“Muchas mujeres no piden ayuda porque no se dan cuenta de que están siendo maltratadas”
Ana Bella Estévez, creadora de la Fundación Ana Bella

Mientas hablamos, está pendiente también de un aviso que le ha llegado un rato antes, un caso de violencia de género en un camping. Como pasa a menudo, las voluntarias de la Fundación Ana Bella se movilizan para acompañar a la víctima antes de que la maquinaria de los servicios sociales se haya siquiera puesto en marcha. “No se trata de duplicar el trabajo que hace la administración, sino de complementar sus recursos y llegar a donde ellos no llegan”, explica Ana Bella Estévez, referente de la lucha contra la violencia de género y responsable de una fundación que lleva su nombre y que ha ayudado a más de 45.000 mujeres a dar el paso de víctima a superviviente. Por ese trabajo acaba de recibir uno de los premios a la acción humanista de la Fundación máshumano.
Ella sabe lo difícil que es salir del calvario de la violencia de género por propia experiencia. En su caso, le costó incluso tomar conciencia de que era una mujer maltratada. Sencillamente no se reconocía en el retrato de las víctimas que presentaban los medios. “Aunque mi marido me pegaba hasta con la correa, yo no sabía que estaba siendo maltratada. Veía en el telediario a las mujeres asesinadas y pensaba: ¿por qué no habrán denunciado antes?”, asegura. “Sé que suena surrealista, pero es lo que viven muchas mujeres. No piden ayuda porque no se dan cuenta de que están siendo maltratadas”.
Finalmente, después de más de una década de palizas, insultos y agresiones, algo en su interior hizo click. "Una noche mi marido vino y me dijo que tenía que firmar un contrato que traía. Ya había firmado otros documentos antes, como uno que decía que no podía hablar con otros hombres y otro que me obligaba a entregarle todos los recibos de todo lo que compraba. Lo que me traía esa noche era un compromiso de que yo seguiría siempre con él, aunque me siguiera pegando. Yo le dije que no, que si me iba a seguir pegando era mejor que nos separásemos y él me contestó: ‘no, nosotros no nos vamos a separar nunca, lo nuestro es amor o muerte’”. A continuación, la ahogó hasta que ella aceptó firmar el contrato. Esa misma noche, llamó, escondida desde el garaje, al teléfono de atención a las víctimas de la violencia de género, que conocía de los carteles. Todavía no quería denunciar a su marido, solo saber si podía separarse de él. Le pidieron que fuera a un centro de la mujer para reunirse con una asesora. Su respuesta fue que no podía salir sola de casa sin el permiso de su marido. “Mi cárcel era mental”, asegura.
Unos días después acabó denunciando y se trasladó con sus cuatro hijos (incluido un bebé de nueve meses) a una casa de acogida de Sevilla. Al salir, Ana Bella se encontró en la calle con cuatro niños, sin estudios, porque su marido no le había dejado ir a la universidad, ni experiencia laboral, porque siempre había trabajado con él. La situación era como para desesperarse, pero ella recordó todo lo que ya había pasado y decidió que desde ahí las cosas solo podían ir a mejor: “Me dije que yo no era una víctima, era una superviviente que iba a luchar para tener una vida para mis hijos y para mí".
Ana Bella consiguió rehacer su vida, hizo pública su historia con la esperanza de inspirar a otras mujeres a dar el paso que a ella tanto le había costado y en 2006 creó la Fundación Ana Bella. “La primera mujer que ayudé se quedó en mi casa y luego ella ayudó a otra". Así se sentaron las bases de lo que hoy es una red mundial que involucra a mujeres supervivientes, medios de comunicación y empresas para actuar como agentes de cambio social.
Además de su programa de acompañamiento a las víctimas, la Fundación Ana Bella tiene otros como un programa de inserción laboral por el que ya han pasado más de 8.000 mujeres o uno de prevención de la violencia entre adolescentes. En la lucha contra la violencia de género, Ana Bella reclama más recursos, tanto para la administración como para su organización (reconoce que con la aportación de los socios es imposible mantener la actividad de la fundación), pero también más conciencia social. En este sentido destaca el papel del entorno, el familiar, pero también el laboral, porque al final lo normal es que pasemos más tiempo en el trabajo que en casa. Uno de los programas de la fundación se dedica a formar a plantillas de empresas para aprender a detectar a las víctimas invisibles y crear protocolos de actuación frente a la violencia de género. El objetivo es en cualquier caso el mismo: crear entornos seguros donde las mujeres puedan romper con el silencio.