las tareas domésticas sería el mayor problema a la hora de iniciar una nueva relación (tiene mucha importancia para el 43,5%). Que las relaciones sexuales no sean satisfactorias (34,9%), que la otra persona no tenga independencia económica (23%), que no quiera tener hijos (20,1%) o que exista una diferencia de edad de más de diez años (20,8%) también se consideran obstáculos importantes. Por contra, la falta de atractivo de la otra persona, que gane menos o la diferencia en el nivel educativo son cuestiones que carecen de importancia para más de la mitad de los encuestados.
Este reportaje se publicó primera en la edición número de 17 de Mujeres a Seguir en papel.