Mitos, incertidumbres y un nuevo trabajo: mi experiencia con el cáncer de mama
Begoña Santiago, directora financiera de GloBalon Football Holdings, relata en primera persona cómo vive la enfermedad

El 8 de abril de 2021 cumplí 35 años. Recuerdo mis quejas por la edad, ya que yo me seguía sintiendo, al menos en algún lugar de mi cabeza, una niña con todo por hacer, y esos 35 años me parecían muchos. Cinco días después me diagnosticaron cáncer de mama. Miré al cielo y riéndome dije: “Era una broma, que 35 no son nada ¿eh?”. Siempre he sido muy de humor negro con mis problemas médicos (este no era el primero) porque me ayuda a restar poder al miedo.
Cuando fui siendo un poco más consciente de lo que estaba pasando, de que lo que me estaban diciendo era que tenía CÁNCER, no pude evitar hacer cierto balance de mi vida, y eso me hizo sentirme tranquila y orgullosa. Pensé que, si aquello era todo, podía estar agradecida y feliz por mi familia y mis logros. Luego pensé en mi hijo Gabriel. Él acababa de cumplir un año y yo había pasado otros siete intentando quedarme embarazada. Entonces sí me asusté, no podía dejar de pensar que si me moría, él ni siquiera iba a acordarse de mí, de lo mucho que le quería.
Pero la Begoña racional que hay en mí y que sale al rescate en los momentos de crisis me ayudó a entender que quedarme anclada en el miedo y el agobio no nos iba a ayudar en nada. Así que no perdí mucho tiempo en ese punto. No sé cómo lo hago, pero siempre consigo ponerme rápidamente manos a la obra, no me bloqueo.
En cuanto elegí oncóloga, hospital y hubo un tratamiento me concentré en el camino que sabía me tocaba seguir y decidí ser feliz cada segundo del proceso. Inmediatamente me hice un Excel con todas las sesiones de quimio que tenía para ir tachando hitos. Soy directora financiera y un poco TOC con la organización, así que no puedo evitarlo. Me hice una lista con todo lo imprescindible para mí: qué cosas podía hacer para verme mejor en el espejo, qué fines de semana iba a estar bien y cómo quería aprovecharlos, etcétera. Recopilé fotos y empecé a hacer álbumes en papel sobre todo el tiempo que pasaba con Gabriel. Si al final todo iba mal, quería dejar impresos los recuerdos que sí pudimos vivir.

La realidad es que durante unos días no pensé ni un poco en el trabajo ni en mi vida laboral, pero seguí cumpliendo con todas mis obligaciones mientras afrontaba las pruebas e incluso las primeras quimioterapias. Estaba en una etapa que me lo facilitó. Era autónoma desde hacía un par de años y en la empresa con la que más colaboraba respetaron todas mis necesidades. Aun así, según pasaban las semanas, recuerdo empezar a pensar seriamente en mi carrera. Mis ambiciones seguían ahí, aunque había tenido que dejarlas en un segundo plano después de haber perdido dos bebés y del complicado embarazo de Gabriel. Me sentí tremendamente asustada pensando en que aquello podía ser definitivo. ¿Y si tenía que renunciar a todo? ¿Y si no podía sostener ni aquel ni ningún trabajo? Pero entonces recibí un mensaje; querían entrevistarme ese mismo viernes para ofrecerme un trabajo que, de primeras, parecía muy interesante. Pensé en autodescartarme sin dar explicaciones –¿quién iba a contratar a alguien con cáncer?– pero no lo hice. Solo dije muy educadamente que el viernes me resultaba imposible. Era el día que me daban la quimio todas las semanas y me quedaba en encefalograma plano por la cantidad de antihistamínicos que te meten en el cuerpo. Quien me iba a entrevistar pensó en descartarme pensando que el trabajo no me interesaba mucho pero tampoco lo hizo.
Tuvimos una entrevista telefónica el lunes siguiente, así que la primera impresión fue solo por voz. Para entonces yo ya estaba totalmente calva. La conversación fue mejor de lo que esperaba y ya sentía la emoción en el cuerpo, pero sabía que al final de aquella charla tendría que confesar. Él me dijo que quería que pasase a siguiente ronda de entrevistas y entonces tuve que contarle sobre mi enfermedad, que todos los viernes desaparecería porque me daban quimio y que a final de año me iban a hacer una mastectomía bilateral. Fueron diez segundos de silencio eternos y me dijo: “Pues no te voy a dar la enhorabuena como si estuvieses embarazada, pero te voy a decir que me importa lo mismo: NADA”. Una semana después acepté su oferta y entré en el mundo del fútbol, como directora financiera de una plataforma de equipos en Europa, calva, con cáncer, pero feliz.

