“Vivimos en un mundo en el que el rosa y el azul van calando como la lluvia fina”
Marta Pérez Dorao, presidenta de Inspiring Girls España

Conectar a niñas con mujeres que trabajan en sectores diferentes para demostrarles que las mujeres pueden dedicarse a cualquier profesión es el objetivo con el que nació hace ya una década la Fundación Inspiring Girls. La organización está hoy presente en treinta países y organiza más de un millar eventos al año con la participación de miles de voluntarias y de niñas. A España llegó hace seis años de la mano de Marta Pérez Dorao, una abogada con experiencia en el sector tecnológico que hace tiempo comprendió que dar a las mujeres confianza en sí mismas cuando son pequeñas es la clave para que en el futuro se atrevan a soñar a lo grande.
El programa Vuelta al cole fue el punto de arranque de Inspiring Gils, pero la asociación ofrece también talleres de robótica, formación sobre tecnología, finanzas y liderazgo, jornadas en torno al deporte o el reciclaje… “El crecimiento en estos años ha sido exponencial”, asegura Pérez Dorao. “Hay muchas empresas que quieren trabajar con nosotros, lo que es maravilloso porque no recibimos fondos públicos ni subvenciones”.
Tú eres abogada. ¿Qué es lo que le inspiró para trabajar en temas de igualdad?
Yo empecé a trabajar como abogada como se hacía en mi época, sin especialización, pero luego me contrató lo que hoy llamaríamos una startup (entonces ni existía el concepto de empresa tecnológica). Empecé a formarme haciendo cursos de tecnología. En ese momento no había mucha gente que supiera del tema, y acabé siendo la directora de los servicios jurídicos globales de esa multinacional de software. En ese trabajo me di cuenta de que muchas veces yo era la única mujer: en las reuniones, en los comités de dirección, en los congresos… Era algo que me preocupaba, aunque no le podía dedicar mucho tiempo porque el trabajo era absorbente. Pero después empecé a investigar sobre el tema, me apunté a mi primer congreso de mujeres y, junto a una compañera que había tenido una carrera paralela a la mía en el sector teleco en lugar de en el software, monté una empresa que se llamaba Women in Business para dar formación en habilidades directivas a mujeres. Fue uno de esos casos de una buena idea que llega antes de su tiempo. En ese momento a nadie le importaba el desarrollo profesional de la mujer, no estaba de moda. Y aunque hicimos muchas cosas, nos dimos cuenta de que el proyecto no tenía mucho recorrido. Entonces fue cuando me topé con la idea de Inspiring Girls y me di cuenta de que muchas veces el cambio no llegaba porque las mujeres a las que nos estábamos dirigiendo tenían su mindset muy estructurado. Lo de empezar a trabajar con las niñas para darles cuando están creciendo las herramientas que van a necesitar me pareció brillante.
Los estereotipos y los problemas de autoestima en las niñas aparecen tan pronto como a los 5 o los 6 años. ¿Cómo podemos evitarlo?
Vemos que hay tres problemas que afectan a las niñas en todo el mundo, independientemente del país y de la clase social. El primero son los estereotipos y las etiquetas. Por mucho que tu familia sea muy igualitaria, vivimos en un mundo en el que el rosa y el azul van calando como la lluvia fina. A partir de los 5 o 6 años, niños y niñas empiezan a comportarse de forma diferente por la influencia del ambiente. A eso se suma que, entre la infancia y la adolescencia, las niñas pierden 3 puntos y medio más de confianza en sí mismas que los chicos y la falta de visibilidad de las mujeres, que provoca una tremenda falta de referentes. Nuestra línea de acción persigue darles a las niñas esos referentes que necesitan, porque de esta forma se corrigen también los otros problemas. Llevamos a mujeres voluntarias que hablen a las niñas de su experiencia profesional. No se trata de que les expliquen en qué consiste su trabajo, sino cómo llegaron ahí, quién las inspiró, qué barreras tuvieron que superar… Todo eso son enseñanzas para las niñas, que no solo ven que hay mujeres en todas las profesiones, sino que también aprenden el valor del esfuerzo y que no deben autolimitarse.
¿Todavía tienen esa idea de que hay profesiones ‘de hombres’ y ‘de mujeres’?
Hicimos un panel con científicas del CSIC y después una niña se acercó a una de ellas y le dijo que no parecía científica porque llevaba tacones y los labios pintados. Imagina el concepto de científica que tiene esa niña. A las sesiones en los colegios normalmente llevamos a tres mujeres distintas, que pueden ser una bombera, una médico sin fronteras y una ingeniera. Pero también hacemos paneles, clubs y speed networkings, que es un formato muy original que permite que las niñas conozcan ocho o diez perfiles en una misma mañana.
¿Y cómo salen las mujeres de la experiencia?
Empoderadas. Ver las caras de las niñas es una de las mejores cosas de este trabajo. La otra es conocer a estas mujeres y ver lo que han conseguido. Nuestro programa se llama ‘Una hora al año para la mujer del futuro’ porque entendemos que una hora al año la puede dar hasta la presidenta o directora general de una gran compañía. ¿Qué puedes hacer durante una hora que te dé una inyección de satisfacción y autoestima como el hablar con treinta niñas y abrirles nuevos horizontes?
Hacéis especial hincapié en sectores donde hay menos mujeres, como el ámbito STEAM. ¿Por qué muchas niñas siguen teniendo miedo a las carreras de ciencia y tecnología?
Nuestro primer club tecnológico tuvo mucho éxito porque ni siquiera lo llamamos ‘tecnológico’. Su nombre era Club Inspiring Girls y proponíamos a las niñas una serie de retos que les podían interesar como, por ejemplo, conservar digitalmente la memoria de sus abuelos, hacer las ciudades más amigables para los discapacitados, minimizar el desperdicio textil o crear un cargador solar para el móvil. Estuvimos organizando por toda España durante un año estas sesiones en las que aprendían de tecnología, pero nadie hablaba de tecnología
Pero ¿por qué incluso la misma palabra les resulta intimidante?
No lo sé, pero cuando, por la regulación de Bolonia, la carrera de Informática pasó a llamarse Ingeniería Informática, la matriculación femenina en la Universidad del País Vasco cayó un 30%. Solo por añadir la palabra ‘ingeniería’. Tienen una especie de falsa creencia de que son disciplinas muy áridas y muy ajenas a sus intereses. Yo creo que es un problema de comunicación. Las niñas tienen que ver la aplicación práctica y humana de la tecnología. Hace un tiempo hicimos un estudio con la Universidad San Pablo CEU con niñas que habían participado en nuestras charlas y el 77% dijo que gracias a ellas había descubierto que estas profesiones mejoraban la vida de la gente. El 57,7% dijo también que le habían motivado a considerar una carrera científica o tecnológica.