"Mi madre esperaba darme una infancia distinta, pero también quería que futuras generaciones me tuvieran de ejemplo”
Hayat Traspas, fundadora de Save a Girl Save a Generation

Hayat Traspas ha cofundado, junto a su madre, Asha, Save a Girl Save a Generation, una oenegé que lucha contra la mutilación genital femenina, el matrimonio forzado y cualquier forma de violencia contra la mujer. Hayat utiliza su voz en todos los foros y plataformas posibles para arrojar luz sobre los horrores de la ablación y ayudar a las mujeres que han pasado por esa experiencia. Por esa labor ha sido reconocida en los VIII Premios Mujeres a Seguir.
Hayat Traspas Ismail nació en Somalia y, tras pasar por Kenia, Tanzania y Ecuador (no es extraño que se defina a sí misma como ciudadana del mundo), aterrizó en España en 2001 con su madre, Asha Ismail. Aquí estudió Sociología, empezó una carrera en el mundo de la producción y los documentales, y ha formado una familia. Aquí también ha fundado, junto a su madre, Save a Girl Save a Generation, una organización que lucha contra la mutilación genital femenina (MGF). Hayat es la primera mujer de su familia que no fue sometida a la ablación, una práctica todavía muy extendida en su país de origen. Fue Asha quien resolvió que su hija no pasaría por esa terrible experiencia que ella vivió a los 5 años. “Cuando mi madre tomó la decisión de no permitir que nadie sometiera a su hija a la mutilación genital femenina, cambió la historia de mi árbol genealógico. Antes de nacer yo, todas y cada una de las mujeres de mi familia materna pasaron por la MGF. Creo que esperaba darme una infancia y una vida distinta a las que tuvo ella, pero también quería que futuras generaciones me tuvieran de ejemplo”, explica Hayat Traspas. “Hay muchos mitos alrededor de la MGF y muchas personas consideran que una niña no mutilada, además de no ser pura, traerá un listado de desgracias a ella y a su familia. Cuando mis primas, tías y amistades observaron que, además de ser una niña feliz, nada malo había pasado, empezaron a cuestionarse si era algo necesario. Poco a poco, con mi madre como apoyo y ejemplo, decidieron que ellas tampoco iban a mutilar a sus hijas”.
Según datos de Naciones Unidas, hay en el mundo 200 millones de mujeres y niñas a las que se les ha practicado la ablación. “Casi siempre se asocia con los países africanos, pero la realidad es que ni es exclusivo de un continente ni de una religión. La MGF se practica en más de noventa países en todos los continentes”, apunta Traspas. Aunque la edad varía en función de la ubicación o del grupo étnico, la mayoría se llevan a cabo antes de los 15 años. Estas operaciones son realizadas sin las mínimas condiciones higiénicas, con cuchillas u otros instrumentos cortantes sin esterilizar, y en muchos casos, sin ningún tipo de anestesia. No solo supone un trauma físico y psicológico para esas niñas, sino que también puede tener para ellas consecuencias de por vida. Por supuesto, a nivel médico, pero también a nivel social, dejándolas más expuestas al abandono escolar o al matrimonio forzado. “Es cierto que en los últimos años las cosas han cambiado, hay más visibilidad y concienciación, pero todavía nos queda mucho camino por recorrer. Es necesaria una mayor implicación por parte de todos, es imprescindible tener mejores recursos como, por ejemplo, asistencia psicológica especializada para supervivientes de la MGF que lo soliciten y mejores políticas de actuación”.
Desde Save a Girl Save a Generation trabajan principalmente con mujeres inmigrantes o refugiadas de origen africano, pero también de otras nacionalidades. “Parte de nuestro trabajo es la intervención directa a través de clases de español y alfabetización o talleres de formación en educación sexual y salud reproductiva”, indica su fundadora. También tienen proyectos en África. “En Kenia, además de apoyar a la escolarización de un grupo de niñas y chicas jóvenes, este año hemos iniciado la primeras jornadas ‘Kuelekea Mabadiliko’ (‘Avanzando hacia el cambio’) con el objetivo de preparar a futuros formadores en la concienciación y erradicación de la mutilación genital femenina y poco después comenzamos con nuestro proyecto Safe in Nairobi, una casa que servirá de refugio para chicas jóvenes y mujeres que estén sufriendo violencia de género y que no tengan a dónde acudir”.

Desde el principio, Hayat ha utilizado su voz en todos los foros, plataformas y formas de expresión a su alcance para arrojar luz sobre este problema, desde las redes sociales a conciertos, exposiciones fotográficas, lecturas dramatizadas o microteatro. “Viniendo de una sociedad donde muchos temas que tienen que ver con la mujer y la sexualidad son tabú, el arte nos ha facilitado los mecanismos que necesitábamos para transmitir y hacer llegar nuestro mensaje. El arte tiene una forma de comunicar particular que, además, invita a la reflexión y la participación”, asegura. “Las redes sociales son una plataforma maravillosa para compartir, para comunicar, para denunciar y para concienciar. Seguiremos empleándolas para hacer llegar más historias de mujeres valientes que quieran compartir su verdad. Es crucial alzar la voz para acabar con algunas injusticias porque, por desgracia, lo que no se ve y no se oye, parece que no existe”.
Este artículo se publicó primero en el último número de MAS en papel.