Nerea Irogoyen, viróloga: “Se nos está olvidando que la ciencia es una carrera de fondo”
La investigadora de la Universidad de Cambridge estudia el zika, un virus que causa estragos en Latinoamérica y África

Desde 2018 dirige su propio grupo en la Universidad de Cambridge, donde investiga el zika, un virus transmitido por mosquitos que fue descubierto en Uganda a finales de los años Cuarenta y que periódicamente causa estragos, especialmente, en Latinoamérica y África. La mayoría de los adultos infectados sufren síntomas leves, similares a los de una gripe, pero hace unos años se descubrió que la infección por zika puede causar en los recién nacidos microcefalia y otros problemas neurológicos como ataques epilépticos o pérdida visual y auditiva.
Nerea Irigoyen, una de las finalistas de los X Premios Mujeres a Seguir, se licenció en Farmacia por la Universidad de Navarra y es doctora en Biología Molecular por la Universidad Autónoma de Madrid. Desde el principio estaba claro que la ciencia era lo suyo. “Era una niña muy curiosa. Desde pequeñita me interesaba saber cómo funcionan las cosas, sobre todo la naturaleza. Hacía los típicos experimentos, como poner garbanzos y judías entre algodones mojados para ver cómo creían. Pero yo además los dibujaba y los medía cada día. Metía insectos en botes para estudiarlos, ponía pétalos de rosa en alcohol para ver qué colores salían... Me interesaban mucho la microbiología y la genética, pero también me gustaban la historia y la arqueología”.
¿Cómo acabaste siendo viróloga?
Echando la vista atrás, a la gente que creció en los Ochenta la pandemia del VIH fue algo que nos impresionó. Creo que esto hizo que me inclinara por la virología. Los virus me resultaban fascinantes y desde niña había visto lo importantes que son. También intenté estudiar Historia en la UNED, hice hasta segundo, pero para entonces ya estaba haciendo la tesis, luego el postdoctorado y la vida no me daba para más.
¿En qué consiste tu investigación actual?
Ahora trabajamos mucho con el zika, un virus que se transmite por mosquitos. La última gran pandemia antes de la del Covid-19 fue de zika y se produjo en Latinoamérica en 2015 y 2016. Entonces empezaron a nacer un montón de niños con microcefalia de madres que se habían contagiado mientras estaban embarazadas. La mayoría de esos niños que estuvieron expuestos al virus durante el periodo de gestación tienen problemas neurológicos. Hay más casos de sordera, de ceguera, tienen un desarrollo más lento y más probabilidades de morir. Hablamos de países pobres, donde las mujeres que tienen un niño con este tipo de problemas tienen muy pocas posibilidades de mantenerse. A veces viven en comunidades poco desarrolladas, en las que la enfermedad se ve como una maldición, y acaban siendo marginadas. Además, el aborto terapéutico está criminalizado en muchos países de Latinoamérica, por lo que las mujeres se ven en una tesitura bastante complicada: pueden saber que el niño que esperan tiene problemas, pero no pueden abortar. Eso explica que durante el pico de esa pandemia los abortos ilegales se convirtieran en la cuarta causa de mortalidad materna en Brasil.
En Europa vemos el zika como algo lejano, pero ha habido brotes en casi noventa países.
Los mosquitos del género aedes, que son los que mejor transmiten el zika, todavía no están presentes en Europa, pero sí lo está su primo hermano, el mosquito tigre. Aunque es una especie tropical, puede vivir en el Mediterráneo, y transmite peor el virus, pero puedo hacerlo, por lo que tenemos que estar atentos. Ahora el zika no sale en las noticias porque el número de casos es más bajo, pero sigue existiendo. Esto tiene que ver con la dinámica de los mosquitos, que acaban desarrollando cierta inmunidad frente a los virus que transmiten. Puede haber una epidemia muy fuerte, por ejemplo, de dengue, que dure tres o cuatro años. Entonces esos mosquitos empiezan a transmitir otro virus como el chikungunya, hasta que pasan otros tres o cuatro años, adquieren inmunidad y la epidemia baja. En Latinoamérica acabamos de salir de una epidemia de dengue como no se había visto nunca, está empezando otra de chikungunya y se prevé que la siguiente vuelva a ser zika.
¿Entonces no se sabe cuándo, pero sucederá seguro?