Hubo quien pensó que estaba loca, porque son de los creen que el cáncer debe mantenerte encerrada sufriendo en casa. Pero yo no me sentía así y mi oncóloga, que de esta enfermedad sabe un buen rato, me dijo que un terremoto como yo era perfectamente capaz. Cuando me incorporé a mi nuevo trabajo me preocupaba cómo mi enfermedad podía afectar a otros y cuáles serían las primeras impresiones de mis compañeros. Creo que mi principal miedo era que me pudiesen considerar débil. Mujer y enferma, lo tenía todo. Dudé mucho, pero al final decidí que iba a ir con la calva al aire a todas las primeras veces. Normalmente no me tapaba más que cuando tenía frío así que ¿por qué hacerlo diferente?
Durante el tratamiento de quimioterapia, trabajé todos y cada uno de los días que estaba en condiciones; en resumen, todos menos dos. Descansaba después de comer si lo necesitaba, dedicaba a mis médicos y a hacer deporte varias veces a la semana el tiempo que tenía planificado, organizaba mis viajes de trabajo en función de “mis mejores semanas” y las indicaciones de mi doctora… pero conseguí cumplir con mi trabajo y disfruté infinito de lo que estaba aprendiendo. Trabajar a lo largo de todo el proceso me ha permitido tener paz mental, vivir una vida normal sin considerar que todo giraba en torno a la enfermedad y seguir creciendo como profesional. A mí trabajar me ha dado vida, aunque supongo que siempre he disfrutado mucho de mi trabajo y eso es un punto a favor.

Mi último proyecto antes de la operación fue la valoración de la adquisición de un club de fútbol muy prometedor. Días frenéticos hasta el final y ¡menudo subidón! Después vino la doble mastectomía, que no os engaño, da un susto terrorífico. Pero a riesgo de parecer un poco inconsciente, creo que lo peor para mí fue pasar una semana de sofá/cama con los drenajes colgando. Fue el único momento en el que me sentí realmente impedida, y más por la incomodidad que por otra cosa. Estar viva me daba tanta alegría que mis no-pechos me parecían poco importantes. Ahí sí, necesité un mes y poco de baja. Cuando me sentí lista tuve que convencer a mi médico de cabecera de que realmente necesitaba y quería volver al ruedo.
Hace ya año y medio de mi incorporación a mi actual empresa. Ni una vez me he sentido tratada de forma diferente por mi enfermedad y he tenido todo el respeto que he necesitado para luchar contra ella. No he respetado siempre mi jornada laboral, a veces por exceso y otras por defecto, he cumplido con mis objetivos y siento que mi jefe y mis equipos me valoran como la profesional que soy a pesar del cáncer, incluso tal vez más por el cáncer. No diré tu nombre IB porque intuyo que no te gustaría. Pero quiero darte las gracias por darme la oportunidad, por exigirme y pedirme lo que debía ser sin condescendencia, pero con respeto y con espacio para todo lo que necesitaba. Mis 36 años me han dado margen para toparme con gente muy diferente y eso hace que valore el jefe que tengo y este mundo del fútbol que me está resultando tan atractivo.

Me quedan diez años de pastilla diaria, inyección mensual y múltiples controles, así que esto solo ha sido la primera parte. No hay una forma correcta de enfocar la enfermedad, ni una única manera de sentirse o vivir el proceso. Para mí ha resultado primordial ese enfoque, no quedarme paralizada ante el miedo a la enfermedad y su tratamiento, pero es importante respetar cualquier otra fórmula que ayude a quien padece cáncer. También cabe destacar que mi cáncer es de los más investigados y aunque no tenga nada de bonito, sí existen más opciones que en otros casos.
Tampoco sé cuál es mi futuro, cuánto tiempo más viviré o si lo haré libre de la enfermedad. La realidad es que cuando pasas por algo así te cambian las prioridades. Te planteas que la vida puede terminar antes de lo que tenías en mente (quizá ni siquiera te habías parado a pensar nunca en la muerte). Y si pasa, ¿para qué me esfuerzo tanto? Las ambiciones cambian, no os diré que no. Lo importante te parece más importante. Pero yo sigo siendo yo, trabajadora incansable, disfrutona de mi profesión, responsable… Probablemente el cambio esté más en cómo siento que en lo que hago.
Begoña Santiago Ramos es directora financiera de GloBalon Football Holdings.
