La relación entre pobreza y desarrollo cerebral en la infancia
Un estudio indica que ayudar a las madres con ingresos bajos podría aumentar la actividad cerebral de sus bebés

Que la pobreza en la primera infancia aumenta la posibilidad de tener bajo rendimiento escolar, ingresos reducidos y una peor salud es algo que ya se sabía. Lo que no estaba claro es la razón; es decir, si la pobreza causa diferencias en el desarrollo neurológico o si simplemente está asociada a otros factores que son los que realmente causan esas diferencias.
Un estudio realizado por investigadores afiliados a seis centros universitarios de Estados Unidos (Universidades de Columbia, Duke, Nueva York, California Irvine, Maryland y Wisconsin-Madison) arroja ahora algo de luz sobre esta incógnita tratando de estimar el impacto causal de una reducción de la pobreza en la actividad cerebral durante el primer año de vida a partir de una submuestra del estudio Baby’s First Years (el primer ensayo controlado de reducción de la pobreza en la primera infancia) formada por mil madres de bajos ingresos, la mayoría negras o hispanas, de cuatro áreas metropolitanas (Nueva York, Nueva Orleans, Minneapolis-Saint Paul y Omaha).
Poco después de dar a luz a estas madres se les asignó una ayuda económica de 333 dólares al mes, lo que suponía un aumento de ingresos de aproximadamente el 20% para esas familias. Al año se evaluó mediante un encefalograma (EEG) en reposo la actividad cerebral de los bebés. Aquellos niños cuyas familias habían recibido la ayuda económica mensual demostraron una mayor actividad en las bandas de frecuencia media y alta, lo que se asocia con un mejor funcionamiento del lenguaje, cognitivo y socioemocional. Un grupo de control de bebés cuyas familias recibieron solo 20 dólares al mes no mostró los mismos beneficios que aquellos cuyas familias habían recibido ayudas más altas.
Los científicos lo justifican aduciendo que con mayores recursos económicos, las experiencias de los niños cambian y su actividad cerebral se adapta a esas experiencias. “Hemos proporcionado evidencias de que dar a las madres que viven en la pobreza una ayuda económica mensual sin condiciones durante el primer año de vida de sus hijos puede cambiar la actividad cerebral de los bebés. Dichos cambios reflejan la neuroplasticidad y la adaptación ambiental y muestran un patrón que se ha asociado con el desarrollo de habilidades cognitivas posteriores”, dicen los responsables del estudio, que en una segunda fase analizará los mecanismos potenciales afectados por las ayudas económicas, incluidos los gastos del hogar, la participación en el mercado laboral de la madre, los comportamientos de crianza de los hijos y el estrés familiar.
Los investigadores admiten también ciertas limitaciones al interpretar estos resultados. Para empezar, se han utilizado solo datos de 435 familias de las mil que han participado en el estudio, porque son de las que pudieron recopilar datos de EEG en persona (en el resto de los casos el seguimiento se hizo de forma telefónica por la Covid-19). Además, los investigadores reconocen que no está claro hasta qué punto las diferencias en la actividad cerebral infantil son estables a lo largo del tiempo. “No sabemos si los efectos sobre el desarrollo neurológico de esta intervención para la reducción de la pobreza se traducirán en diferencias en las evaluaciones directas de las habilidades y el comportamiento de los niños. Si bien en otras muestras se han observado asociaciones entre la actividad cerebral infantil y el funcionamiento cognitivo, lingüístico y socioemocional posterior, algunos estudios no encuentran que la actividad cerebral infantil prediga las habilidades posteriores”.