En el mejor de los casos pasarán otros cinco años sin una epidemia fuerte de zika, pero volverá a haberla. Además, esos mosquitos se están empezando a expandir por Norteamérica y Europa, donde las poblaciones nunca hemos estado expuestas a esos virus, por lo que, aunque nuestros sistemas de salud sean mejores, podemos empezar a tener problemas.
¿En qué consiste la técnica del perfil ribosomal que has contribuido a desarrollar para estudiar de forma diferente estos virus?
Para producir sus proteínas, las células utilizan unas ‘maquinitas’ muy pequeñas que se llaman ribosomas. Un virus es algo muy simple y no tiene ribosomas, así que para poder producir sus proteínas utiliza los ribosomas de las células. En cierta manera, secuestra toda la maquinaria de la célula para producir sus partículas y hacer lo que quiere hacer cualquier virus: multiplicarse. Lo que nosotros hemos hecho es extraer los ribosomas de las células infectadas para saber qué proteínas están produciendo en cada momento, sean de la propia célula o del virus. Cuando comparamos células infectadas y no infectadas podemos establecer qué rutas o caminos celulares utiliza el virus para multiplicarse. Una vez identificas esto, puede diseñar fármacos para evitarlo o averiguar si ya hay algún fármaco desarrollado que se pueda utilizar.
¿La técnica funciona con otros tipos de virus?
Se puede utilizar para estudiar distintos virus, pero también cánceres o enfermedades degenerativas.
¿En qué punto está la investigación ahora mismo?
Ahora queremos comprobar las diferencias entre los dos tipos de zika que hay. Está el virus americano, que es el que produce microcefalia y todos esos problemas neurológicos, y también hay un zika africano. No tenemos muy claro cuál es el potencial de ese virus, porque África es como un agujero negro y no se está investigando lo que pasa allí, pero podría ser incluso más grave. En ese caso parece que si te infectas, directamente abortas. Hemos visto que hay unas proteínas que nadie había identificado y que podrían estar relacionadas con la capacidad del virus de infectar el cerebro, sobre todo el cerebro fetal. Eso abre muchas opciones para poder diseñar fármacos e incluso vacunas.
Como viróloga, ¿crees que tras la Covid estamos más preparados ahora para afrontar una gran pandemia de lo que estábamos en 2020?
Querría pensar que sí, pero realmente no lo sé y no lo sabremos hasta que no haya otra, que la habrá. No sé si nosotros llegaremos a verlo, pero sucederá. Las pandemias son difíciles de predecir. Todo el mundo pensaba que si había una sería de gripe, en realidad los coronavirus no estaban entre los candidatos más probables. Si vuelve a haber otra pandemia de un virus respiratorio hemos aprendido cosas, como que necesitamos mascarillas, que hay que reducir los contactos sociales y proteger a las personas de grupos de riesgo. En cierta manera sí estamos un poco mejor preparados, pero no sé si a nivel institucional se está haciendo lo suficiente para reforzar los sistemas sanitarios e investigadores, y que esto no vuelva a pasar dentro de, por ejemplo, cinco años.
La Covid sirvió para poner en valor el papel de la ciencia, pero pasada la crisis, ¿ha mejorado vuestras condiciones de trabajo?
Creo que el gran apoyo que hubo al principio ha ido desapareciendo. No existe la suficiente cultura científica, no nos damos cuenta de que la ciencia no se hace en una semana. Conseguir unas vacunas tan rápido, con técnicas que nunca antes se habían probado, ha sido el gran éxito de etsa pandemia. Hemos sido capaces de controlar el virus en muy poco tiempo. Pero esto ha sido posible porque ha habido gente estudiando los coronavirus desde hace veinticinco años. Es necesario apoyar la investigación durante mucho tiempo para que cuando haya una crisis los científicos podamos aportar. Implica gastar dinero en cosas que a lo mejor parece que no van a dar resultado, pero dentro de quince o veinte años pueden salvarnos. Se nos está olvidando que la ciencia es una carrera de fondo.
Llevas ya unos cuantos años ahí en Reino Unido. ¿Tu plan es quedarte allí o te gustaría volver en algún momento a España?
En octubre hará trece años que estoy aquí y acabo de solicitar un proyecto para otros ocho años más. No sé si saldrá, pero mi idea a corto plazo no es volver a España. Si lo hago quiero que sea en las mejores condiciones posibles y de momento creo que no estamos ahí.