El restaurante que ayuda a las personas refugiadas a volver a empezar
Tres de las mujeres empleadas en Lakook nos cuentan su experiencia

Paola es de Honduras, tiene 27 años y lleva cuatro en España. Llegó aquí huyendo del acoso al que, por ser su padre un líder político, estaba siendo sometida la familia en su país. “Recibíamos muchas amenazas. Nos llegaron a quemar la casa”, cuenta. “Fue un momento horrible, teníamos que escapar”. Gran parte de la familia se dispersó por distintos países: México Panamá, Canadá, Italia o Francia. Ella acabó en España. Aunque está muy contenta aquí, su llegada no fue fácil. “Al principio no tenía documentación y eso me cerraba muchas puertas para trabajar. También mi edad era un problema. Me veían demasiado joven como para tener experiencia”. En Honduras había trabajado tanto de auxiliar de enfermería y cuidando a personas mayores como en hostelería. Esta experiencia le está sirviendo para el que ahora es su nuevo trabajo en la terraza de la Casa Árabe.
Lo ha conseguido gracias a la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), una organización que trabaja en colaboración con el Ministerio de Inclusión para acoger y dar apoyo a todas las personas que llegan a nuestro país solicitando asilo y protección. “Hacemos un acompañamiento transversal, con atención social, jurídica, legal, aprendizaje del idioma y orientación para el empleo. Buscamos la plena autonomía de estas personas, que se conviertan en una ciudadana o ciudadano más de nuestra sociedad”, explica Estrella Galán, su directora general. Incorporase al mundo laboral es una de las claves para conseguirlo. La organización ha encontrado en la cocina un medio para ayudarles a integrarse social y laboralmente. Así nació Lakook, un catering atendido por refugiados que se adapta a cualquier tipo de evento, con platos procedentes de diferentes lugares del mundo. El proyecto arrancó en 2015 en el centro de acogida temporal de CEAR en Getafe. “A partir de ahí fuimos ampliando la iniciativa a otros territorios, otros centros de acogida y también fuera de la organización”, explica Galán. Ahora, además de las cocinas de sus centros, gestionan la del restaurante de la terraza de la Casa Árabe, la de una residencia de mayores, algunos pubs y el corner de comida para empleados de varias empresas. Además, cualquier institución, empresas o particular puede contratar su servicio de catering.

Este es su segundo verano en la Casa Árabe y la experiencia está resultando todo un éxito. “Toda la plantilla que trabaja allí, salvo alguna excepción, está formada por personas refugiadas o solicitantes de protección. Esa experiencia laboral les abre puertas muy interesantes”, asegura la directora general de CEAR. Ahora da empleo a catorce personas. Paola lleva menos de un mes como camarera, pero asegura que no cambiaría este trabajo por nada. Se enteró del proyecto cuando fue a renovar su tarjeta de asilo político. Llevaba meses sin trabajar y se sentía muy frustrada. “Contacté con ellos, les conté mi historia y me pusieron en una lista de espera para encontrar trabajo”. Al poco tiempo surgió la oportunidad de la Casa Árabe. Ahora solo espera reunirse con sus tres hijos, que en un primer momento se marcharon a México. “Dentro de dos meses ya estarán aquí”, dice ilusionada. Lo espera con ganas, ya que no ha podido verlos en estos cuatro años.
La historia de Sharifeh es parecida. Ella es de Afganistán y en 2010 solicitó asilo en España buscando una vida mejor para ella y sus hijas. “En mi país no tenía oportunidad de estudiar y trabajar. Mis hijas tampoco”, explica. Ahora Sharifeh puede hacer ambas cosas en la Casa Árabe gracias al apoyo de CEAR. “Me han ayudado muchísimo. No sabía nada y ahora ya sé leer y escribir, aunque todavía me cuesta un poco”, admite. Su sueño es ayudar a otras personas en su situación, por eso le gustaría formarse como trabajadora social.

Sahar, una mujer trans de Marruecos, también ha encontrado en el restaurante de la Casa Árabe una salida laboral. Tuvo que venirse a España porque ni su familia ni la sociedad marroquí la aceptaba. “Me vine para ser libre, para poder vivir mi vida”, asegura. “Aquí soy feliz y puedo llevar una vida normal”. Antes de llegar a Madrid, vivió unos cuantos años en Melilla y Sevilla. Estando en la capital andaluza entró en contacto con CEAR, que la ayudó a buscar un empleo acorde a su formación. En Marruecos ya trabajó de cocinera y camarera. Empezó en Lakook como cocinera hace unos tres meses.

Según Acnur, el número de personas que se ven forzadas a huir de sus países ha ido aumentando año tras año en la última década y se encuentra en el nivel más alto desde que se tienen registros. A mediados de este 2022 se ha alcanzado el triste récord de más de 100 millones de personas desplazadas a la fuerza.